Recorre los campos en grandes bandadas en las que participan muy pocas hembras. Es manso, confiado, cae con facilidad en las tramperas y vive perfectamente en cautiverio.
Le gusta posarse y pasear sobre el lomo de los caballos y las vacas. La mayor parte del día está alrededor de ellos, los acompaña mientras pastorean buscando en las huellas que dejan las pisadas insectos y larvas -su alimento- que aparecen en la tierra recién removida.
Es haragán, lo dice una copla:
Haragán y robanidos al tordo suelen llamar, y el tordo escucha y se calla porque sabe que es verdad.
No se toma el trabajo de hacer nido; duerme, igual que los vagabundos, donde lo ataja la noche cobijándose en un alero o en un árbol.
La hembra no empolla los huevos, se los regala a la calandria, al hornero, a la tijereta, al chingolo, a la ratona y a veces, por apurada, se equivoca y los deja en un nido abandonado.
Al tordo le gusta el baile y por andar bailando no tuvo tiempo de construir su casa.
Una vez, hace miles de años, cuando los pájaros terminaban de aprender a volar e iban a enseñarles a edificar su vivienda, las vizcachas ofrecían una fiesta.
Un pirincho, mientras tomaba sol en la rama seca de un algarrobo, vio que una vizcacha iba y venía y siempre terminaba por detenerse en el mismo sitio. En una de las vueltas le preguntó:
- ¿Qué le ocurre? ¿Se le ha perdido algo?
La vizcacha se detuvo, levantó la cabeza y al ver al pirincho le respondió:
- Me parece que soy yo la que se ha perdido.
Hizo una pausa y siguió hablando:
- Tenía que encontrarme con mis compañeros a la orilla del arroyo y creía que era aquí, cerca de esta piedra, donde nos hemos reunido tantas veces.
- Están allá abajo, entre unos sauces -informó el pirincho- y un ratito antes de que usted llegara, pasó por aquí un vizcachón que me saludó con mucho cariño.
- Y que seguramente lo habrá invitado para la fiesta.
- ¿De qué fiesta me está hablando?
- ¡Cómo! ¿No lo invitaron? ¡Es imperdonable semejante olvido! ¡No invitar al pirincho!
- Sigo sin entender. No sé de qué fiesta me habla.
- Amigo mío, escuche… Hoy justamente tenemos que reunirnos para ultimar los preparativos. ¡y ésa sí que será fiesta! Nadie faltará pasado mañana a la noche.
- Creo que irán ustedes y los murciélagos solamente.
- ¿Por qué?
- ¡Qué ocurrencia! ¡Hacer una fiesta de noche!
- ¿Y cuándo cree usted que se hacen las fiestas? -preguntó la vizcacha.
- De día y bien de día, cuando el sol está justo en la mitad del cielo.
-¡Por favor! No me haga reír. Las fiestas, todas las grandes fiestas, se hacen de noche y son más lindas, compañero, si la luna está grande y redonda como estará pasado mañana. Y me imagino que usted no ha de faltar.
- ¡Quién sabe! -respondió el pirincho- Sin sol para mí no hay fiesta.
- Queda invitado. No falte -volvió a decir la vizcacha-. Habrá de todo lo que se pida: música, baile y gran comilona y todavía, por si le interesa, se le dará un premio al que baile más y mejor.
Antes que terminara de hablar la vizcacha apareció un tordo.
- ¿Quién dijo música, baile y gran comilona? ¿Quién dijo que dan un premio al mejor bailarín? - preguntó el tordo mientras se acomodaba al lado del pirincho.
-Yo -contestó la vizcacha.
- Y ¿dónde será esa gran comilona con música, baile y premio? -preguntó nuevamente el tordo.
- Una fiesta que haremos en las vizcacheras pasado mañana -respondió la vizcacha.
- Pasado mañana por la noche -añadió el pirincho con intención de desanimar al tordo.
- ¿Qué importa si es por la noche, por la mañana o a la tarde? -dijo el tordo- . Fiestas de veras son las que saben durar mañana, tarde y noche, y dos días seguidos, y tres, y diez.
- ¡Lindo el tordo! ¡Me gusta por lo animoso! exclamó la vizcacha y agregó - : Recién decía el pirincho que las fiestas deben hacerse al mediodía.
- ¡Qué sabe el pirincho de fiestas! -habló el tordo-. Qué puede saber el pobrecito si siempre anda temblando de frío, buscando el calor del sol igual que las lagartijas.
- Es mejor no abrir el pico para decir sonseras -gritó el pirincho ofendido.
El tordo se largó a reír y dijo:
-No hay que enojarse, amigo; se amarga la vida. Cante y esté contento y cuando lo inviten a una fiesta no diga nunca que no. ¡Viva el baile! ¿Acaso hay algo más lindo que bailar?
Un zorzal, una viudita y un chingolo se detuvieron en la rama del algarrobo. La vizcacha aprovechó para invitarlos a la fiesta. Invitó a uno por uno y el chingolo, la viudita y el zorzal, agradecieron la atención de la vizcacha. No podían asistir a la fiesta. Los tres se disculparon:
-No podemos; nos están enseñando a hacer el nido.
Dieron otra vez las gracias y se alejaron.
- ¿Ha oído? Sólo los murciélagos y los sapos irán a su fiesta - sentenció el pirincho y voló a la copa de un tala.
Y el tordo consoló a la vizcacha:
- No le haga caso. Yo invitaré a mis amigos y esté segura que la fiesta va a ser de esas que no se olvidan así no más… Ya verá usted.
Y se separaron.
El tordo se pasó el día buscando pájaros para llevar a la fiesta de las vizcachas. Ninguno quiso acompañarlo. Todos estaban ocupados en la misma tarea: aprendiendo a hacer el nido.
- ¿Nido para qué? -se preguntaba el tordo. ¿Qué hay que aprender? ¿No es fácil entretejer pajitas y colgarlas de un árbol?
La noche del baile, el tordo y su compañera fueron los primeros invitados en llegar. Ella de pardo, él de negro.
Una vizcacha y un vizcachón salieron a recibirlos:
- Pasen la torda y el tordo - dijeron.
Después empezaron a caer las parejas. Vinieron los grillos y las ranas y en seguida sonó la música.
El tordo se puso a dar vueltas en una patita, sacudiendo las alas y gritando:
- ¡Vivan mi abuela y el baile!
Él y su señora no perdieron una pieza en toda la noche. Bailaron hasta cansar a los músicos.
Al amanecer, les dieron el premio. Se hizo justicia. Lo ganaron en buena ley.
Cuando terminó la fiesta, los pájaros habían aprendido a hacer su casa; menos ellos, los tordos, que en vez de trabajar, de juntar yuyos y plumas - porque con plumas y yuyos iban a edificar su vivienda -, estuvieron bailando. Y hoy duermen en cualquier parte, en un árbol o en el suelo, entre raíces y piedras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario