En mi rincón moruno, mientras repiquetea
el agua de la siembra bendita en los cristales,
yo pienso en la lejana Europa que pelea,
el fiero norte, envuelto en lluvias otoñales.
Donde combaten galos, ingleses y teutones
allá en la vieja Flandes y en una tarde fría,
sobre jinetes, carros, infantes, cañones
pondrá la lluvia el velo de su melancolía.
Envolverá la niebla el rojo expoliario
-sordinas gris al férreo clamor del campamento-,
las brumas de la Mancha caerán como un sudario
de la flamenca duna sobre el fangal sangriento.
Un César ha ordenado las tropas de Germania
contra el francés avaro y el triste moscovita,
y osó hostigar la rubia pantera de Britania.
Medio planeta en armas contra el teutón milita.
¡Señor! La guerra es mala y bárbara; la guerra,
odiada por las madres, las almas entigrece;
mientras la guerra pasa, ¿ quién sembrará la tierra?
¿Quién segara la espiga que junio amarillece?
Albión acecha y caza las quillas en los mares;
Germania arruina templos, moradas y talleres;
la guerra pone un soplo de hielo en los hogares,
y el hambre en los caminos, y el llanto en las mujeres.
A. Machado, 10 Noviembre, 1914