El pionero del futuro
Según la revista Forbes, es la
segunda mayor fortuna del planeta
(durante años fue la primera
gracias a un patrimonio valorado en
cincuenta y nueve mil millones de
dólares) y la quinta persona más
poderosa. ¿Realmente la figura de
Bill Gates (1955) ha cambiado el rumbo
de la Historia? Quizá su nombre
permanezca como el de otros tantos
millonarios que destacaron en el
mundo de la economía y las finanzas y
que tan sólo son recordados por
haber dejado su nombre a museos e
instituciones benéficas… o quizá
no. Figura controvertida donde las
haya, Gates recoge en una sola
persona el devenir de la segunda mitad
del siglo XX en lo que de
proyección hacia el futuro tiene. Nadie como
él supo ver el enorme campo de
desarrollo económico que representaba la
revolución informática, y pese a
las acusaciones reiteradas de copia de
ideas ajenas, abuso de posición
dominante en el mercado y prepotencia
para con sus competidores, no
cabe duda de que ha sabido aprovechar las
infinitas oportunidades que se le
han presentado y que ello le ha
llevado al puesto privilegiado
del que goza en nuestros días.
Es un hecho constatado que buena
parte del desarrollo científico y
tecnológico producido en el siglo
XX ha sido resultado de las
situaciones bélicas que tanto
proliferaron a lo largo de aquellos cien
años. Tras la Segunda Guerra
Mundial (1939-1945) los esfuerzos
extraordinarios que habían
realizado los países aliados para mejorar las
comunicaciones y la capacitación
tecnológica de sus respectivos
ejércitos no se detuvieron. La
división del mundo en bloques liderados
por las dos superpotencias que se
amenazaban mutuamente con la
destrucción nuclear llevó a que
siguiesen invirtiéndose durante décadas
cantidades ingentes de dinero
para el desarrollo de armas, sistemas de
comunicación e ingenios
tecnológicos que mejorasen tanto la capacidad
ofensiva como defensiva de los
Estados Unidos de América y la Unión de
Repúblicas Socialistas
Soviéticas.
El desarrollo prodigioso de la
informática durante la segunda mitad del
siglo tiene precisamente su
origen en el esfuerzo bélico de las décadas
de 1930 y 1940. Para hacerse una
idea de este avance basta recordar los
ordenadores de los años cuarenta:
tenían miles de componentes, usaban
como unidades de entrada y salida
lectores de tarjetas o cintas
perforadas, pesaban toneladas y
ocupaban una o más estancias. Su
contraste con los equipos de
sobremesa que hoy en día pueblan buena
parte de los hogares del planeta
es evidente. Del temido y mitificado
«cerebro electrónico» (así
bautizó la prensa estadounidense a los
primeros ordenadores presentados
a los medios de comunicación) al PC
transcurrieron menos de cuarenta
años, y al notebook, menos de setenta.
Aquél fue recibido con temor e
incomprensión generalizados; éstos han
entrado a formar parte de nuestra
vida cotidiana y condicionan
actualmente nuestra concepción
del trabajo y el ocio. Por todo esto no
se ha dudado en hablar de
«revolución informática» o «tercera revolución
industrial» para referirse a los
cambios que la informática ha traído en
un intervalo de tiempo
sorprendentemente breve.
Las razones de este progreso casi
milagroso han sido varias. La primera
de ellas fue el avance de la
ciencia y la técnica, que permitió la
aparición de materiales y
soportes con los que hoy se fabrican los
equipos informáticos, y el avance
de la lógica y las matemáticas que
sirven de base a los lenguajes de
programación que hacen funcionar los
ordenadores. La segunda fue el
crecimiento de los mercados y de la
economía de consumo y su
extensión a escala mundial tras la caída del
bloque comunista a finales de la
década de 1980, que permitió el
surgimiento de la informática
como negocio rentable y mantuvo los
avances técnicos cuando el fin de
la Guerra Fría hizo caer drásticamente
las partidas de investigación en
los presupuestos militares del mundo
occidental.
El chico de gafas al que le
gustaba la electrónica
Cuando nació William Henry Gates
III, el 28 de octubre de 1955, buena
parte de estos avances estaban
todavía en pañales. Gates nació en el
seno de una acomodada familia de
Seattle (estado de Washington, Estados
Unidos). Su padre, William Gates
II (1925), era un conocido y respetado
abogado de la ciudad que durante
sus estudios en la Universidad de
Washington conoció a la que
acabaría siendo su mujer. Mary Maxwell Gates
(1929-1994) pertenecía a una de
las más importantes familias del Gran
Noroeste. Su abuelo, J. W.
Maxwell, fundó el First National Bank de
Seattle, y sus padres, Willard
(también banquero) y Adele Maxwell,
pertenecían a lo más granado de
la sociedad del momento. Mary destacaba
por su viveza e inteligencia, que
en la universidad la llevaron a ser
líder estudiantil, mientras que
Gates era un discreto, tímido y aplicado
estudiante de derecho. Aunque a
primera vista pareciese que no
congeniaban, se casaron en 1951 y
permanecieron juntos hasta el
fallecimiento de ella cuarenta y
tres años más tarde. Mary siguió las
convenciones de la época y tras
la boda abandonó su carrera como maestra
para dedicarse a su familia y a
las obras de caridad, entonces una
ocupación prioritaria de las amas
de casa de alta sociedad. Al igual que
sus padres, alcanzó notoriedad
social, llegando a formar parte del
patronato de la Universidad de
Washington y a ser directora de la
organización benéfica
norteamericana United Way International.
El matrimonio tuvo dos hijas y un
hijo. La primera en llegar fue Kristi,
nacida en 1951. Bill fue el
segundo. Durante su infancia estuvo muy
ligado a su madre. De hecho,
antes de escolarizarle, ella solía llevarle
a las conferencias voluntarias
que impartía en escuelas de la ciudad.
Desde muy temprano demostró ser
un niño taciturno y muy curioso. Sus
padres le inculcaron una
educación estricta y competitiva, ya que
fomentaban entre sus hijos los
juegos y competiciones, siendo
especialmente recordados en su
ambiente familiar los que tenían lugar en
la casa familiar de verano en el
idílico entorno de Hood Canal: eran una
mezcla de campamento y simulacro
de juegos olímpicos que organizaba
todos los veranos la familia
Gates. Otro de los episodios más destacados
de su infancia es que, con tan
sólo siete años, Bill pudo visitar con el
resto de su familia la Exposición
Universal de Seattle en 1962, dedicada
a los avances que marcarían el
siglo XXI. En el certamen entró en
contacto por primera vez con los
ordenadores, ya que la computación era
uno de los avances tecnológicos a
los que más atención se prestó en
dicho evento, y muy posiblemente
fue una de las primeras ocasiones en
las que pudo demostrar su talento
natural en matemáticas y ciencias exactas.
Los padres de Gates eran
defensores de la enseñanza pública, por lo que
el niño acudió a la escuela
primaria pública, aunque para la secundaria
sus padres decidieron ingresarle
en uno de los colegios privados más
importantes del estado, el
Lakeside School, en 1969. La decisión paterna
estuvo ocasionada porque pensaron
que su hijo estaría más atendido y
dirigido en ese centro pues había
comenzado a desarrollar cierta
independencia emocional y
rebeldía preadolescente en los años previos.
Allí, a los trece años, Gates se
inició en la informática y la programación.
En aquel entonces era infrecuente
que una institución educativa contase
con un ordenador entre las
instalaciones dedicadas a la formación de sus
alumnos, pero Lakeside era un
caso distinto. El colegio tuvo la fortuna
de que una compañía de la ciudad
le ofreciese para fines educativos el
uso de su ordenador a través de
una línea de teletipo con terminal en la
escuela. El Gates adolescente
demostró de inmediato un gran interés por
la novedad y comenzó a pasar
largos ratos en el «cuarto del ordenador»,
que también frecuentaban otros
chicos de la escuela, entre los que se
encontraba uno dos años mayor que
él, Paul Allen. Pese a la diferencia
de carácter evidente entre ambos
(Gates era competitivo y dinámico y
Allen más tranquilo y
contemplativo), entablaron amistad rápidamente y
juntos comenzaron a realizar
proyectos de programación que pronto se
revelaron útiles y rentables.
Así, en 1970 crearon el programa
Traff-O-Data, utilizado para
medir el tráfico en el área metropolitana
de Seattle, con el que ganaron
veinte mil dólares. Pese a que su buena
posición familiar podía haberle
facilitado el camino en aquel momento,
Bill desde muy joven demostró
querer ganar su propio dinero y labrarse
una posición propia al margen de
su familia. Era la primera vez que
Gates evidenciaba cierto talento
comercial, pero aquello no sorprendió
demasiado a su entorno. Según uno
de sus biógrafos, Paul Andrews, «el
padre de uno de los amigos de
infancia de Bill decía que tenía un olfato
especial para los negocios». Su
trayectoria posterior confirmaría esta
temprana impresión.
Gates se graduó en Lakeside en
1973. Aunque ya con anterioridad Allen y
él habían estado explorando la
posibilidad de empezar a trabajar en
compañías de informática e
incluso habían hablado de crear la suya
propia, los padres de Bill
insistieron en que finalizase sus estudios
acudiendo a la universidad. Este
deseo se materializó en la aceptación
de la solicitud de ingreso del
joven en la Universidad de Harvard, por
lo que tuvo que trasladarse desde
su hogar paterno en la costa Oeste
hasta Cambridge (estado de
Massachusetts). Allí pensó durante un tiempo
en seguir los pasos de su padre y
estudiar derecho, pero lo que
realmente le atrajo y comenzó a
absorber su tiempo fue el Harvard
Computer Center, un centro
universitario en el que por fin podía tener a
su alcance ordenadores para el
aprendizaje y desarrollo de programas
informáticos. De hecho, la
computación era la actividad que consumía
prácticamente todo su tiempo.
Como recuerda el actual director ejecutivo
de Microsoft, Steve Ballmer, que
fue de los pocos amigos duraderos que
hizo Gates en la universidad,
éste se entregaba con pasión a lo que
llamaba su atención: «Él estaba
completamente dedicado a lo que
estuviese haciendo. Podía entrar
en su habitación y tirarse directamente
sobre la cama sin desvestirse,
cama que por supuesto estaba sin hacer
porque no tenía nunca tiempo para
eso… Sencillamente se quedaba dormido…
con la puerta abierta y vestido
de arriba abajo… y en cuanto había
descansado, ¡bum! De pie y a la
siguiente cosa que tuviese que hacer».
Pero pronto se desencantó con el
ambiente y la educación universitarios.
Intentó estudiar matemáticas,
pero desistió en cuanto se dio cuenta de
que no podía ser el primer
estudiante de Harvard en la materia. Al final
encontraría un motivo para dejar
la universidad, y sorprendentemente se
lo proporcionó su antiguo
compañero del colegio, Paul Allen. Después de
graduarse, Paul se había
trasladado de Seattle a Boston (ciudad vecina a
Cambridge, donde se encontraba el
campus de Harvard) ya que había
aceptado un empleo allí. En
diciembre de 1974 vio la cubierta de la
revista Popular Electronics y
corrió al campus para enseñársela a su
amigo. La revista llevaba la
noticia del lanzamiento, previsto para el 1
de enero de 1975, del Altair
8800, el primer microordenador puesto a la
venta en el mercado. Para ambos
fue evidente que una nueva era había
comenzado.
¿Aficionados excéntricos u
hombres de negocios?
El Altair lo fabricaba la empresa
Micro Instrumentation and Telemetry
Systems (MITS) con sede en
Albuquerque (estado de Nuevo México) y su
director, Ed Roberts, estaba
buscando a alguien que pudiese crear un
software específico para su
producto, que había obtenido un inesperado y
gran éxito en sus primeras
semanas a la venta. Paul Allen viajó hasta
Albuquerque en febrero de 1975
con un programa específico desarrollado
por Gates y él para mostrárselo a
Roberts. Cuando cargó el programa en
el Altair funcionó. El director
de MITS se interesó inmediatamente en lo
que aquellos dos muchachos podían
ofrecerle.
Gates abandonó sus estudios en
Harvard antes de completar su segundo año
y se trasladó también a
Albuquerque. Sus padres se mostraron
profundamente decepcionados por
la decisión de su único hijo varón, no
sólo por abandonar sus estudios,
sino también por la elección del sector
profesional y el lugar en el que
comenzar su aventura profesional. Pero
Bill no se acobardó; ese verano,
Gates, de diecinueve años, y Allen, de
veintiuno, fundaron Microsoft con
el objetivo de desarrollar software
específico para MITS, su
principal cliente en aquel momento. Fueron
meses de mucho trabajo y de lucha
constante. Lucha contra el ambiente
general entre los aficionados a
la computación. Hasta entonces la
informática había sido algo de
científicos y amateurs de toda condición
que se sentían atraídos por ese
incipiente campo. Entre ellos el
lanzamiento del primer
microordenador fue un auténtico bombazo que
sirvió para estimular el
desarrollo de programas tomando como base los
que Microsoft creaba para MITS,
que después ponían en común y
compartían. Bill Gates escribió
una carta abierta a los aficionados
denunciando que estas prácticas
equivalían a robar el trabajo que otros
estaban haciendo de forma
profesional: «Como gran parte de los
aficionados deben saber, la
mayoría de ellos roban el software que usan.
Por el hardware hay que pagar
pero el software es para compartir. ¿Quién
se preocupa de si se ha pagado a
las personas que lo han desarrollado?
¿Es esto justo? Pero todos ellos
deben saber que finalmente saldrán
perdiendo». Este escrito enemistó
a Microsoft con la mayoría de
aficionados y dejó claro de que
desde ese momento el software comenzaba
a ser un negocio que generaba
beneficios y cuyos productos estaban
sujetos a derechos que sus
autores iban a defender celosamente.
Microsoft también tuvo que luchar
por mantenerse como proveedor de
software de MITS. En primer
lugar, porque su director, Ed Roberts, no
les tomaba demasiado en serio.
Para él no dejaban de ser dos
extravagantes chicos amantes de
los microchips y no verdaderos hombres
de negocios. Además, la empresa
no marchaba de la forma que Roberts
deseaba, por lo que en mayo de
1977 tomó la decisión de venderla. El
choque con Gates y Allen fue
inmediato, ya que éstos no estaban
dispuestos a perder los derechos
sobre los programas que habían creado
para MITS. Roberts no cedió,
Microsoft acudió a los tribunales para
reclamar lo que consideraba suyo,
y ganó.
Sin el imán de MITS ejerciendo de
ancla en Albuquerque, Microsoft pronto
cambió de sede. A finales de 1978
y con ventas próximas al millón de
dólares, la empresa se trasladó a
Seattle. Allen y Gates estaban felices
de volver a casa, pero no iba a
resultar fácil ya que había desaparecido
su principal cliente. Para Bill
el regreso fue además una reconciliación
con sus padres, que ahora fueron
de gran ayuda para asegurar que la
empresa se asentase en el estado
de Washington. Bill se convirtió de
hecho en el principal agente de
marketing de la compañía, y en sus
operaciones acudió frecuentemente
a su madre para que usase de su
influencia y le abriese
importantes puertas en su nueva ubicación. Bill
Gerberding, antiguo rector de la
Universidad de Washington, recuerda que
«Mary formaba parte de varios
consejos de dirección como el de nuestra
propia universidad. Estaba en el
consejo nacional de United Way, donde
también estaba el director
general de IBM… y así es como su hijo conoció
al director general de IBM, a
través de ella».
El gran salto
IBM (International Business
Machines) era una de las más antiguas
empresas presentes en el sector
de la informática. De hecho había sido
la primera en comercializar
calculadoras y computadoras electromecánicas
en los años cincuenta, antes de
que apareciese la revolucionaria novedad
del microprocesador que en los
setenta permitió la creación de los
microordenadores. Evidentemente
no quería quedarse al margen del
importante mercado que se abría y
a comienzos de los ochenta estaba
preparando el lanzamiento de su
propio microordenador, bautizado con el
nombre de PC (Personal Computer).
Para ello necesitaba que una empresa
desarrollase el software adecuado
para el PC, indispensable para el
éxito comercial de la operación.
Esa empresa fue Microsoft y Gates fue
quien lo hizo posible. En
noviembre de 1980 tuvieron lugar los primeros
encuentros entre directivos de
IBM y la pareja Gates-Allen. El desafío
era importante: el fabricante de
ordenadores deseaba un sistema
operativo propio para sus
aparatos, y de nuevo la juventud de sus
interlocutores no le convenció al
principio. Allen y Gates recurrieron a
un golpe de efecto para hacerse
con el encargo. Convencieron a la
compañía para que les ofreciese
una oportunidad, compraron por cincuenta
mil dólares un sistema operativo
ya existente (DOS, Disk Operating
System) y lo adaptaron a los
ordenadores de IBM, creando el MS-DOS
(Microsoft Disk Operating
System). Después de presentar el producto al
cliente, éste no sólo quiso que
se instalase en sus ordenadores, sino
que solicitó la compra a
Microsoft del código fuente y sus derechos,
opción a la que Gates y Allen se
negaron. Debido a ello IBM se vio
obligada a pagarles una licencia
de instalación de cada copia del
sistema operativo en sus
máquinas. Poco después, Microsoft comenzó a
vender su sistema operativo a
otros fabricantes de ordenadores que se
fueron introduciendo en el
mercado a imitación de los productos de IBM.
El resultado fue que hacia 1983
un treinta por ciento de los ordenadores
del mundo funcionaban con
software de Microsoft, cuyos beneficios
ascendieron a los dieciséis
millones de dólares.
Pero IBM no fue la única empresa
importante para la que comenzaron a
trabajar. En abril de 1976 dos
antiguos amigos de instituto que una vez
graduados habían trabajado para
empresas informáticas de Silicon Valley,
Steve Wozniac y Steve Jobs,
fundaron su propia empresa: Apple Computer.
En 1980 alcanzaron importantes
niveles de ventas y prestigio en el
sector gracias a su
microordenador Apple III, al que siguió el que se
ganó la reputación de «máquina
perfecta», el Macintosh. Este éxito se
basaba en la incorporación de
componentes externos y una presentación
gráfica que hacían mucho más
fácil e intuitivo el uso del ordenador, lo
que permitió atraer a buena parte
del público que hasta entonces
rechazaba la informática por
considerarla algo difícil y sólo apta para
iniciados. Microsoft fue
contratada para desarrollar algunos de los
programas destinados a los
ordenadores Apple, aunque pronto la
colaboración entre ambas empresas
acabó convirtiéndose en competencia.
Navegando en solitario
En 1983 Microsoft experimentó un
cambio de importancia capital. En aquel
año Paul Allen se vio obligado a
apartarse de su actividad profesional
debido a que se le había
diagnosticado la enfermedad de Hodgkin, un tipo
de linfoma. Aunque superó la
enfermedad nunca volvió a incorporarse a la
primera línea de trabajo en la
empresa que había cofundado. Para Bill
Gates fue un duro golpe personal
y le obligó a cambiar todo el
planteamiento de cómo trabajaba
la compañía, donde la sensación de
pérdida irreparable fue
generalizada. Su biógrafo Paul Andrews definió
así la situación: «La Historia
está demostrando que su conjunción daba
como resultado un dinamismo
increíble… Habitualmente los comparo con los
Beatles Lennon y McCartney. Las
canciones que escribieron juntos son las
que recordamos siempre y las que
ponemos una y otra vez. Eran grandes
escritores de canciones por
separado, todavía escuchamos las canciones
que cada uno compuso. Pero juntos
eran todavía más grandes que la suma
de las partes. Paul y Bill eran
también así».
Bill Gates se convirtió de este
modo en el único responsable a la cabeza
de Microsoft. En abril de aquel
año fue elegido por la revista Time como
el representante de una nueva
generación de hombres de negocios cuyo
mérito residía en comprender y
liderar no sólo el campo del avance
tecnológico sino el de la
estrategia empresarial. De hecho habían
llamado la atención poderosamente
las rutinas de trabajo que se
aplicaban en Microsoft, que a
menudo se habían descrito como «un
campamento veraniego de
matemáticas», donde la capacidad creativa y el
bombardeo de ideas jugaban un
papel esencial. Gates se rodeaba de
equipos muy dinámicos en los que
el reto de presentar nuevas ideas era
constante y en el que el ritmo de
trabajo era frenético y absorbente.
Jeff Raikes, de Microsoft,
todavía recuerda que una mañana, la nueva
secretaria de Gates, Miriam
Lubow, «llegó y no sabía si llamar a la
policía porque había un tipo
durmiendo debajo de un escritorio. Resultó
que era Bill».
A ello se habían unido una rápida
internacionalización (la compañía
abrió su primera delegación en
Tokio en 1977 y en Europa al año
siguiente) y diversificación de
los productos desarrollados. Ya no eran
sólo sistemas operativos, sino
aplicaciones que aumentaban
exponencialmente la utilidad
práctica de los ordenadores y, por tanto,
el número de sus potenciales
compradores. En 1983 lanzó al mercado el
procesador de textos Word y en
1986 un entorno gráfico para su sistema
operativo MS-DOS que hacía mucho
más asequible el trabajo informático:
Windows. Los usuarios se dieron
cuenta rápidamente de que muchas de sus
características (el uso
imprescindible del ratón y el de iconos para la
ejecución de comandos, entre
otras) lo hacían sospechosamente similar al
sistema operativo de los
Macintosh de Apple. La polémica fue mayúscula,
puesto que Apple había otorgado a
Gates pleno acceso al software del
nuevo Macintosh cuando la
compañía de la manzana era todavía cliente de
Microsoft. Gates había intentado
comprar una licencia de uso para
incorporar algunas de las
novedades de Apple en sus programas, pero la
estrategia de esta compañía
consistía en vender sus propios ordenadores
con su propio sistema operativo,
por lo que desecharon la solicitud de
Microsoft. Gates procedió
entonces a aplicar algunas de las novedades de
Apple a sus programas. Las dos
compañías se amenazaron mutuamente: Apple
con demandar a Microsoft por
Windows, Microsoft con denegar a Apple el
acceso a software de su propiedad
que necesitaba para sus ordenadores.
