Título: El baile de las marionetas.
Autora: Mercedes Guerrero.
Cuando la remachada frase “el fin justifica los medios” es usada de modo poco serio, y asunto tan vital como el bienestar de la humanidad se convierte en tema secundario e incluso intrascendente u olvidado, entonces vemos tristemente una y otra vez que “El baile de las marionetas” título de la presente obra, no es simplemente una novela histórica, sino una denuncia sobre la insufrible realidad que le toca experimentar a las personas más ingenuas e indefensas. Ahora bien, el secreto para contarlo con el arte, don y forma que se refleja aquí en cada capítulo u hoja tiene mucho que ver con la historia escogida y sobre todo quién le dio vida; así es como Mercedes Guerrero nos lleva sin siquiera parpadear a través de las vicisitudes de un grupo de niños españoles que en su diáspora son movidos como marionetas a merced de más de un despótico poder desde una guerra civil hacia un conflicto mundial y a la desconfianza de una guerra fría. Si no escuchas ni respondes a emails, señales de humo o WhatsApp o una imperiosa llamada a cenar por parte de la autoridad del hogar, es que estás sumido a tope en una novela genial.
Nota de contraportada: Una historia de amistad, de supervivencia, de personajes entrañables, de lealtades inquebrantables, amores imposibles y traiciones imperdonables
Afganistán, 2004. La doctora Edith Lombard hace guardia en un hospital de Kabul. Al atender a una joven advierte en su cuello un collar del que cuelga una perla de ámbar. Una perla que Edith reconoce enseguida, pues fue robada en su casa de Quebec años antes, en un atraco en el que su madre falleció. Una perla de la que su padre, Édouard Lombard, había contado que perteneció a la Cámara de Ámbar de San Petersburgo.
Bilbao, 1937. Del puerto de Santurce está a punto de zarpar el Habana, que llevará a más de cuatro mil niños hasta la Unión Soviética, huyendo de la guerra civil. Allí, su historia se hilvanará con la de la perla de ámbar en un viaje de setenta años que desempolvará recuerdos que nadie quería que viesen la luz.
Acerca de la autora: Mercedes Guerrero nació en Aguilar de la Frontera, Córdoba, en 1963. Diplomada como técnica de empresas y actividades turísticas, habla varios idiomas y durante dieciséis años ha dirigido distintas empresas relacionadas con el sector turístico. Es autora de las novelas El Árbol de la Diana, La última carta, La mujer que llegó del mar, Las sombras de la memoria, Sin mirar atrás y El baile de las marionetas.
Sobre esta obra: Para profundizar en el contenido histórico y social de las diferentes etapas de la novela acudí también a autores de diferentes nacionalidades e ideologías que me ayudaron a contextualizar las andanzas de mis personajes, entre ellos Khaled Hosseini y su exitoso libro Cometas en el cielo, que me abrió la puerta a investigar en profundidad la historia de Afganistán, el punto de arranque de la novela.
En cuanto a la crónica de Rusia, me dirigí al inicio, al germen de la revolución bolchevique con autores como Ronan Bennett y su obra Zugzwang, el laureado Doctor Zhivago, de Borís Pasternak o El testigo invisible, de Carmen Posadas, entre otros. Continué buceando en la Unión Soviética de Stalin a través de Vasili Grossman y su obra Vida y destino, que describe la dura supervivencia de los ciudadanos durante la Gran Guerra Patria; con la premio Nobel Svetlana Alexiévich y su trabajo La guerra no tiene rostro de mujer, me adentré en la activa y anónima participación de las mujeres soviéticas durante la contienda, cuyas voces permanecieron mudas durante décadas; con Archipiélago Gulag, de Alexander Solzhenitsyn, compartí la impotencia ante tanta injusticia en aquel infierno helado. La obra Natacha, del corresponsal de guerra germano H. G. Konsalik, fue otra fuente de datos sobre la incursión del ejército alemán en suelo soviético, o la mordaz crítica del británico Georges Orwell en su Rebelión en la granja, con su acertada clarividencia sobre la opaca y terrorífica dictadura comunista.
Pasada la etapa estalinista, inicié unos tímidos pasos para conocer en profundidad los años de la guerra fría con El manifiesto negro, de Frederick Forsyth, La casa Rusia, de John Le Carré, o Parque Gorki, de Martin Cruz Smith, entre otros, que me ofrecieron excelentes detalles sobre el sistema de espionaje de los dos bloques y también una valiosa descripción física de la ciudad de Moscú en aquellos años.
Para los capítulos de la Cuba pre y posrevolucionaria abordé varios trabajos como Nuestro hombre en La Habana, de Graham Greene, Te di la vida entera, de Zoé Valdés, o a Wendy Guerra con su trabajo Todos se van, que describen con crudeza la vida cotidiana en la isla.
Cita 1.
“Oficialmente, la guerra en Afganistán había terminado y el país tenía un presidente legítimamente elegido en las urnas. Sin embargo, la paz solo era real en la capital y en algunas áreas bajo el control de las fuerzas internacionales. A lo lejos tronaban obuses y disparos de las guerrillas talibanas, unos sonidos que se habían convertido ya en rutina para los habitantes de aquella ciudad donde no cabía más que estar alerta para conservar la vida. En las calles, en las casas o en las escuelas seguían abiertas las heridas provocadas por las sucesivas guerras civiles y por la invasión de los diferentes ejércitos que habían codiciado el control del país, desde el ruso hasta el estadounidense, pasando por el terrorífico ejército talibán, que tras expulsar al soviético impuso un régimen feroz y sanguinario que estaba lejos de darse por vencido”.
Cita 2.
“Edith llevaba un año trabajando como voluntaria de Médicos sin Fronteras en aquel hospital, pero pronto lo abandonaría para siempre. Afganistán estaba en vías de recuperación gracias a la intervención internacional y a las ayudas ofrecidas para el desarrollo; sin embargo, debido al último atentado en la provincia de Badghis, donde habían fallecido cinco de sus compañeros, el personal adscrito a dicha organización había recibido la orden de abandonar el país de forma gradual; la partida estaba prevista para dentro de dos meses”.
Cita 3.
“Al examinar el cuerpo comprobaron que varias balas de gran calibre habían penetrado en su cuello, pecho y piernas. Tras monitorizarla, la raya de la máquina realizó varias uves en la pantalla, pero a los pocos segundos se volvió recta, y el pitido agudo indicó que el corazón había dejado de latir. Edith iba a preparar el desfibrilador para intentar reanimarla, pero desistió al advertir que el disparo del pecho le había provocado una fuerte hemorragia, de la que difícilmente podría haberse salvado, y ya era demasiado tarde para una transfusión de sangre. Inmediatamente se colocó el fonendo con la vaga esperanza de que el bebé aún estuviera vivo, pues no había daños en su abdomen. De repente dio un brinco. ¡Aún vive! ¡Su corazón sigue latiendo! gritó, nerviosa—. ¡No hay tiempo, llama a Marc...!”.
Cita 4.
“Era el colgante, que relucía brillante y libre de restos de suciedad. La piedra de color ámbar en forma de pera tenía una muesca semicircular en un lado de la panza, como si una bala la hubiera rozado antes de llegar al cuerpo de su propietaria, dejándole una marca parecida al mordisco de la manzana del logotipo de Apple. Edith lo tomó con cuidado y se lo acercó para examinar con más detalle el engarce que lo unía a la cadena, en forma de campana de pétalos cuadrados y un brillante en el centro de cada uno. Ni siquiera esa perla de plástico pudo evitar la bala, aunque parece que lo intentó, comentó Kristen mirando también aquella muesca tan peculiar. Esto ya estaba así, las balas no la rozaron... murmuró la doctora con los ojos fijos en la joya”.
Cita 5.
“Mi suegro me contó que encontró ese collar en las afueras de Kandahar en 1989, al finalizar la guerra con Rusia. Había un tanque soviético abandonado y varios soldados muertos alrededor. Se acercó a ellos y registró entre sus pertenencias. En el bolsillo de uno de ellos estaba esa joya. Edith asintió, agradeciendo aquella información. Cuando quedó sola, sus recuerdos volaron a Montreal, a 1986, cuando apenas tenía veinte años. Recordó el día en que su padre llegó a casa con aquel collar para regalárselo a su madre y les contó una historia sobre la perla marrón que colgaba de él. Decía que procedía de la famosa Cámara de Ámbar, una estancia de uno de los palacios de los zares en San Petersburgo forrada de paneles de ámbar que los nazis robaron durante la Segunda Guerra Mundial y que aún sigue desaparecida”.
Cita 6.
“El puerto de Santurce era un hervidero de gente que se movía como hormigas alrededor de una gran carpa. Más de cuatro mil quinientos niños embarcaban aquella tarde en el Habana, un viejo carguero fletado por el agonizante gobierno de la República de España destinado a sacar del país a la población infantil que había quedado atrapada en aquella cruenta y fratricida guerra civil. La mayoría de los padres de aquellos inocentes viajeros luchaba en el frente contra las tropas sublevadas un año antes en el norte de Marruecos, al mando de un general golpista llamado Francisco Franco. La iniciativa de aquellas masivas evacuaciones infantiles había partido de la dirección del gobierno del Frente Popular presidido por Manuel Azaña, que se vio obligado a tomar con rapidez drásticas e improvisadas decisiones. Se creó entonces el Consejo Nacional de la Infancia Evacuada, responsable de trasladar a los niños a zonas seguras con el fin de alejarlos de los bombardeos, el hambre y las penurias que estaban sufriendo millares de familias”.
Cita 7.
“En una campaña sin precedentes, el gobierno español lanzó una petición de ayuda internacional con eslóganes como POR UNA INFANCIA FELIZ o AYUDAD A LOS NIÑOS DE ESPAÑA que tuvieron una extraordinaria repercusión en todo el mundo. Países como Reino Unido, Francia, Suiza, Rusia, Dinamarca o México, coordinados por la Cruz Roja Internacional, se ofrecieron para acoger y cuidar a los pequeños repatriados hasta que la guerra llegara a su fin. Las bombas seguían cayendo en la costa norte, y fue el bombardeo de la ciudad de Guernica dos meses antes, por parte de la Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria de Italia, el que precipitó la decisión de muchos padres del País Vasco de poner a salvo a sus hijos, sacándolos del país de forma temporal”.
Cita 8.
“Rafael Celaya Iturgáiz había nacido en Bilbao. Era alto y espigado, de cabello castaño y rebelde, ojos redondos y cejas pobladas. Tenía catorce años y viajaba con su hermano Joaquín, de cuatro. Su padre fue minero y estuvo afiliado a la CNT. Había fallecido seis meses antes luchando en las filas del frente republicano. La mayoría de los vecinos de su barrio habían inscrito a sus hijos para sacarlos fuera de España, y aunque su madre tenía serias dudas sobre si hacer lo mismo con sus dos únicos hijos, Rafael la había animado a hacerlo. Iba a ser una estancia corta, de solo unos meses hasta que terminara la guerra. Después volverían a reunirse. La madre los apuntó a última hora al evidenciar que los bombardeos eran cada vez más frecuentes y cruentos. Solo cuando habían embarcado y recibido el cartón con la identificación, Rafael conoció que su destino era Leningrado”.
Cita 9.
“Nosotros vamos a ser tu familia. Y mientras rodeaba con su bracito el extenso cuello de su amigo se dirigió a su hermano. A partir de ahora, Iñaki será nuestro primo, ¿vale? Rafael afirmó con la cabeza y les dedicó una sonrisa a ambos. Hasta entonces no había advertido que aquel gigantón iba a necesitar ayuda, pues, a pesar de su corpulencia, su edad mental parecía semejarse a la de Joaquín. Nadie concilió el sueño aquella noche debido a la emoción de iniciar un viaje sin sus familiares y por las precarias condiciones en que lo hacían, sobre todo los que tenían como destino la URSS, hacinados en la bodega del buque; los que se quedaban en Francia disponían de camarotes”.
Cita 10.
“Mi padre murió hace un año, cuando luchaba en la milicia republicana, y mi madre murió hace seis meses de tuberculosis. Un hermano de mi madre me llevó con él a Barcelona y al poco tiempo lo llamaron a filas. Su mujer no podía cuidarme y me llevó al orfanato. Ya no tengo a nadie, porque sé que mi tío ha muerto... ¿Te lo dijo tu tía? No. Pero yo lo sé —dijo mientras posaba su inexpresiva mirada en la del chico, que quedó algo inquieto. Tú no viajas solo, ¿verdad? Eh... ¡No! Mi madre se ha quedado en Bilbao y viajo con mi hermano pequeño. Espero que esta guerra termine pronto y volvamos a casa”.
Cita 11.
“¿Es un barco enemigo? preguntó otro niño. Sí. Ha estado todo el invierno bombardeando Gijón y los alrededores. Incluso se coló en Portugalete y bombardeó la base de submarinos de la República... explicó un adolescente. Rafael observó el rostro de preocupación de las educadoras situadas a su lado. Una de ellas susurró al grupo: Los nacionales han impuesto el bloqueo por mar en todo el Cantábrico. Esperemos que aparezcan los acorazados ingleses que andan por aquí para proteger a los barcos de la República..”.
Cita 12.
“Carmen Valero trabajaba como cuidadora en un orfanato de Madrid, y cuando los niños fueron evacuados hacia Valencia decidió partir con ellos, pues con lo que ganaba entonces apenas le llegaba para pagar el alquiler y ofrecer cuidados básicos a su hijo. Le ofrecieron apuntarse como auxiliar y viajar a Rusia, donde le pagarían un buen sueldo, aunque para ello tenía que afiliarse a un partido o sindicato. Ella no tenía adscripción política de izquierdas, pero la necesidad de escapar de la guerra la llevó a inscribirse en la Asociación de Mujeres Antifascistas para después unirse a la UGT, donde le expidieron un certificado de afiliación que le valió para trabajar como auxiliar en aquella expedición. En unos meses, en cuanto la guerra finalizara, planeaba regresar a España con unos ahorros y comenzar de nuevo en su ciudad natal, Madrid”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario