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viernes, 6 de septiembre de 2024

La generacion del 98


La generación del 981​ es el nombre con el que se ha reunido tradicionalmente a un grupo de escritores, ensayistas y poetas españoles que se vieron profundamente afectados por la crisis moral, política y social desencadenada en España por la derrota militar en la guerra hispano-estadounidense y la consiguiente pérdida de Puerto RicoGuamCuba y Filipinas en 1899. Todos los autores y grandes poetas englobados en esta generación nacen entre 1864 y 1876.

Se inspiraron en la corriente crítica del canovismo denominada regeneracionismo y ofrecieron una visión artística en conjunto en La generación del 98. Clásicos y modernos.

Estos autores, a partir del denominado Grupo de los Tres (BarojaAzorín y Maeztu), comenzaron a escribir en una vena juvenil hipercrítica e izquierdista que más tarde se orientará a una concepción tradicional de lo viejo y lo nuevo. Pronto, sin embargo, siguió la polémica: Pío Baroja y Ramiro de Maeztu negaron la existencia de tal generación, y más tarde Pedro Salinas la afirmó, tras minuciosos análisis, en sus cursos universitarios y en un breve artículo aparecido en Revista de Occidente (diciembre de 1935), siguiendo el concepto de «generación literaria» definido por el crítico literario alemán Julius Petersen; este artículo apareció luego en su Literatura española. Siglo XX (1949). José Ortega y Gasset distinguió dos generaciones en torno a las fechas de 1857 y 1872, una integrada por Ganivet y Unamuno y otra por los miembros más jóvenes. Su discípulo Julián Marías, utilizando el concepto de «generación histórica», y la fecha central de 1871, estableció que pertenecen a ella Miguel de UnamunoÁngel GanivetValle-InclánJacinto BenaventeCarlos ArnichesVicente Blasco IbáñezGabriel y GalánManuel Gómez-MorenoMiguel Asín PalaciosSerafín Álvarez QuinteroPío BarojaAzorínJoaquín Álvarez QuinteroRamiro de MaeztuManuel MachadoAntonio Machado y Francisco Villaespesa. No incluyó a mujeres, pero de hecho Carmen de Burgos «Colombine» (1867-1932), Consuelo Álvarez Pool «Violeta» (1867-1959) y Concha Espina (1869-1955) podrían pertenecer a ella, pues se encuentran en esa franja de fechas y sus características coinciden.2

La crítica al concepto de generación fue realizada inicialmente por Juan Ramón Jiménez en un curso dictado en la década de 1950 en la Universidad de Puerto Rico (Río Piedras), y luego por un importante grupo de críticos que desde Federico de OnísRicardo GullónAllen W. PhillipsIvan Schulman, y termina con las últimas aportaciones de José Carlos MainerGermán Gullón, entre otros. Todos ellos han puesto en duda la oposición del concepto de generación del 98 y de modernismo.

Nómina

Fotografía de 1912 de Azorín (izquierda) y Pío Baroja (derecha).

Formado inicialmente por el llamado Grupo de los Tres (Baroja, Azorín y Maeztu), entre los integrantes más significativos de este grupo podemos citar a Ángel GanivetMiguel de UnamunoEnrique de MesaRamiro de MaeztuAzorínAntonio Machado, los hermanos Pío y Ricardo BarojaRamón María del Valle-Inclán y el filólogo Ramón Menéndez Pidal. Algunos incluyen también a Vicente Blasco Ibáñez, que por su estética puede considerarse más bien un escritor del naturalismo, y también al dramaturgo Jacinto Benavente. Entre las autoras pertenecientes a este movimiento destacan la novelista Concha Espina o la periodista Carmen de Burgos.

Artistas de otras disciplinas pueden también considerarse dentro de esta estética, como por ejemplo los pintores ZuloagaRomero de Torres y Ricardo Baroja, también escritor este último. Entre los músicos destacan Isaac Albéniz y Enrique Granados.

Miembros menos destacados (o menos estudiados) de esta generación fueron Ciro Bayo (1859-1939), los periodistas, ensayistas y narradores Manuel Bueno (1874-1936), José María Salaverría (1873-1940) y Manuel Ciges Aparicio (1873-1936), Mauricio López-RobertsLuis Ruiz Contreras (1863-1953), Rafael Urbano (1870-1924) y muchos otros.

La mayoría de los textos escritos durante esta época literaria se produjeron en los años inmediatamente posteriores a 1910 y están siempre marcados por la autojustificación de los radicalismos y rebeldías juveniles (Machado en los últimos poemas incorporados a Campos de CastillaUnamuno en sus artículos escritos durante la I Guerra Mundial o en la obra ensayística de Pío Baroja).

Centros de reunión

Retrato de Pío Baroja (1914), obra de Sorolla.

Benavente y Valle-Inclán presidían tertulias en el Café de Madrid; las frecuentaban Rubén Darío, Maeztu y Ricardo Baroja. Poco después Benavente y sus seguidores se fueron a la Cervecería Inglesa, mientras que Valle-Inclán, los hermanos Machado, Azorín y Pío Baroja tomaban el Café de Fornos. El ingenio de Valle-Inclán le llevó luego a presidir la del Café Lyon d'Or y la del nuevo Café de Levante, sin duda alguna la que congregó a mayor número de participantes.

Revistas

Los autores de la generación del 98 se agruparon en torno a algunas revistas características, Don Quijote (1892-1902), Germinal (1897-1899), Vida Nueva (1898-1900), Revista Nueva (1899), Electra (1901), Helios (1903-1904) y Alma Española (1903-1905).

Libros de memorias

No fueron muy aficionados los autores del 98 a hablar de sus compañeros. Pío Baroja dejó bastantes recuerdos de ellos en dos libros de memorias, Juventud, egolatría (1917) y los siete volúmenes póstumos Desde la última vuelta del caminoRicardo Baroja hizo lo propio en Gente del 98 (1952). Unamuno dejó varios textos autobiográficos sobre su juventud, pero pocos sobre su edad madura.

Características

Los autores de la generación mantuvieron, al menos al principio, una estrecha amistad y se opusieron a la España de la RestauraciónPedro Salinas ha analizado hasta qué punto pueden considerarse verdaderamente una generación historiográficamente hablando. Lo indiscutible es que comparten una serie de puntos en común:

Joaquín SorollaAntonio Machado (diciembre de 1917). Óleo sobre lienzo. Hispanic Society of America (Nueva York). Sorolla se lo regaló a Machado, compañero suyo en la Institución Libre de Enseñanza, "como un poema personal".
  • Distinguieron entre una España real miserable y otra España oficial falsa y aparente. Su preocupación por la identidad de lo español está en el origen del llamado debate sobre el ser de España, que continuó aún en las siguientes generaciones.
  • Sienten un gran interés y amor por la Castilla de los pueblos abandonados y polvorientos; revalorizan su paisaje y sus tradiciones, su lenguaje castizo y espontáneo. Recorren las dos mesetas escribiendo libros de viajes, resucitan y estudian los mitos literarios españoles y el romancero. Así al menos Enrique de Mesa (1878-1929), Miguel de Unamuno (1864-1936) y aun Ricardo León y Román (1877-1943), si podemos incluirlo en esta generación.
  • Rompen y renuevan los moldes clásicos de los géneros literarios, creando nuevas formas en todos ellos. En la narrativa, la nivola unamuniana, la novela impresionista y lírica de Azorín, que experimenta con el espacio y el tiempo y hace vivir al mismo personaje en varias épocas; la novela abierta y disgregada de Baroja, llena de personajes, casi un protagonista colectivo, influida por el folletín; o la novela casi teatral y cinematográfica de Valle-Inclán. En el teatro, el esperpento y el expresionismo de Valle-Inclán o los dramas filosóficos de Unamuno.
  • Rechazan la estética del realismo y su estilo de frase amplia, de elaboración retórica y de carácter menudo y detallista, prefiriendo un lenguaje más cercano a la lengua de la calle, de sintaxis más corta y carácter impresionista; recuperaron las palabras tradicionales y castizas campesinas.
  • Intentaron aclimatar en España las corrientes filosóficas del irracionalismo europeo, en particular de Friedrich Nietzsche (Azorín, Maeztu, Baroja, Unamuno), Arthur Schopenhauer (especialmente en Baroja), Sören Kierkegaard (en Unamuno) y Henri Bergson (Antonio Machado).
  • El pesimismo3​ es la actitud más corriente entre ellos y la actitud crítica y descontentadiza les hace simpatizar con románticos como Mariano José de Larra, al que dedicaron un homenaje y Carmen de Burgos, una biografía.
  • Ideológicamente comparten las tesis del regeneracionismo, en particular de Joaquín Costa, que ilustran de forma artística y subjetiva.
  • Ofrecen un carácter subjetivo en sus obras. La subjetividad toma mucha importancia en la generación del 98 y en el modernismo.
Azorín, retrato de Ramón Casas.

Por un lado, los intelectuales más modernos, secundados a veces por los propios autores criticados, sostenían que la generación del 98 se caracterizó por un aumento del egotismo, por un precoz y morboso sentimiento de frustración, por la exageración neorromántica de lo individual y por su imitación servil de las modas europeas del momento.

Por otra parte, para los escritores de la izquierda revolucionaria de los años treinta, la interpretación negativa de la rebeldía noventayochesca se une a una fundamentación ideológica: el espíritu finisecular de protesta responde al sarampión juvenil de un sector de la pequeña burguesía intelectual, condenado a refluir en una actitud espiritualista y equívoca, nacionalista y antiprogresiva. Ramón J. Sender mantenía todavía en 1971 la misma tesis (aunque con supuestos diferentes).

Los problemas a la hora de definir a la generación del 98 siempre han sido (y son) numerosos ya que no se puede abarcar la totalidad de experiencias artísticas de una extensa trayectoria temporal. La realidad del momento era muy compleja y no permite entender la generación basándose en la vivencia común de unos mismos hechos históricos (ingrediente básico de un hecho generacional). Esto se debe a un triple motivo:

  1. La crisis política de finales del siglo xix afectó a bastantes más escritores que los englobados en la generación del 98.
  2. No se puede restringir la experiencia histórica de los autores nacidos entre 1864 y 1875 (fechas de nacimiento de Unamuno y Machado) al resentimiento nacionalista producido por la pérdida de las colonias. Se afianzaba además por aquellos años en España una comunidad social y económica casi moderna.
  3. El auge del republicanismo y la pugna anticlerical (1900-1910), así como importantes huelgas, sindicalismo, movilizaciones obreras o atentados anarquistas.

Sin embargo cabe preguntarse, ¿cómo es que la generación del 98 no tomó nombre del modernismo, ya que surgen paralelamente y persiguen metas parecidas?

Contexto histórico

Ramiro de Maeztu, retrato de Ramón Casas.

Los años comprendidos entre 1876 y 1898 son de hastío creativo debido al proyecto de la Restauración de Cánovas durante el reinado de Alfonso XIII. Cuando España pierde en 1898 las colonias la sociedad vuelve a poner el dedo en la llaga de la Revolución de 1868 (Revolución de la Gloriosa). La literatura del realismo se halla anquilosada y, pese a su estabilidad, la vida política se encuentra corrompida por la oligarquía, el caciquismo y el régimen de turno de partidos, que se está descomponiendo en banderías internas en el seno de los grandes partidos progresista y conservador, mientras que un tercer gran partido, el democrático, permanece marginado y ninguneado por el reparto canovista del poder. Las perspectivas profesionales de los escritores noventayochistas habían alcanzado su cima (o estaban haciéndolo). Los más viejos se acercan a la edad de Galdós y los más jóvenes a la de Unamuno. Esto significa, en contraste con la generación del 98, que se habían formado espiritualmente en los tiempos de la Revolución de septiembre.

Lo importante de considerarlos en conjunto es el hecho de que han vivido dos épocas emocional e intelectualmente distintas.

  1. La revolucionaria: efervescencia ideológica, afán de reforma y confianza en la virtud correctora de los programas políticos.
  2. La restauradora: atonía de los espíritus, el apocamiento con que se abordan ineludibles problemas, la sospecha que inspira toda idea de cambio y la creciente desconfianza en la política vigente.

Se trata pues de hombres doblemente engañados ya que vieron fracasar dos estructuras políticas de cariz contradictorio (Revolución y Restauración). De estos dos experimentos políticos los intelectuales del 98 sacaron una misma conclusión: la urgencia de buscar en zonas de pensamiento y actividad ajenas a la política los medios de rescatar a España de su progresiva catalepsia [muerte aparente].

La primera repulsa intelectual tuvo lugar en los albores de la Restauración. En 1876 Francisco Giner de los Ríos funda la Institución Libre de Enseñanza. Su tarea constituye el repudio indirecto de la enseñanza oficial, probadamente ineficaz e insuficiente en aquella época, y sujeta a la agobiante tutela de los intereses políticos y religiosos.

Se planteó entonces el problema de la personalidad histórica de España (así como lo hiciesen en Francia poco antes tras la derrota de Sedán). Unamuno estudió el casticismoRicardo Macías Picavea la «pérdida de la personalidad», Rafael Altamira la psicología del pueblo español, Joaquín Costa la personalidad histórica de España…

Análogos europeos

Los autores noventayochescos tienen evidentes paralelos europeos:

  • El quietismo de Unamuno remite a los problemas vividos por André Gide.
  • El teatro galaico de Valle-Inclán parece resonar en el teatro irlandés de la década de 1920.
  • Azorín reúne la sensibilidad reaccionaria para el pasado cultural (típica de Italia) y teatral.
  • Teixeira de Pascoaes es afín en muchos aspectos a la Generación del 98. Fue gran amigo de Unamuno.

El periodismo en tanto práctica literaria habitual y la condición intelectual en tanto talante personal desarrollan una nueva modalidad ensayística, ajustada a una temática en la que la evocación o lo confesional enmarcan temas de reflexión muy característicos.

La crisis de la novela o del teatro son vividas con peculiar intensidad en la nivola unamuniana, el desmoronamiento del relato en Azorín o por la peculiar teoría narrativa de Baroja.