Las demandas no se hicieron
esperar mucho, y finalmente Gates ganó ante
los tribunales cuando logró
demostrar que, pese a las apariencias
formales, cada función individual
de Windows era diferente a sus
análogas en Macintosh.
En 1986 se produjo un nuevo salto
cualitativo en la escalada de la
compañía. Microsoft salió a
Bolsa, y Gates conservó el cuarenta y cinco
por ciento de las acciones. Pero
no todo el mundo veía con buenos ojos
el éxito creciente de la
compañía: la omnipresencia de sus productos
estaba empezando a levantar
ampollas. Uno de los primeros inconvenientes
que se presentó fue que IBM
decidió prescindir del sistema operativo de
Microsoft para desarrollar el
suyo propio (bautizado con el nombre de
OS/2). Irónicamente, la empresa
de Gates había tenido cierto papel en su
desarrollo. El envite era
importante ya que IBM era el principal
fabricante de ordenadores y podía
privar a Microsoft de una importante
cuota del mercado del software.
Pero su respuesta fue potenciar y
actualizar la apuesta por
Windows, cuyo resultado fue el lanzamiento de
Windows 3.0 el 22 de mayo de
1990. Fue todo un superventas. A comienzos
de esa década la lucha por el
mercado se produjo entre estos dos
sistemas operativos, y finalmente
OS/2 fracasó estrepitosamente. Ese
mismo año vio la luz el paquete
de programas de ofimática Microsoft
Office, que reunía varios de los
programas previamente desarrollados por
la empresa (Word y la hoja de
cálculo Excel, entre otros) e introducía
mejoras sustanciales. Otra vez el
éxito del producto fue arrollador,
dando importantes beneficios y
cuota de mercado a su fabricante.
Éxito comercial y problemas
legales
Sin embargo no todo fue éxito en
estos años, ya que fue entonces cuando
la Comisión Federal de Comercio
comenzó a investigar las denuncias
contra Microsoft por abuso de
posición dominante en el mercado. Se
acusaba a la empresa de bajar los
precios de sus productos para eliminar
posibles competidores y de
obligar a los fabricantes de hardware a pagar
tasas y derechos incluso si no
llegaban a instalar el sistema operativo
de Microsoft en sus aparatos.
Desde ese momento el éxito de Microsoft
fue acompañado de un deterioro de
su imagen pública y de la de su
fundador, que era presentado por
los medios, no ya como el talento del
siglo, sino como un rudo hombre
de negocios sin escrúpulos. El
Departamento de Justicia del
gobierno de Estados Unidos abrió una nueva
investigación en 1993 y llegó a
acusar formalmente a Microsoft por
prácticas abusivas. Finalmente el
caso fue archivado en julio de 1994
cuando Microsoft aceptó renunciar
al cobro de ciertas tasas por derechos
de software a los fabricantes de
ordenadores. Pero fue una tregua
temporal. En octubre de 1997 el
Departamento de Justicia presentó una
demanda contra Microsoft ante la
Corte del Distrito Federal acusando a
Microsoft de violar el acuerdo de
1994.
Para la compañía fue un momento
duro: los frentes legales se
multiplicaban y el valor en Bolsa
de las acciones caía continuamente
pese al éxito de sus productos
informáticos. Gates, haciendo gala de su
talento para el marketing, atrajo
la atención con iniciativas llamativas
para contrarrestar la imagen
peyorativa que de él daban los medios, como
comparecer en una de las
convenciones comerciales disfrazado de Spock de
Star Trek. Estas actividades
estuvieron acompañadas de medidas para
rebajar la tensión dentro de la
compañía, entre las que destacó la
organización de una competición
lúdica veraniega para sus trabajadores
que llamó «Micro-Juegos»,
inspirados en el recuerdo de las actividades
de su niñez en Hood Canal.
Fue en uno de esos eventos donde
le presentaron a una de las nuevas
ejecutivas contratadas por la
compañía, Melinda French. Pronto comenzó
entre ellos una relación especial
y el hombre glacial y sin sentimientos
que presentaba la prensa acabó
contrayendo matrimonio con Melinda el 1
de enero de 1994 en Hawai. No fue
el único acontecimiento importante en
la vida personal de Gates durante
ese año. Poco después de la boda la
familia recibió la noticia de que
su madre, Mary, padecía cáncer de
mama, enfermedad de la que
falleció en la madrugada del 10 de julio de
1994. Fue un duro golpe para el
director de Microsoft y una de sus
consecuencias inmediatas fue la
de aumentar su interés por las
actividades filantrópicas,
especialmente por las relacionadas con la
investigación sanitaria en
general y la enfocada a la cura de
enfermedades en particular.
Para superar la crisis Gates
decidió diversificar la actividad de la
empresa. Convencido desde finales
de los ochenta del campo que se abría
a la informática en materia de
información y entretenimiento, posibles
gracias al desarrollo de la
tecnología multimedia, creó una división
multimedia en 1989. Uno de los
primeros frutos de esta iniciativa fue la
comercialización en 1993 de la
Microsoft Encarta, la primera
enciclopedia multimedia en
soporte CD-Rom. Siguiendo con esta
estrategia, en 1996 creó un
operador de televisión por cable con la
cadena NBC-Universal llamada
MSNBC. Ésta fue la línea que mantuvo en la
década siguiente cuando Microsoft
desembarcó en nuevos campos como el de
las videoconsolas.
1995 fue un año de remontada para
Microsoft. En esa fecha lanzó al
mercado un nuevo sistema
operativo, Windows 95, que comenzó una larga
serie (Windows 2000, XP, Vista y
7) que le ha llevado a afianzar una
extraordinaria posición en el
mercado mundial del software. Pero también
fue la fecha en que comenzaba a
abrirse un nuevo campo para la
informática y en el que la
compañía de Seattle no estaba tan preparada:
internet. El desarrollo de redes
de información que conectaban
ordenadores distantes a través de
grandes servidores había tenido su
inicio como toda la informática
en el contexto de la Guerra Fría: en
1967, el gobierno de Estados
Unidos hizo pública la existencia de la red
militar de información ARPANET,
primer antecedente de las modernas redes
informáticas mundiales de
información. A mediados de los noventa la
puesta en marcha de la World Wide
Web, red de servidores que permitían
la conexión de ordenadores de
todo el mundo, disparó la demanda de
programas que gestionaban dichas
conexiones, los llamados «navegadores».
Las ventas estaban dominadas por
la compañía Netscape, cuyo navegador
homónimo era el más demandado. La
respuesta de Gates fue contundente.
Desarrolló su propio navegador,
Internet Explorer, y decidió incluirlo
en todas las copias de Windows
que se instalasen en nuevos ordenadores.
Inmediatamente se le acusó de
guerra sucia para eliminar a la
competencia. El resultado fueron
nuevos problemas legales: en 1998 se
abrió una causa antimonopolio
contra Microsoft promovida por el gobierno
de Estados Unidos y diecinueve de
los estados de la Unión. El propio
Gates tuvo que comparecer ante el
Senado para defender sus tácticas
comerciales. En 2000 un juez
federal ordenó dividir la compañía en dos y
sólo cuando se llegó a un acuerdo
con el Departamento de Justicia en el
año 2002 la causa fue archivada.
La proliferación de nuevos
pleitos por las prácticas comerciales de la
compañía produjeron que la mala
imagen de ésta se perpetuase y que las
autoridades de otros países
comenzasen a investigar las actividades de
Microsoft en sus respectivos
mercados. En 2004 la Comisión Europea
inició acciones legales contra
Microsoft por monopolio y abuso de
posición dominante; fue condenada
a una multa millonaria y a realizar
modificaciones en sus productos.
El cumplimiento de la condena no fue
del todo satisfactorio para la
Comisión, que en 2008 impuso una nueva
multa a la compañía por su falta
de celo a la hora de cumplir con la
pena que se le había impuesto.
¿Un discreto segundo plano?
A mitad del proceso, en el año
2000, Bill Gates sorprendió a la opinión
pública al anunciar que
abandonaba la primera línea en la dirección de
Microsoft. El puesto de director
general de la empresa fue cedido a su
amigo de Harvard Steve Ballmer,
permaneciendo como arquitecto jefe de
software y presidente de la
compañía. Gradualmente ha ido abandonando el
trabajo diario en la misma: en
junio de 2006, Craig Mundie asumió las
responsabilidades de jefe de
estrategia e investigación, y finalmente en
junio de 2008 anunció su abandono
de la actividad cotidiana en Microsoft
para centrarse en su trabajo en
actividades filantrópicas.
