Anda en pareja o en pequeñas bandadas, Es traviesa y bochinchera; cuando vuela y canta parece que anduviera paseando el carnaval por el aire.
Tiene el copete castaño, el lomo y las alas jaspeado: castaño oscuro, crema, blanco y ocre, la cola blanca con una franja marrón oscura, los ojos pardos, el pico anaranjado, y las patas grises.
Es lindo ver a las friolentas urracas en los días de invierno. Se posan en una rama, una aliado de la otra y lentamente se van juntando para darse calor, hasta formar un apretado racimo.
A veces se reúnen varias hembras y ponen los huevos -de un color azul oscuro con manchas blancas- en un nido común que construyen con palitos, pajas y plumas.
Se alimenta de insectos, lombrices, gusanos, lagartijas y cuando puede, pichones y huevos que roba a las aves vecinas.
En el norte, donde comúnmente la llaman machilo, preparan con los sesos del macho puntero -el que encabeza la bandada- un gualicho para el amor. Una vez disecados y hechos polvo, lo sirven en el mate, té o café y quien lo toma queda “enmachilado”, es decir, enamorado de la persona que preparó la infusión y se la dio a beber. Es arma de doble filo, porque también lo usan como contra gualicho para dar olvido y curar mal de amores.
La urraca fue una costurera ladrona y coqueta. Tenía la costumbre de vestirse con los géneros que robaba a los clientes. La Virgen, que entonces andaba por la tierra e iba de casa en casa para poner a prueba el corazón de la gente, se presentó una tarde en el taller de la costurera y le dijo:
- Soy una mujer muy pobre. He comprado tres metros de género y quiero que usted me haga un vestido.
- Le cobraré muy poco -respondió entonces la costurera.
Le tomó las medidas y mintió como siempre:
- Señora, necesita tres metros más. Vaya a comprarlos.
La Virgen no dijo esta boca es mía. Calladita se fue a la tienda y regresó con la cantidad de género que le había pedido la costurera. Esta, con los seis metros, hizo dos vestidos y se quedó con uno, con el que tenía más adornos. Y la noche que lo estrenaba para ir a un baile, al salir del taller se le apareció la Virgen y la transformó en urraca, pájaro que aún no perdió la costumbre de robar y cuyo plumaje tiene los colores del vestido que la costurera iba a lucir en la fiesta.
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