Emilio del Carril
[Cuento. Texto completo.]
Saludos a todos. Soy el amigo imaginario de Octavio. Debería llamarme Octavio Jr., pero él siempre me ha llamado Timoteo, nombre que él sabe que detesto. Me creó a los tres años, cuando sus padres lo dejaban solo. Fui yo quien le terminé de montar su primer Lego y le pasaba las etapas difíciles de los juegos electrónicos. Hice todas sus tareas.
Una tarde me dijo que lo sustituyera en la escuela. Ese día tuve que pelear con varios chicos que lo acosaban. Pocos años después, pasé sus exámenes para entrar a la universidad.
Todo iba bien entre nosotros, hasta que me obligó a salir con su chica, Andreiana. Como si fuera producto del peor escritor de novelas mexicanas, tuve que sustituirlo en una salida con ella, para que él pudiera encontrarse con un nuevo amor eterno de una semana. Eso fue un problema, porque terminé enamorado de ella. Nunca se lo he dicho a él, de hecho, no se lo diré, pero he copulado con ella un par de veces, de hecho, más veces que él.
Ayer ella me confesó que está embarazada. Estoy seguro de que es mío. El doctor le dijo que era un embarazo imaginario (no faltaba más), pero yo he tocado su vientre y he sentido cuánto ha crecido la criatura. Decidimos escaparnos; de todas formas, Octavio sigue encaprichado con sus conquistas. Hay personas que no pueden ser fieles ni a sí mismos.
Nos mudamos a Alaska. Allí alquilamos una casita al lado de un lago congelado. No sabemos si fue el frío, la distancia o el cambio abrupto, pero ella tuvo un aborto. Fue muy difícil para nosotros. De alguna forma me consoló el hecho de que abortar a un bebé imaginario con sangre imaginaria y placenta imaginaria, es, al menos, un proceso bastante limpio, ya que no se mancha nada.
Hemos visto un anuncio en un periódico cibernético en el que se denuncia la desaparición de Andreiana. Mencionaba que ella tiene problemas mentales, que está fuera de la realidad, que inventa eventos y amigos. La noticia me ha afectado mucho.
Hoy tuve la valentía de mirar mi rostro imaginario en el espejo, me alivia saber que no existo, no soy nada, nadie… Dentro de todo, mi inexistencia es lo mejor que nos puede pasar, porque no quiero causarle daño a la mujer que amo, imaginariamente.
FIN
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