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jueves, 25 de abril de 2024

Nada



[Poema - Texto completo.]

Julia de Burgos

Como la vida es nada en tu filosofía,
brindemos por el cierto no ser de nuestros cuerpos.

Brindemos por la nada de tus sensuales labios
que son ceros sensuales en tus azules besos;
como todo azul, quimérica mentira
de los blandos océanos y de los blancos cielos.

Brindemos por la nada del material reclamo
que se hunde y se levanta en tu carnal deseo;
como todo lo carne, relámpago, chispazo,
en la verdad mentira sin fin del Universo.

Brindemos por la nada, bien nada de tu alma,
que corre su mentira en un potro sin freno;
como todo lo nada, buen nada, ni siquiera
se asoma de repente en un breve destello.

Brindemos por nosotros, por ellos, por ninguno;
por esta siempre nada de nuestros nunca cuerpos;
por todos, por los menos; por tantos y tan nada;
por esas sombras huecas de vivos que son muertos.

Si del no ser venimos y hacia el no ser marchamos,
nada entre nada y nada, cero entre cero y cero,
y si entre nada y nada no puede existir nada,
brindemos por el bello no ser de nuestros cuerpos.

El pasajero

 



[Poema - Texto completo.]

Ramón del Valle Inclán

¡Tengo rota la vida! En el combate
de tantos años ya mi aliento cede,
y al orgulloso pensamiento abate
la idea de la muerte, que lo obsede.

Quisiera entrar en mí, vivir conmigo,
poder hacer la cruz sobre mi frente,
y sin saber de amigo ni enemigo,
apartado, vivir devotamente.

¿Dónde la verde quiebra de la altura
con rebaños y músicos pastores?
¿Dónde gozar de la visión tan pura

que hace hermanas las almas y las flores?
¿Dónde cavar en paz la sepultura
y hacer místico pan con mis dolores?

martes, 2 de abril de 2024

Hay un instante del crepúsculo…

 


[Poema - Texto completo.]

Guillermo Valencia

Hay un instante del crepúsculo
en que las cosas brillan más,
fugaz momento palpitante
de una morosa intensidad.

Se aterciopelan los ramajes,
pulen las torres su perfil,
burila un ave su silueta
sobre el plafondo de zafir.

Muda la tarde, se concentra
para el olvido de la luz,
y la penetra un don suave
de melancólica quietud,

como si el orbe recogiese
todo su bien y su beldad,
toda su fe, toda su gracia
contra la sombra que vendrá…

Mi ser florece en esa hora
de misterioso florecer;
llevo un crepúsculo en el alma,
de ensoñadora placidez;

en él revientan los renuevos
de la ilusión primaveral,
y en él me embriago con aromas
de algún jardín que hay ¡más allá!…

Penas encimadas

 


[Poema - Texto completo.]

Carmen Soler

Voy a decirlo de entrada
para el que quiera entender:
son penas muy encimadas
el ser pobre y ser mujer.

Trabaja toda la vida
apenas para comer.
Tiene las penas del pobre
y más las de ser mujer.

La rica tiene derechos,
la pobre tiene deber.
Ya es mucho sufrir por pobre
y encima por ser mujer.

Está tan desamparada
y es madre y padre a la vez.
Derechos, ni el de la queja,
por ser pobre y ser mujer.

Se hacen muchos discursos
sobre su heroísmo de ayer.
En el papel la respetan.
Pero solo en el papel.

Y lo repito de nuevo
para el que quiera entender:
son penas muy encimadas
el ser pobre y ser mujer.

¿Quién es aquel Caballero…

 





[Poema - Texto completo.]Lope de Vega


¿Quién es aquel Caballero
herido por tantas partes,
que está de expirar tan cerca,
y no le socorre nadie?

«Jesús Nazareno» dice
aquel rétulo notable.
¡Ay Dios, que tan dulce nombre
no promete muerte infame!

Después del nombre y la patria,
Rey dice más adelante,
pues si es rey, ¿cuándo de espinas
han usado coronarse?

Dos cetros tiene en las manos,
mas nunca he visto que claven
a los reyes en los cetros
los vasallos desleales.

Unos dicen que si es Rey,
de la cruz descienda y baje;
y otros, que salvando a muchos,
a sí no puede salvarse.

De luto se cubre el cielo,
y el sol de sangriento esmalte,
o padece Dios, o el mundo
se disuelve y se deshace.

Al pie de la cruz, María
está en dolor constante,
mirando al Sol que se pone
entre arreboles de sangre.

Con ella su amado primo
haciendo sus ojos mares,
Cristo los pone en los dos,
más tierno porque se parte.

¡Oh lo que sienten los tres!
Juan, como primo y amante,
como madre la de Dios,
y lo que Dios, Dios lo sabe.

Alma, mirad cómo Cristo,
para partirse a su Padre,
viendo que a su Madre deja,
le dice palabras tales:

Mujer, ves ahí a tu hijo
y a Juan: Ves ahí tu Madre.
Juan queda en lugar de Cristo,
¡ay Dios, qué favor tan grande!

Viendo, pues, Jesús que todo
ya comenzaba a acabarse,
Sed tengo, dijo, que tiene
sed de que el hombre se salve.

Corrió un hombre y puso luego
a sus labios celestiales
en una caña una esponja
llena de hiel y vinagre.

¿En la boca de Jesús
pones hiel?, hombre, ¿qué haces?
Mira que por ese cielo
de Dios las palabras salen.

Advierte que en ella puso
con sus pechos virginales
una ave su blanca leche
a cuya dulzura sabe.

Alma, sus labios divinos,
cuando vamos a rogarle,
¿cómo con vinagre y hiel
darán respuesta süave?

Llegad a la Virgen bella,
y decirle con el ángel:
«Ave, quitad su amargura,
pues que de gracia sois Ave».

Sepa al vientre el fruto santo,
y a la dulce palma el dátil;
si tiene el alma a la puerta
no tengan hiel los umbrales.

Y si dais leche a Bernardo,
porque de madre os alabe,
mejor Jesús la merece,
pues Madre de Dios os hace.

Dulcísimo Cristo mío,
aunque esos labios se bañen
en hiel de mis graves culpas,
Dios sois, como Dios habladme.

Habladme, dulce Jesús,
antes que la lengua os falte,
no os desciendan de la cruz
sin hablarme y perdonarme.
MÁS POEMAS DE LOPE DE VEGA

jueves, 7 de marzo de 2024

El Ciprés de Silos de Gerardo Diego

 Enhiesto surtidor de sombra y sueño

que acongojas el cielo con su lanza.

Chorro que a las estrellas casi alcanza

devanando a sí mismo en loco empeño.


Mástil de soledad, prodigio isleño;

flecha de fe, saeta de esperanza.

Hoy llegó a ti, riberas de Arlanza

peregrina al azar, mi alma sin dueño.


Cuando te vi señero, dulce, firme,

qué ansiedades sentí de de diluirme

y ascender como tú, vuelto en cristales.


Como tú, negra torre de arduos filos,

ejemplo de delirios verticales,

mudo ciprés en el fervor de Silos.


@ Gerardo Diego

Muerte a lo Lejos de Jorge Guillén

 Alguna vez me angustia una certeza,

y ante mí se estremece mi futuro.

Acechándolo está de pronto un muro

del arrabal final en que tropieza


la luz del campo. ¿Mas habrá tristeza

si la desnuda el sol? No, no hay apuro

todavía. Lo urgente es el maduro

fruto. La mano ya lo descorteza.


… Y un día entre los días el más triste

será. Tenderse deberá la mano sin afán.

Y acatado el inminente

poder diré. sin lágrimas: embiste,

justa fatalidad. El muro cano

va a imponerme su ley, no su accidente.

@ Jorge Guillén

A él

 


[Poema - Texto completo.]

Gertrudis Gómez de Avellaneda

No existe lazo ya: todo está roto:
plúgole al cielo así: ¡bendito sea!
Amargo cáliz con placer agoto:
mi alma reposa al fin: nada desea.

Te amé, no te amo ya: piénsolo al menos:
¡nunca, si fuere error, la verdad mire!
Que tantos años de amarguras llenos
trague el olvido: el corazón respire.

Lo has destrozado sin piedad: mi orgullo
una vez y otra vez pisaste insano…
Mas nunca el labio exhalará un murmullo
para acusar tu proceder tirano.

De graves faltas vengador terrible,
dócil llenaste tu misión: ¿lo ignoras?
No era tuyo el poder que irresistible
postró ante ti mis fuerzas vencedoras.

Quísolo Dios y fue: ¡gloria a su nombre!
Todo se terminó, recobro aliento:
¡Ángel de las venganzas!, ya eres hombre…
ni amor ni miedo al contemplarte siento.

Cayó tu cetro, se embotó tu espada…
Mas, ¡ay!, cuán triste libertad respiro…
Hice un mundo de ti, que hoy se anonada
y en honda y vasta soledad me miro.

¡Vive dichoso tú! Si en algún día
ves este adiós que te dirijo eterno,
sabe que aún tienes en el alma mía
generoso perdón, cariño tierno.

Soneto enamorado

 


[Poema - Texto completo.]

Francisco Luis Bernárdez

Dulce como el arroyo soñoliento,
mansa como la lluvia distraída,
pura como la rosa florecida
y próxima y lejana como el viento.

Esta mujer que siente lo que siente
y está sangrando por mi propia herida
tiene la forma justa de mi vida
y la medida de mi pensamiento.

Cuando me quejo, es ella mi querella,
y cuando callo, mi silencio es ella,
y cuando canto, es ella mi canción.

Cuando confío, es ella la confianza,
y cuando espero, es ella la esperanza,
y cuando vivo, es ella el corazón.

Letanía egoísta

 


[Poema - Texto completo.]

Clara Lair

¡Ay, solo quisiera
vivir las mismas cosas de distinta manera!

¡Volver a florecer; saberme florecida;
y balancearme al ritmo más quieto de la vida!

En el jardín salvaje del amor ser altiva
planta, que no florece sino al que la cultiva.

Desterrar de mi torre de reposo y de pan,
la pirueta a lo absurdo de Pierrot y don Juan.

Oponer al foetazo encendedor del trópico,
el músculo de piedra de mi maestro exótico.

Mi maestro sajón, que burló mi donaire,
y que trocó mi canto en bostezos al aire.

¡Ay, solo quisiera
vivir las mismas cosas de distinta manera!

No dar nada de más; dar solo lo pedido;
y retirarlo al punto si no es retribuido.

En fría selección de rosales y eras,
desparramar mi yo por las cosas certeras.

Lanzar mi vanidad en la ruta trazada
de lo que ya está hecho, de lo que cuesta nada.

¡Volver a revivir, fuerte, dura y fornida,
y caminar atlética y autómata la vida!

¡Ay, solo quisiera vivir
las mismas cosas de distinta manera!

¡Mirar el mundo todo como brusca humorada,
y a cambio de su nada darle también mi nada!

miércoles, 6 de marzo de 2024

AYER NACISTE de Luis de Góngora

Ayer naciste, y morirás mañana.

Para tan breve ser, ¿Quién te dio vida? 

¿Para vivir tan poco estás lucida,

y para no ser nada estás lozana?

Si te engañó tu hermosura vana,

bien presto la verás desvanecida,

porque en tu hermosura está escondida

la ocasión de morir muerte temprana.

cuando te corte la robusta mano,

ley de la agricultura permitida,

grosero aliento acabará tu suerte.

No salgas, que te aguarda algún tirano;

dilata tu nacer para tu vida,

que anticipas tu ser para tu muerte.


@ Luis de Góngora 

CIUDAD de Federico García Lorca

 El bosque centenario

panetra en la ciudad.

pero el bosque está dentro

del mar.

Hay flechas en el aire

y guerreros que van

perdidos entre ramas

de coral.

Sobre las casas nuevas

se mueve un encinar

y tiene el cielo enormes

curvas de cristal.


@ Federico García Lorca

jueves, 15 de febrero de 2024

Dolor

 


[Poema - Texto completo.]

Alfonsina Storni

Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.

Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
como una romana, para concordar
con las grandes olas, y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar.

Con el paso lento, y los ojos fríos
y la boca muda, dejarme llevar;
ver cómo se rompen las olas azules
contra los granitos y no parpadear;
ver cómo las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar;
pensar que pudieran las frágiles barcas
hundirse en las aguas y no suspirar;
ver que se adelanta, la garganta al aire,
el hombre más bello, no desear amar…

Perder la mirada, distraídamente,
perderla y que nunca la vuelva a encontrar:
y, figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar.






Copilot



Dolor (Poema - Texto completo)
Alfonsina Storni

Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.

Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
como una romana, para concordar
con las grandes olas, y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar.

Con el paso lento, y los ojos fríos
y la boca muda, dejarme llevar;
ver cómo se rompen las olas azules
contra los granitos y no parpadear;

ver cómo las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar;
pensar que pudieran las frágiles barcas
hundirse en las aguas y no suspirar;

ver que se adelanta, la garganta al aire,
el hombre más bello, no desear amar…
Perder la mirada, distraídamente,

perderla y que nunca la vuelva a encontrar:

y, figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar.

Resumen: En este poema, Alfonsina Storni describe su deseo de caminar por la orilla del mar en una tarde de octubre. A través de imágenes vívidas, reflexiona sobre la naturaleza, la soledad y la belleza del olvido perpetuo del mar.

Dime si molesto

 


[Poema - Texto completo.]

Eeva Kilpi

Dime si molesto,
dijo él al entrar,
porque me marcho inmediatamente.
No solo molestas,
contesté,
pones patas arriba toda mi existencia.
Bienvenido.

Veinte poemas de amor y una canción desesperada – 20

 


[Poema - Texto completo.]

Pablo Neruda

Poema 20

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: “La noche esta estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”.
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

viernes, 19 de enero de 2024

Intentando maldecir

 


[Poema - Texto completo.]

Yevgueni Yevtushenko

Acercándome una vez a la búsqueda de lo eterno
una noche en que mi alma era oscura y confusa
susurré el único rezo que sabía:
“Oh Dios, ten compasión de mí, arrúllame por favor”.

Y Dios nos perdona y nos arrulla
sin embargo un poco desamparado se encoge de hombros
de tanta misericordia que él ha otorgado
a la inmensa ingratitud del ser humano.

Es claro que sus propias criaturas asustan a Dios.
Le ponen cualquier nombre que deseen
Jehová, Buda, Alá.
Él es solo uno y está muy cansado de ser Dios.

Si él pudiera hacerse inmaterial
o estrecharse hasta el tamaño de un ídolo de bolsillo
él tranquilamente se arrancaría y se escondería
en un lugar aislado para no saber de nuestras bocas babeantes.

Pero esconderse no tiene sentido para él
ni menos ser sumiso como un esclavo africano.
Dios siempre necesita creer en Dios
pero en el mundo no hay dioses para Dios.

Y cuando descuidemos nuestras propias obligaciones,
volviendo otra vez a molestarlo con pequeñitas
y podridas peticiones ¿a quién entonces él dirigirá su propio rezo:
“Oh Dios, ten compasión de mí, arrúllame por favor”?

El seminarista de los ojos negros

 


[Poema - Texto completo.]

Miguel Ramos Carrión

Desde la ventana de un casucho viejo
abierta en verano, cerrada en invierno
por vidrios verdosos y plomos espesos,
una salmantina de rubio cabello
y ojos que parecen pedazos de cielo,
mientas la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

Baja la cabeza, sin erguir el cuerpo,
marchan en dos filas pausados y austeros,
sin más nota alegre sobre el traje negro
que la beca roja que ciñe su cuello,
y que por la espalda casi roza el suelo.

Un seminarista, entre todos ellos,
marcha siempre erguido, con aire resuelto.
La negra sotana dibuja su cuerpo
gallardo y airoso, flexible y esbelto.
Él, solo a hurtadillas y con el recelo
de que sus miradas observen los clérigos,
desde que en la calle vislumbra a lo lejos
a la salmantina de rubio cabello
la mira muy fijo, con mirar intenso.
Y siempre que pasa le deja el recuerdo
de aquella mirada de sus ojos negros.
Monótono y tardo va pasando el tiempo
y muere el estío y el otoño luego,
y vienen las tardes plomizas de invierno.

Desde la ventana del casucho viejo
siempre sola y triste; rezando y cosiendo
una salmantina de rubio cabello
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

Pero no ve a todos: ve solo a uno de ellos,
su seminarista de los ojos negros;
cada vez que pasa gallardo y esbelto,
observa la niña que pide aquel cuerpo
marciales arreos.

Cuando en ella fija sus ojos abiertos
con vivas y audaces miradas de fuego,
parece decirle:  —¡Te quiero!, ¡te quiero!,
¡Yo no he de ser cura, yo no puedo serlo!
¡Si yo no soy tuyo, me muero, me muero!
A la niña entonces se le oprime el pecho,
la labor suspende y olvida los rezos,
y ya vive solo en su pensamiento
el seminarista de los ojos negros.

En una lluviosa mañana de inverno
la niña que alegre saltaba del lecho,
oyó tristes cánticos y fúnebres rezos;
por la angosta calle pasaba un entierro.

Un seminarista sin duda era el muerto;
pues, cuatro, llevaban en hombros el féretro,
con la beca roja por cima cubierto,
y sobre la beca, el bonete negro.
Con sus voces roncas cantaban los clérigos
los seminaristas iban en silencio
siempre en dos filas hacia el cementerio
como por las tardes al ir de paseo.

La niña angustiada miraba el cortejo
los conoce a todos a fuerza de verlos…
tan solo, tan solo faltaba entre ellos…
el seminarista de los ojos negros.

Corriendo los años, pasó mucho tiempo…
y allá en la ventana del casucho viejo,
una pobre anciana de blancos cabellos,
con la tez rugosa y encorvado el cuerpo,
mientras la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

La labor suspende, los mira, y al verlos
sus ojos azules ya tristes y muertos
vierten silenciosas lágrimas de hielo.

Sola, vieja y triste, aún guarda el recuerdo
del seminarista de los ojos negros…

Jesús, el dulce, viene…

 


[Poema - Texto completo.]

Juan Ramón Jiménez

Jesús, el dulce, viene…
Las noches huelen a romero…
¡Oh, qué pureza tiene
la luna en el sendero!

Palacios, catedrales,
tienden la luz de sus cristales
insomnes en la sombra dura y fría…
Mas la celeste melodía
suena fuera…
Celeste primavera
que la nieve, al pasar, blanda, deshace,
y deja atrás eterna calma…

¡Señor del cielo, nace
esta vez en mi alma!

jueves, 23 de noviembre de 2023

Abrojos – IV

 


[Poema - Texto completo.]

Rubén Darío

Puso el poeta en sus versos
todas las perlas del mar,
todo el oro de las minas,
todo el marfil oriental;
los diamantes de Golconda,
los tesoros de Bagdad,
los joyeles y preseas
de los cofres de un Nabad.
Pero como no tenía
por hacer versos ni un pan,
al acabar de escribirlos
murió de necesidad.

martes, 14 de noviembre de 2023

Reto


 


[Poema - Texto completo.]

Julio Flórez

Si porque a tus plantas ruedo
como un ilota rendido,
y una mirada te pido
con temor, casi con miedo;
si porque ante ti me quedo
extático de emoción,
piensas que mi corazón
se va en mi pecho a romper
y que por siempre he de ser
esclavo de mi pasión;
¡te equivocas, te equivocas!,
fresco y fragante capullo,
yo quebrantaré tu orgullo
como el minero las rocas.
Si a la lucha me provocas,
dispuesto estoy a luchar;
tú eres espuma, yo mar
que en sus cóleras confía;
me haces llorar; pero un día
yo también te haré llorar.

Y entonces, cuando rendida
ofrezcas toda tu vida
perdón pidiendo a mis pies,
como mi cólera es
infinita en sus excesos,
¿sabes tú lo que haré en esos
momentos de indignación?
¡Arrancarte el corazón
para comérmelo a besos!