Completando el camino que inició
a la muerte de su madre, y continuando
en buena medida el camino
iniciado por ella, Bill Gates y su esposa
fundaron en 2000 la Bill &
Melinda Gates Foundation, institución a la
que cada vez ha dedicado más
tiempo. Pese a mantener el puesto de
presidente no ejecutivo de
Microsoft y ejercer de asesor para la
empresa, Gates ha ido retirándose
de la actividad empresarial para
dedicarse de lleno a la benéfica.
La fundación fue diseñada con tres
líneas esenciales de actuación:
la lucha contra las enfermedades, la
promoción del desarrollo en los
países del Tercer Mundo y la mejora de
la educación y las oportunidades
de los menores. Especial impulso se ha
dado al primero de los puntos, ya
que la ambición de la fundación era
evitar las muertes de miles de
personas en el mundo por enfermedades que
tienen una cura disponible hoy en
día pero que por motivos económicos no
pueden llegar a países
desfavorecidos. Asimismo, la lucha dentro del
tercer programa citado por
facilitar el acceso a internet y a la
informática a los necesitados
(contribuyendo así a cerrar la que se ha
venido a llamar «brecha digital»)
ha sido otro de los objetivos
prioritarios de la fundación.
Sin embargo, la actividad de
Gates no se ha limitado en los últimos
tiempos a su fundación. A
comienzos de los noventa fundó una empresa
dedicada a la compilación y
servicio de imágenes de todo tipo: Corbis.
La idea era hacer un gran banco
de imágenes en soporte informático que
pudiese servir de recurso a
profesionales de la publicidad, el
marketing, los medios de
comunicación y la edición. Fue una idea de
éxito y los objetivos iniciales
se cubrieron con rapidez. A éstos se
fueron uniendo otros que son los
que han cobrado mayor protagonismo en
la última década. Efectivamente,
Gates ha volcado grandes dosis de
esfuerzo en conseguir la
conservación digital de imágenes de
procedencias muy variadas,
incluyendo colecciones históricas de frágil
conservación en su soporte
original. Para ello financió la construcción
de dos instalaciones diseñadas a
propósito para lograr que dicho
patrimonio llegase a las
generaciones futuras. La primera de ellas es la
Film Preservation Facility (FPF)
en Pensilvania (Estados Unidos) y la
segunda la Sygma Acces and
Preservation Facility situada en las afueras
de París (Francia).
También otras facetas de Gates
son reseñables, como su pasión por los
libros y la lectura. Ha
participado en varias publicaciones sobre su
persona y su actividad
empresarial y es autor en solitario de dos
libros: The road ahead (traducido
al castellano como Camino al futuro,
1995, que tuvo una segunda
edición revisada en 1997) y Business at the
speed of thought (traducido como
Los negocios en la era digital, 1999).
Una de sus acciones de mayor
trascendencia pública fue la adquisición en
1994 por más de treinta millones
de dólares del llamado Códice Leicester
o Códice Hammer, el último
manuscrito de Leonardo da Vinci conservado en
manos privadas y el único en una
colección estadounidense, que contiene
una gran colección de escritos
científicos del genio del Renacimiento
italiano. Esa pasión por los
libros ha llevado a que en la Bill &
Melinda Gates Foundation uno de
los programas destacados de su labor en
Estados Unidos sea el de
financiación y promoción de bibliotecas.
Entre 1995 y 2009 (excluyendo el
año 2008) fue coronado por la revista
Forbes como el hombre más rico
del mundo. Como se puede deducir de lo
afirmado hasta aquí, el origen de
la fortuna de Gates puede ser
discutido. Si procede de su
esfuerzo personal, de las posibilidades de
promoción que le proporcionó su
entorno familiar, de malas prácticas
empresariales mantenidas en el
tiempo o de un talento genial para la
informática que le ha permitido
ver oportunidades de mercado donde sus
competidores no fueron capaces,
es algo que seguirá estando sujeto a
controversia durante mucho
tiempo. El paso de los años y el alejamiento
de Gates del primer plano de la
actividad económica permitirán poco a
poco ir otorgando a su
trayectoria una dimensión más ajustada. De lo que
no cabe duda es de que se trata
de un personaje cuya labor durante años
ha determinado el curso de una
revolución tecnológica que ha entrado en
la vida cotidiana de buena parte
de la población del planeta.
Evidentemente no ha sido el único
protagonista de este proceso, complejo
y diverso donde los haya, pero
más allá de polémicas, su vida es ejemplo
de una generación que promovió la
irrupción de la microinformática en la
sociedad y la economía desde
mediados de la década de 1970, y, en esa
medida, la de alguien que ha
dejado una base sobre la que se está
construyendo hoy en día el
futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario