Al poema confío la pena de perderte. He de lavar mis ojos de los azules tuyos, faros que prolongaron mi naufragio. He de coger mi vida desecha entre tus manos, leve jirón de niebla que el viento entre sus alas efímeras dispersa. Vuelva la noche a mí, muda y eterna, del diálogo privada de soñarte, indiferente a un día que ha de hallarnos ajenos y distantes.
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