Léxico del 98

Si importante es la generación del 98 en la literatura española, también lo es para el historiador de la lengua. En los textos de los escritores mencionados se aprecia la realidad del lenguaje, plural en circunstancias y en recursos. Estudiando la neología y los neologismos de la generación del 98, se ha podido constatar la renovación de elementos constitutivos del español, la función del léxico como recurso caracterizador de personajes y ambientes (guindilla, guinda, rosera), el ingenio del propio autor para fecundar el idioma («verde-reuma» es creación de Valle-Inclán, «piscolabis» es voz barojiana) y la capacidad de este para captar las innovaciones léxicas que surgieron en diferentes ámbitos: abracadabrante, afiche, alopatía, cabaré, crupier, charcutería, charcutero, chic, eslogan, estor, frufrú, maquillaje, mitomanía, papillote, pose, vodevil, etc.

El corpus del léxico del 98 representa una suma de idiolectos o sistemas lingüísticos individuales que en su totalidad permiten vislumbrar la evolución del español desde el siglo xix hasta la primera mitad del siglo xx, en una época en que el léxico estándar creció por la integración de palabras procedentes de léxicos parciales (jergas, lenguaje técnico-científico, v. Haensch, 1997, 55). Numerosas voces del 98 son generacionales, las emplearon varios escritores de este grupo y posteriormente cayeronen desuso: cocota, batracio, bilbainismo, horizontal, rastacuerismo, rayadillo, dinero-esquema, intraespañolización, catedraticina, etc. Este léxico fue empleado por Juan Manuel de Prada en Las máscaras del héroe, que recrea la época. En general, se esfuerzan por aportarnuevas ideasy por elevar a la categoría de obra de arte la realidad socio- cultural en la que se prepararon para salir a otros mundos. El espíritu de los pueblos se recupera con la palabra.4

La generación del 98 en la música

El panorama musical español también se vio afectado por la crisis del 98, y se contagió del clima regeneracionista que propiciaron los intelectuales de la época. Encomiable labor en este sentido fue la que realizó el musicólogo Felipe Pedrell. Ya en 1897 había escrito el manifiesto Por Nuestra Música, y entre otras obras suyas, publicó el Cancionero musical Popular Español. Además de ser el padre de la musicología y etnomusicología en España, en el terreno de la composición abrió las puertas hacia un nacionalismo musical español, como ya existía un nacionalismo musical ruso, bohemio, escandinavo... Después de introducir a Wagner (paradigma del nacionalismo alemán en la ópera) en España, trató de impulsar un nacionalismo análogo a la española. Pedrell es más conocido por su labor como teórico, musicólogo, y crítico que como compositor. No obstante, la composición musical probablemente no habría sido la misma sin él, porque marcó el camino a otros compositores de la generación del 98 y posteriores. Isaac Albéniz, fue un pianista virtuoso que escribió la Suite Iberia, la Suite Española, y la ópera Pepita JiménezEnrique Granados, también pianista, autor de Doce Danzas Españolas, y Goyescas). El virtuoso violinista Pablo Sarasate compuso todo tipo de obras exaltando el variadísimo folclore español, de norte a sur.

También se puede hablar de análogos europeos para los músicos de este periodo. Pedrell era conocido como el Wagner español, mientras que Albéniz y Sarasate eran comparados con Debussy y Paganini respectivamente.

Véase también

Referencias

  1.  Shaw, Donald L.; Hierro, Carmen (1 de enero de 1977). La generación del 98ISBN 8437601150. Consultado el 8 de enero de 2017.
  2.  Falcón, Lidia«Mujeres del noventa y ocho.» 1 de abril de 1998. El País.
  3.  Entralgo, Pedro Laín (30 de abril de 2003). «La Generación del 98 y el problema de España»Arbor 174 (687-688): 431-452. ISSN 1988-303Xdoi:10.3989/arbor.2003.i687-688.652. Consultado el 5 de enero de 2017.
  4.  García Gallarín, Consuelo. Léxico del 98. Editorial Complutense. ISBN 84-89784-44-2.

Bibliografía

  • Azorín. La generación del 98. Salamanca: Anaya, 1961.
  • Baroja, Ricardo. Gente del 98. Barcelona: Editorial Juventud, [1969].
  • Blanco Amor, JoséLa generación del 98. Buenos Aires: Falbo Editor, 1966.
  • Blázquez, Jesús. «Miguel de Unamuno y Bernardo G. de Candamo: amistad y epistolario (1899-1936)». Madrid: Ediciones 98, 2007.
  • Blanco Aguinaga, Carlos.Juventud del 98, Siglo XXI, 1970; Taurus, Madrid, 2000. Publicado inicialmente en 1970.
  • García Gallarín, Consuelo. Léxico del 98. Madrid: Editorial Complutense, 1998
  • Granjel, Luis S. Panorama de la generación del 98. Madrid: Guadarrama [1959].
  • Gullón, Germán. El jardín interior de la burguesía española. Madrid: Biblioteca Nueva, 2003.
  • Gullón, Ricardo. Direcciones del modernismo. Madrid: Gredos, 1963.
  • Fernández Molina, Antonio, La generación del 98. Barcelona: Editorial Labor [1968].
  • Laín Entralgo, Pedro. La generación del 98. Madrid: Diana, Artes Gráficas, 1945.
  • Mainer, José Carlos, La Edad de Plata (1902-1939): ensayo de interpretación de un proceso cultural. Madrid: Cátedra, 1986.
  • Marco, José María, La libertad traicionada. Siete ensayos españolesGota a Gota. Madrid, 2007.
  • Ortega y Gasset, José. Ensayos sobre la «Generación del 98» y otros escritores españoles contemporáneos. Madrid: Alianza, 1981.
  • Peña, María del Carmen. Pintura de paisaje e ideología: la generación del 98. Madrid: Taurus, 1983.
  • Ricci, Cristián H. «El espacio urbano en la narrativa del Madrid de la Edad de Plata». Madrid: CSIC, 2009.
  • Río, Emilio del. La idea de Dios en la Generación del 98. Madrid, Studium, 1973.
  • Salinas, Pedro, Literatura española del siglo XX, Madrid: Alianza Editorial, 1972.
  • Sequeros, Antonio. Determinantes históricas de la generación del 98. Almoradi (Alicante): Taller Tip. Alonso, 1953.
  • Serrano Poncela, Segundo. El secreto de Melibea y otros ensayos. Madrid, Taurus, 1959. Contiene: «El tema de la existencia en la generación del 98», 109-137. «Eros y tres misóginos (Unamuno, Baroja, Azorín)», 139-167. «Autocrítica y crítica de la generación del 98», 169-189.
  • Shaw, Donald LeslieLa generación del 98. Madrid: Ediciones Cátedra, 1977.
  • Trapiello, Andrés. Los nietos del Cid: la nueva Edad de Oro de la literatura española [1898-1914]. Barcelona: Planeta, 1997.
  • Tuñón de Lara, Manuel. «Generación del 98. Impacto de las nuevas ideas. Educación y cultura». En su La España del siglo XIX, 401-412. Barcelona: Editorial Laia, 1973.

martes, 4 de junio de 2024

Antonio Buero Vallejo

 

Antonio Buero Vallejo
Información personal
Nacimiento29 de septiembre de 1916
Guadalajara (España)
Fallecimiento29 de abril de 2000
Madrid (España)
NacionalidadEspañola
Familia
CónyugeVictoria Rodríguez (1958-2020) Ver y modificar los datos en Wikidata
Información profesional
OcupaciónDramaturgo y escritor
MovimientoSimbolismo
Génerodramaturgia
Obras notablesEn la ardiente oscuridad
Historia de una escalera
El tragaluz
LealtadSegunda República Española Ver y modificar los datos en Wikidata
ConflictosGuerra civil española Ver y modificar los datos en Wikidata
Miembro deReal Academia Española (desde 1971)
DistincionesMedalla de Oro al mérito en las Bellas Artes
Premio Lope de Vega de Teatro (1948)
Premio Nacional de Teatro (1980)
Premio Miguel de Cervantes (1986)
Premio Nacional de las Letras Españolas (1996)

Antonio Buero Vallejo (Guadalajara, 29 de septiembre de 1916-Madrid, 29 de abril de 2000) fue un dramaturgo español, ganador del Premio Lope de Vega en 1949 y del Premio Cervantes en 1986.1

Biografía[editar]

Antonio Buero Vallejo nació en Guadalajara en 1916. Su padre, Francisco, era un militar gaditano que enseñaba Cálculo en la Academia de Ingenieros de Guadalajara; su madre, María Cruz, era de Taracena (Guadalajara). Su hermano mayor Francisco nació en 1911 y su hermana pequeña Carmen en 1926.

Toda su infancia la pasó en la Alcarria, salvo dos años (1927-1928) que vivió en Larache (Marruecos español), donde había sido destinado su padre. Se aficionó a la lectura en la gran biblioteca paterna y también a la música y a la pintura: desde los cuatro años dibujó incansablemente. Su padre lo llevaba habitualmente al teatro y a los nueve años ya dirigía representaciones en un teatrillo de juguete. Estudió Bachillerato en Guadalajara (1926-1933) y se despertó su interés por las cuestiones filosóficas, científicas y sociales. En 1932 recibió un premio literario para alumnos de enseñanzas medias y Magisterio por la narración El único hombre, que no se editó hasta 2001. Comenzó a escribir unas Confesiones que luego destruyó. En 1934, la familia se trasladó a Madrid, donde ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, alternando las clases con su asistencia al teatro y la lectura.

Al comenzar la Guerra Civil quiso alistarse como voluntario, pero su padre se lo impidió. Este, militar, fue detenido y fusilado por los republicanos el 7 de diciembre de 1936. En 1937 fue llamado a filas y se incorporó a un batallón de infantería, colaborando con dibujos y escritos en La Voz de la Sanidad y en otras actividades culturales. En Benicasim conoció a Miguel Hernández.

Al finalizar la guerra, Buero se encontraba en la Jefatura de Sanidad de Valencia, donde se le recluyó unos días en la plaza de toros.2​ Después, pasó un mes en el campo de concentración de Soneja, en la provincia de Castellón, y finalmente le dejaron volver a su lugar de residencia con orden de presentarse a las autoridades, orden que no cumplió. Comenzó a trabajar en la reorganización del Partido Comunista, al cual se había afiliado durante la contienda y de cuya militancia se fue alejando años después.

Fue detenido en mayo o junio de 1939 y condenado a muerte con otros compañeros por «adhesión a la rebelión». Tras ocho meses, se le conmutó la pena por otra de treinta años. Pasó por diversas cárceles: en la de Conde de Toreno permaneció año y medio. Allí dibujó un famoso retrato de Miguel Hernández, ampliamente reproducido –cuyo original conservan los herederos de Miguel Hernández– y ayudó en un intento de fuga que le inspiró más tarde ciertos aspectos de La Fundación. En la de Yeserías apenas estuvo mes y medio, unos tres años en El Dueso y otro más en la prisión de Santa Rita. Escribió sobre pintura e hizo cientos de retratos de sus compañeros, entablando muy buenas amistades con algunos de ellos y manteniendo contacto tras su salida de prisión. Salió del penal de Ocaña en libertad condicional, aunque desterrado de Madrid, a principios de marzo de 1946. Fijó su residencia en Carabanchel Bajo y se hizo socio del Ateneo; publica dibujos en revistas, pero ya le atrae más la escritura narrativa y, finalmente, la dramática.

Su primer drama lo escribió sobre la ceguera, En la ardiente oscuridad, en una semana del mes de agosto de 1946, e Historia despiadada y Otro juicio de Salomón en 1948 (obras que después destruyó y no se han conservado). Entre 1947 y 1948 escribió Historia de una escalera, inicialmente llamada La escalera. Se presentó al premio Lope de Vega, que ganó con Historia de una escalera, cuyo estreno en octubre de 1949 tuvo tal éxito que lo consagró para siempre entre crítica y público. Ese mismo año ganó también el premio de la Asociación de amigos de los Quintero con la pieza en un acto: Las palabras en la arena. Publicó y estrenó de forma constante en Madrid e Historia de una escalera fue llevada al cine por Ignacio F. Iquino.

Estatua de Buero Vallejo frente al centro cultural de Alcorcón que lleva su nombre

En la década de 1950 estrenó La tejedora de sueñosLa señal que se esperaCasi un cuento de hadasMadrugadaIrene, o el tesoroHoy es fiesta y su primer drama históricoUn soñador para un pueblo. Empezaron a representarse sus obras en el extranjero, como Historia de una escalera en México (marzo de 1950) y En la ardiente oscuridad en Santa BárbaraCalifornia (diciembre de 1952).

En 1954 se prohibió el estreno de Aventura en lo gris. Al año siguiente apareció en el diario Informaciones «Don Homobono», irónico artículo contra la censura. También se prohibió la representación de El puente, de Carlos Gorostiza, cuya versión había realizado Buero. Escribió Una extraña armonía, que no llegó a estrenarse ni se publicó hasta su Obra Completa. En el número 1 de la revista Primer Acto apareció el artículo «El teatro de Buero Vallejo visto por Buero Vallejo». Se publicó su ensayo sobre «La tragedia». En 1959 se casó con la actriz Victoria Rodríguez (fallecida en 2020)3​ con la que tuvo dos hijos: Carlos, que nació al año siguiente, y Enrique, nacido en 1961, y fallecido en 1986 en un accidente de tráfico.3

En la década de 1960 consiguió estrenar parte de sus piezas a pesar de la censuraEl concierto de San Ovidio,4​ Aventura en lo grisEl tragaluz y sus versiones de Hamlet, príncipe de Dinamarca, de Shakespeare y Madre Coraje y sus hijos, de Bertolt Brecht. Dirigida por José Tamayo Rivas, estrenó Las Meninas, que fue su mayor éxito desde Historia de una escalera. Tuvo lugar entonces la polémica entre el teatro del posibilismo y el del imposibilismo que mantuvo con Alfonso Sastre en las páginas de Primer acto. En este año publicó «Un poema y un recuerdo», temprano artículo sobre Miguel Hernández. En 1963 se le propuso su incorporación al Consejo Superior de Teatro, pero Buero renunció a ello.

Firmó junto con otros cien intelectuales, encabezados por José Bergamín, una carta dirigida al ministro de Información y Turismo solicitando explicaciones sobre el trato dado por la policía a algunos mineros asturianos, lo que le acarreó el distanciamiento de editores y empresas. En 1964 la censura prohibió La doble historia del doctor Valmy, un alegato contra la tortura, que permaneció sin representarse en España hasta 1976, pasada la dictadura.5​ No volvió a estrenar hasta 1967, en el teatro Bellas Artes y bajo la dirección de José TamayoEl tragaluz, la primera obra de teatro bajo el franquismo en la que se hacía una referencia directa a la Guerra Civil, y que obtuvo un enorme éxito. Simultáneamente, se reestrenó por primera vez Historia de una escalera (que volvería a las tablas en un montaje del Centro Dramático Nacional en 2003).

Fue nombrado miembro de número de la Real Academia Española en 1971, ocupando el sillón X, del cual tomó posesión el 22 de mayo de 1972 con un discurso que versó sobre García Lorca ante el esperpento.6​ Fue galardonado con el Premio Cervantes en 1986 y el Premio Nacional de las Letras Españolas en 1996.

Falleció en el Hospital de Madrid, a causa de un ictus, el 29 de abril de 2000, a los ochenta y tres años de edad. En 1987, Onda Madrid, le dedica un especial de dos capítulos de una hora sobre su relación con la capital. Dentro del espacio dirigido y presentado por Carlos Villarrubia, Al ritmo de Madrid, Buero realiza un paseo sentimental por sus recuerdos, el tango, los amores, las primeras poesías y los rincones para el autor inolvidables del Madrid de siempre.

Obra dramática[editar]

El tema común que liga toda su producción es la tragedia del individuo, analizada desde un punto de vista social, ético y moral. Los principales problemas que angustian al hombre se apuntan ya en su primera obra, En la ardiente oscuridad, y continúan en obras posteriores.

La crítica ha clasificado su obra en teatro simbolista, teatro de crítica social y dramas históricos.

Teatro simbolista[editar]

En la ardiente oscuridad representa el crudo enfrentamiento con una realidad que no puede escamotearse ni disfrazarse. A través de la tara física de la ceguera, Buero simboliza las limitaciones humanas. Así, es símbolo de la imperfección, de la carencia de libertad para comprender el misterio de nuestro ser y de nuestro destino en el mundo. El hombre no es libre porque no puede conocer el misterio que le rodea.

El tema del misterio predomina en otras obras, también de corte simbolista: La tejedora de sueños, recreación del mito de Ulises y PenélopeIrene, o el tesoro, análisis del desdoblamiento de la realidad.

Crítica social[editar]

Estas obras analizan la sociedad española con todas sus injusticias, mentiras y violencias. Pertenecen a este grupo: Historia de una escaleraLas cartas boca abajo y El tragaluz.

Historia de una escalera, que obtuvo en 1948 el premio Lope de Vega, es posiblemente una de las obras más importantes del teatro de esta época por su carácter trágico y por la denuncia de las condiciones sociales de vida. La obra causó gran impacto por su realismo y contenido social. En ella plantea la imposibilidad de algunos individuos de mejorar materialmente debido a la situación social y a la falta de voluntad.

El tragaluzcomo casi todas las de Buero Vallejo, comienza de manera aparentemente anodina, contando la historia de una familia, pero luego se vuelca hacia un relato el cual, tanto por el fondo como por la forma (y siempre con la sutileza necesaria para esquivar a la censura), constituye un ataque en toda la línea de flotación al franquismo y a su obsesión por influir nuestra visión tanto de la historia pasada como futura. Su trama es aparentemente simple y su lectura muy fácil pero, sin embargo, en cuanto uno empieza a escarbar encuentra cinco o seis niveles de mensajes, todos potentísimos, y que impactan sobremanera al lector. Todos esos mensajes, en la época en la cual fue escrita (postrimerías del franquismo), se entendían sin necesidad de decir nada. Hoy, para comprenderlos, muchas veces deben ser contextualizados por analistas literarios.

Dramas históricos[editar]

En estos dramas, Buero toma los «materiales del pasado histórico (...) como trampolín o espejo y como mina de significaciones cara al presente y como "modelos" en el sentido que la sociología da al vocablo» (Francisco Ruiz Ramón). Recuérdese que esto mismo ocurría en Francisco Ayala.

Pertenecen a este grupo Un soñador para un puebloLas MeninasEl concierto de San Ovidio y El sueño de la razón.

Un soñador para un pueblo relata el fracaso de un hombre empeñado en mejorar la vida de un pueblo. El protagonista, Esquilache, ha de enfrentarse a todo el sistema, pues la política que pretende imponer no cuenta con el apoyo popular. Pero en realidad, la oposición a su política no procede del mismo pueblo, sino de un tercer poder, que, oculto, mina las mejoras de vida. Al final, Esquilache se sacrifica: renuncia a su cargo y marcha al exilio.

El concierto de San Ovidio, Parábola en tres actos se estrenó en 1962. A partir de un grabado que representa el espectáculo de la orquestina de ciegos del Hospicio de los Quince Veintes, realizado en septiembre de 1771, Buero reconstruye un drama en el que aflora lo grotesco, la injusticia y la falta de ética. Los temas son la explotación del hombre por el hombre y la lucha del hombre por su libertad.

El sueño de la razón. La obra se sitúa en el Madrid de 1823, durante la ola de terror desencadenada por Fernando VII en su lucha contra los liberales. El protagonista es Francisco de Goya. A través de la sordera de este personaje —de nuevo una tara física—, Buero simboliza la incapacidad de algunos para oír el sentido de la realidad.

Entre sus últimos títulos figuran Caimán (1981), Diálogo secreto (1984) y Lázaro en el laberinto (1986).

Personajes[editar]

Se podría decir que los personajes de Buero Vallejo suelen coincidir con las siguientes características:

  • Presentan alguna tara física o psíquica.
  • No se reducen a simples esquemas o símbolos.
  • Son caracteres complejos que experimentan un proceso de transformación a lo largo de la obra.
  • La crítica los ha distinguido entre personajes activos y contemplativos. Los primeros carecen de escrúpulos y actúan movidos por el egoísmo o por sus bajos instintos, y, llegado el caso, no dudan en ser crueles o violentos si con ello consiguen sus objetivos. No son personajes malos; la distinción maniquea entre buenos y malos no tiene cabida en el teatro de Buero. Los contemplativos se sienten angustiados. El mundo en que viven es demasiado pequeño. Se mueven en un universo cerrado a la esperanza. A pesar de ser conscientes de sus limitaciones, sueñan un imposible, están irremediablemente abocados al fracaso. Nunca ven materializados sus deseos.

Obras[editar]

Teatro[editar]

Sus obras teatrales son, por orden de estreno:

Ensayo[editar]

  • Tres maestros ante el público (Valle-Inclán, Velázquez, Lorca) (1973)

Filmografía[editar]

Películas basadas en sus obras

Premios[editar]

  • 1949.- Premio Lope de Vega de Teatro (Ayuntamiento de Madrid), Historia de una escalera
  • 1956.- Premio Nacional de Teatro (INAEM), Hoy es fiesta
  • 1957.- Premio Nacional de Teatro (INAEM), Las cartas boca abajo
  • 1967.- Premio El Espectador y la Crítica, El tragaluz
  • 1970.- Premio El Espectador y la Crítica, El sueño de la razón
  • 1974.- Premio El Espectador y la Crítica, La Fundación
  • 1974.- Premio Mayte de Teatro, La Fundación
  • 1976.- Premio El Espectador y la Crítica, La doble historia del doctor Valmy
  • 1977.- Premio El Espectador y la Crítica, La detonación
  • 1980.- Premio Nacional de Teatro (INAEM)
  • 1980.- Medalla de Plata del Círculo de Bellas Artes
  • 1981.- Premio El Espectador y la Crítica, Caimán
  • 1984.- Premio El Espectador y la Crítica, Diálogo secreto
  • 1985.- Premio Ercilla de Teatro, Diálogo secreto
  • 1985.- Premio Nacional de Teatro (INAEM), Un soñador para un pueblo
  • 1986.- Premio El Espectador y la Crítica, Lázaro en el laberinto
  • 1986.- Premio Miguel de Cervantes (España)
  • 1994.- Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes
  • 1996.- Premio Nacional de las Letras Españolas
  • 1997.- Medalla de Honor de la Universidad Carlos III
  • 1997.- Medalla de Oro de la Diputación Provincial de Guadalajara
  • 1997.- Medalla de la Orden Andrés Bello de Venezuela
  • 1998.- Medalla de Oro del Ayuntamiento de Madrid
  • 1999.- Max de Honor de las Artes Escénicas (SGAE y La Fundación Autor)
  • 2000.- Premio Especial de Teatro de Rojas,(a título póstumo)


Predecesor:
Antonio Rodríguez-Moñino
Académico de la Real Academia Española
Sillón X

1972-2000
Sucesor:
Francisco Brines
Predecesor:
Gonzalo Torrente Ballester

Premio Miguel de Cervantes

1986
Sucesor:
Carlos Fuentes

Referencias[editar]

  1.  Biblioteca de Castilla-La Mancha: Nota biográficas Archivado el 20 de julio de 2011 en Wayback Machine. Consultado el 28 de marzo de 2011
  2.  Hernández de Miguel, Carlos (2019). Los campos de concentración de Franco. Penguin Random House. p. 271. ISBN 978-84-666-6478-3.
  3. ↑ Saltar a:a b Redacción (15 de julio de 2020). «Muere la actriz Victoria Rodríguez, viuda de Buero Vallejo Madrid»El Español (Madrid). Consultado el 16 de julio de 2020.
  4. ↑ Saltar a:a b Martínez Jiménez, José Antonio; Muñoz Marquina, Francisco; Sarrión Mora, Miguel Ángel (2011). «Los textos dialogados». Lengua Castellana y Literatura (Akal edición). Madrid: Akal Sociedad Anónima. p. 178. ISBN 9788446033677.
  5.  Muñoz Cáliz, Berta (2005). El teatro crítico español durante el franquismo visto por sus censores. Madrid, Alcalá de Henares, Fundación Universitaria Española. ISBN 8473926013.
  6.  La Vanguardia Española, 23 de mayo de 1972
  7.  http://www.filmaffinity.com/es/film991284.html