por John Brunner
Después de que Tim matara y
enterrara el terrier de los vecinos, un perro que había ganado concursos, los
Patterson le llevaron al consejero psicológico más famoso -y más caro- de todo
el estado, el doctor Hend.
Los Patterson pasaron
cuarenta minutos, de los cincuenta que habían pagado, dirigiéndose mutuas
recriminaciones en la salita de espera de la consulta; sólo callaban unos
instantes cuando un grito o un ruido violento superaba la insonorización de las
paredes, y reanudaban con furia la discusión momentos después.
Por fin apareció Tim,
transportado entre aullidos por un enorme enfermero, al parecer indiferente a
las patadas en el vientre que podía administrarle con todas sus fuerzas un
mocoso de ocho años, y los Patterson fueron invitados a ocupar el lugar del
niño, en presencia del doctor Hend. No había rastro del caos que el pequeño
había provocado. El consejero era un especialista en aquellos casos y había
procedimientos rápidos y efectivos para eliminar cualquier desorden accidental.
-¿Y bien, doctor?-preguntó
Jack Patterson.
El doctor Hend lo estuvo
observando durante largo rato, pensativo. Después observó a la mujer, Lorna, y
confirmó la impresión que había sacado de la pareja a su llegada. Por parte del
hombre: vestuario caro, falso aspecto de salud, una imagen de triunfador
cuidadosamente construida. Por parte de la mujer: el mejor partido que se podía
sacar de lo que había sido una belleza algo superficial, vestuario más caro
todavía y peinado a la última moda, con maquillaje y perfume en consonancia.
-Ese hijo suyo -dijo
finalmente el doctor- va a terminar pronto ante un juez, aunque
cronológicamente sólo tenga ocho años.
-¿Cómo? - estalló Jack
Patterson-. ¡Nosotros hemos venido aquí para…!
-Ustedes están aquí -le
interrumpió el doctor- para que les diga la verdad. Fue decisión suya optar por
un niño de desarrollo condensado. Y lo hicieron después de informarse de las
consecuencias. Ahora deben afrontar sus responsabilidades.
-¡No, hemos venido aquí para
que nos ayude! - exclamó Lorna.
Su marido le dedicó una
mirada para que cerrara la boca.
-Les quedan siete minutos de
mi tiempo -dijo gravemente el doctor Hend-. Los pueden pasar hablando o
escuchándome. ¿Quieren que siga?
Los Patterson intercambiaron
una agria mirada y asintieron.
-Gracias. Precisamente,
existe una alternativa para no tener que internar a su hijo en una institución
pública. ¡Tendrán que adquirir un Amigo para él!
-¡Qué dice! ¿Y que todo el
mundo se entere de que no podemos con él? - Jack Patterson se puso hecho una
fiera-. ¡Debe de estar usted mal de la cabeza!
El doctor Hend se limitó a
mirarle.
-Los Amigos son… son
terriblemente caros, ¿verdad? - susurró Lorna.
El consejero se recostó en su
sillón y juntó las yemas de los dedos.
-En cuanto a estar mal de la
cabeza… Bueno, estoy en buena compañía. En todos los planetas habitados es
costumbre confiar la educación de los jóvenes a Amigos programados mediante un
consenso de opinión entre otras razas inteligentes. En otro tiempo existía un
proverbio acerca de que los árboles no dejan ver el bosque. Está perfectamente
demostrado que el mejor consejo posible en cuanto a la explotación óptima del
talento de los jóvenes proviene de aquellos que pueden analizar la sociedad
local en términos absolutos, en lugar de ser partícipe de ella. Esta costumbre
se está haciendo más y más corriente aquí. Muchas familias, si pueden
permitírselo, adquieren un Amigo por propia voluntad, no por necesidad.
»En cuanto al precio… Sí,
señora Patterson, tiene usted razón. Cualquier cosa que deba viajar distancias
interestelares ha de resultar forzosamente cara. Sin embargo, tenga en cuenta
esto: el perro de sus vecinos era un campeón de concursos con al menos un
certificado de pedigree, además de ser el compañero de juegos de su hija
pequeña. Imagino que los tribunales les pedirán una buena suma por daños… Por
cierto, ¿utilizó Tim antes de cometer la acción la excusa de que no podía
soportar el ruido que hacía al ladrar?
-Hum… -Jack Patterson se pasó
la lengua por los labios-. Sí, en efecto.
-Ya sospechaba que había sido
premeditado. Tenía todo el aspecto de ser así. Igual que sus excusas al
romperle el brazo al niño de la escuela que más destacaba en béisbol, o al
prender fuego al gimnasio de caída libre de la escuela, o en otras tantas
ocasiones. Me temo que deben aceptar el hecho de que, gracias a su terapia de
desarrollo condensado, su hijo es un total y absoluto egocéntrico. El universo
nunca ha demostrado ser, para él, lo bastante hostil como para hacerle salir
del estado emocional que la mayor parte de los niños dejan atrás en la época en
que aprenden a caminar. Físicamente, está adelantado para su edad.
Emocionalmente, no le preocupa nada salvo su propia gratificación. Es incapaz
de empatía, simpatía o preocupación alguna por las opiniones de los demás. Es
un caso típico de desarrollo personal retardado.
-Pero nosotros hemos hecho
todo lo que hemos podido para…
-Sí, desde luego. Pero no
basta con eso.
El doctor Hend dejó que el
comentario sobrevolara la consulta durante unos instantes, y continuó diciendo:
-Hablábamos de gastos. Bien,
déjenme recordarles que les cuesta un montón de dinero mantener a Tim en la
escuela especial a la que han sido obligados a llevarle porque hacía la vida
imposible a sus compañeros en una escuela normal. La compañía de un Amigo es
equivalente, según las leyes, a un curso normal de escolarización. Quizá no
estaban al corriente de ello.
-¡Naturalmente! - masculló
Jack-. ¡Naturalmente! Pero, ¡santo cielo!, no me gusta la idea de dejar a mi
hijo en manos de un artefacto ambulante de otro mundo.
-Desde luego, puede parecerle
un paso muy radical, pero las inadaptaciones juveniles son un punto en el que
sigue siendo cierto el viejo dicho de que a grandes males, grandes remedios.
Además, ¿ha calculado las consecuencias de no adoptar una solución radical?
Sus fúnebres rostros
evidenciaron que, en efecto, habían meditado el asunto. De todos modos, el
doctor las enumeró.
-Al escoger un niño
modificado, se comprometieron a su mantenimiento y buena conducta durante un
período mínimo de veinte años, a pesar de los divorcios u otras intervenciones
legales. Si Tim es declarado incorregible socialmente, se verán obligados a
mantenerle indefinidamente en una institución estatal, con los gastos a su
cargo. Actualmente, el coste anual de cada paciente en uno de tales
establecimientos es de treinta mil dólares. La inflación, al ritmo actual, se
doblará en los próximos veinte años y, en vista de las numerosas alteraciones
que insistieron en hacer en la herencia genética de Tim, dudo que algún
tribunal acceda a librarles de sus responsabilidades en, al menos, los doce
próximos años. Les señalaré, en cambio, que la adquisición de un Amigo es su
única alternativa lógica, sea cual sea su opinión sobre cómo ha evaluado nuestra
sociedad esas inteligencias de otros mundos. Además, no tienen necesariamente
que comprarlo. Siempre se puede alquilar uno.
El doctor consultó su reloj
de mesa.
-Veo que su tiempo ha
terminado. Buenos días. La factura les llegará esta tarde por ordenador.
Esa noche hubo gritos en la
sala de estar de la casa de los Patterson. Acostado en su cama, con la puerta
entreabierta, Tim los oyó, y sonrió de oreja a oreja. Era un niño
extremadamente guapo, de cabello rubio rizado, rasgos perfectamente
proporcionados, dientes regulares y perfectos, ojos azules y profundos como
lagos de montaña, y unas cuantas pecas de acuerdo a las características
solicitadas (para darle un aire ligeramente menos angelical y un poco más
masculino). Resultaba muy desarrollado para su edad, pero aquello también
entraba en las características solicitadas.
Además, su léxico era enorme
en comparación con el de un niño no modificado -al igual que su Cl,
teóricamente, aunque Tim no había colaborado nunca en ningún test que
demostrara tal hecho- y comprendía perfectamente lo que se le decía.
-¡Tú y tu maldita vanidad!
Tanto insistir en rasgos especiales como un cabello dorado y sedoso y unos ojos
azules… ¡y hasta pecas, Dios mío! ¡Y ahora ese pequeño diablo está a punto de
llevarnos a la ruina! ¿Has visto cuánto cuesta alquilar un Amigo, incluso uno
barato de Proción?
-Vamos, deja de echarme toda
la culpa, ¿quieres? Te advirtieron que tu exigencia de hacerle más alto y más
fuerte podía ser incompatible con el resto, pero no quisiste ni enterarte…
-Pero es un niño, ¡maldita
sea! ¡Un niño! Y si tú no hubieras querido que pareciera más una niña…
-¡De ningún modo! ¡Yo quería
que fuera guapo y tú querías que fuera una especie de bola de carne cargada de
músculos inútiles! ¡Sólo porque nunca te escogieron en la escuela para el
equipo de lucha, él estaba condenado antes de nacer a…!
-¡Una palabra más sobre lo
que no he sido y te hago tragar esos horribles dientes! ¿Por qué no hablamos,
en cambio, de lo que sí he sido? El jefe de zona más joven de la empresa, con
posibilidades de ser el vicepresidente más joven desde la fundación…, y no
gracias a ti, desde luego. Cuando pienso dónde podría estar ya si no te hubiera
tenido enroscada al cuello…
Jim hizo aún más ancha su
sonrisa, hasta que casi le dolieron las mejillas. Le estaba entrando sueño
porque el acceso de furia en la consulta del consejero había consumido muchas
de sus energías, pero todavía podía hacer algo más antes de rendirse al sueño.
Bajó de la cama, llegó de puntillas hasta la puerta y, con todo cuidado, se
orinó por la rendija sobre la alfombra del rellano. Después, con una risilla,
se metió de nuevo bajo las sábanas y unos minutos después estaba perdido en
unos sueños llenos de color.
El timbre de la puerta sonó
cuando su madre estaba en el baño y su padre hablaba con los abogados para ver
si, después de todo, el asunto del perro podía solucionarse sin pasar por los
tribunales. Lorna gritó en seguida:
-Tim, quédate donde estés…,
¡yo abriré!
Sin embargo, el niño ya se
dirigía a toda velocidad hacia la puerta. Le gustaba ser el primero en recibir
a los visitantes. Era muy divertido aparecer totalmente desnudo ante la puerta
y escandalizar a las visitas puritanas, o ponerse a gritar y llorar, acusando a
su papá de haberle pegado sin piedad y mostrando los cardenales que se había
hecho contra los muebles y la sangre que goteaba de heridas y rascaduras. Sin
embargo, en esta ocasión se le había ocurrido una idea aún más inspirada; se
desvió unos instantes, pasó por la cocina y se apoderó del cubo de la basura.
Abrió la puerta con la mano
izquierda y, con la derecha, lanzó una blanduzca masa de fruta podrida, pieles
de verduras y posos de café, con toda la fuerza de que era capaz, a la altura
aproximada del rostro de un adulto.
Aproximadamente medio segundo
después, toda la masa nauseabunda cayó sobre el propio pequeño, parte de ella
en el rostro, de modo que llegó a probar su sabor repugnante al tener la boca
abierta, y otra parte en el pecho, de modo que se le coló en el interior de la
camisa, que llevaba abierta. Al mismo tiempo, una voz le dijo en tono de
reproche:
-¡Tim! ¡Yo soy tu Amigo! Y
esa no es forma de tratar a un amigo, ¿verdad?
Por puro reflejo, Tim estaba
a punto de gritar. Tenía ya los pulmones llenos de aire y los músculos en
tensión cuando vio lo que acababa de llegar al umbral, y el grito se convirtió
en un simple jadeo de asombro.
El Amigo era humanoide, unos
centímetros más alto que Tim y mucho más corpulento. Estaba dotado de dos
piernas, dos brazos, una cabeza con ojos, boca y un par de orejas… pero todo él
iba cubierto de una brillante piel velluda color verde esmeralda. Su único
aderezo -además del resto de basura multicolor que, tras detener y devolver el
lanzamiento de Tim, le había quedado adherido a la palma de la mano izquierda-
era un cinturón con un sello en el que había impreso, con letras rojo
brillante: ARTEFACTO AUTÓNOMO AUTORIZADO (AUTOTRANSPORTABLE), seguido de la
dirección de la familia Patterson.
-Invítame a entrar -dijo la
aparición-. No se tiene a los amigos esperando en la puerta, ¿sabes? Y yo soy
tu Amigo, como acabo de explicarte.
-¡Tim! ¡Tim!
La madre llegó corriendo,
procedente del baño, mientras terminaba de ajustar el cinturón de su albornoz,
con una toalla enrollada torpemente alrededor de su cabello recién lavado. Al
ver quién era el visitante, se detuvo al instante.
-¡Pero si la agencia de
alquiler nos dijo que no le esperásemos hasta…!
La mujer se detuvo. Era la
primera vez en su vida que hablaba a un biofacto extraterrestre, aunque había
visto bastantes, tanto directamente como en tri-di.
-Pudimos incluir más cantidad
de la prevista en nuestro último embarque en Proción -dijo el Amigo-. Ha habido
algunos progresos en los métodos de embalaje. Permítame identificarme. - Dio
unos pasos dejando a Tim a su espalda, se quitó el cinturón con el sello y lo
extendió hacia Lorna-. Confío en que comprobará que me ajusto a las
características solicitadas.
-¡Cerdo asqueroso! ¡No quiero
verte husmeando por mi casa! - gritó Tim.
No tenía mucha idea del
significado de las palabras que utilizaba, pero estaba seguro de una cosa:
siempre ponían furiosos y fuera de sí a sus padres.
El Amigo, sin dedicarle una
sola mirada, dijo:
-Tim, tendrías que haberme
presentado a tu madre. Como no lo has hecho, he tenido que presentarme yo mismo.
No agraves tu falta de urbanidad interrumpiéndome, porque eso provoca una
impresión todavía peor.
-¡Largo! - aulló Tim al
tiempo que se lanzaba contra el Amigo con una lluvia de patadas y golpes.
De inmediato, se encontró
suspendido a un palmo del suelo, asido con fuerza por la cintura del pantalón
como si colgara de una grúa.
El Amigo dijo entonces a
Lorna:
-Lo único que tiene que hacer
es marcar con la impresión digital la hoja de aceptación y enviar los datos
correspondientes a la compañía de alquileres por ordenador. Es decir, si accede
a aceptarme.
La mujer miró al Amigo, luego
a su hijo, meditó un largo instante y por último, con decisión, estampó el
pulgar en el lugar indicado.
-Gracias. ¡Bueno, Tim! - El
Amigo hizo girar al pequeño hasta que éste le miró directamente-. Lamento ver
lo sucio que vas. No es así como uno desea encontrar a su amigo. Te daré un
buen baño y te cambiaré de ropa.
-¡Ya me he bañado! - aulló
Tim mientras agitaba brazos y piernas, impotente.
Sin hacer el menor caso, el
Amigo continuó:
-Señora Patterson, si es tan
amable de indicarme donde está la ropa de Tim, me cuidaré del asunto
inmediatamente.
Una lenta sonrisa se fue
extendiendo por el rostro de Lorna.
-¿Sabes algo? - dijo ella al
aire-. Me parece que ese consejero tenía razón, después de todo. Venga por
aquí… este… ¡Ah!, ¿cómo debemos llamarle?
-Es costumbre que el joven al
que esté asignado escoja un nombre para mí. También es costumbre que me tuteen.
-Conozco a Tim -respondió
Lorna-. Si le dejamos, escogerá algo tan horrible que no se podrá mencionar en
público.
Tim dejó de gritar un
momento. Era una idea en la que no había pensado.
-Por tanto, lo evitaremos
-añadió su madre-. Te llamaremos Buddy desde ahora mismo, ¿de acuerdo?
-Memorizaré el dato
inmediatamente. ¡Vamos, Tim!
-Bien, me parece estupendo
encontrar un servicio tan rápido en estos tiempos -murmuró Jack Patterson
observando la forma verde de Buddy enroscada junto a la puerta del dormitorio
de Tim. Del interior de la habitación surgían gritos, aullidos y gemidos, pero
durante la última media hora los ruidos habían ido amortiguándose y, en
ocasiones, intervalos de hasta dos o tres minutos de silencio interrumpían los
lamentos mientras el agotamiento se apoderaba más y más del chiquillo-. Sin
embargo, sigue sin gustarme lo que puedan decir los vecinos. Es casi el
reconocimiento más público de derrota que unos padres pueden hacer, eso de
dejar que sus hijos sean vistos con una de esas cosas pegada a sus talones.
-¡Aunque sólo sea por una
vez, deja de pensar en qué dirán los vecinos y piensa en cómo me siento yo! -
protestó su esposa-. Hoy has tenido un día tranquilo…
-¡Narices! Esos malditos
abogados…
-¡Has estado sentado en tu
despacho, tranquilo y contento! ¡En cambio yo, de no haber sido por Buddy,
habría pasado un día aún más infernal de lo habitual! Creo que el doctor Hend
tuvo una idea estupenda. Estoy impresionada.
-¡Típico! - gruñó Jack-. No
puedes con esto, te compras una máquina; no puedes con aquello, te compras otra
máquina… Y ahora resulta que ni siquiera puedes con tu propio hijo. ¡Yo no
estoy impresionado!
-Pero ¿por qué diablos…?
-Escucha, pagué mucho dinero
para asegurarme de que tendría un hijo brillante, con talento y normal en todos
los aspectos, y así me lo dieron. Pero ¿quién se ha cuidado de él? ¡Tú! ¡Tú,
con tu holgazanería y tu mal humor, has desequilibrado al pequeño!
-¿Y cuanto tiempo has perdido
tú para ayudarme a educarlo? - Lorna se puso frente a él con las manos en las
caderas y los ojos inflamados-. Cada tarde la misma historia, cada fin de
semana lo mismo… «¡Sácame de encima a este chico porque estoy agotado!»
-¡Basta ya! Parece que por
fin se ha dormido. ¿Quieres despertarle otra vez y poner las cosas aún peor?
Voy a prepararme una copa. La necesito.
Jack dio media vuelta y se
encaminó escalera abajo. Lorna le siguió, aún encolerizada.
Junto a la puerta del
dormitorio de Tim, Buddy permaneció inmóvil, salvo una de sus grandes orejas
verdes, que se agitó ligeramente y se enroscó en el extremo.
Al día siguiente, en el
desayuno, Lorna sirvió cereales calientes…, tanto a Tim como a Buddy, porque
entre las ventajas de aquel modelo de Amigo estaba el hecho de que podía
ingerir cualquier cosa que la familia pudiera comer.
Tim cogió su plato en cuanto
se lo pusieron delante y lo lanzó con todas sus fuerzas contra Buddy. El Amigo
lo cogió con tal destreza que apenas cayó una sola gota a la mesa.
-Gracias, Tim -dijo al tiempo
que se tragaba todo el cereal de un solo bocado-. Según mis datos, esta clase
de cereal te gusta mucho, así que dármelo ha sido un gesto muy generoso por tu
parte. Sin embargo, deberías haberme dado el plato con un poco más de cuidado.
El casi angelical rostro de
Tim se arrugó como una máscara hecha de papel maché. Jadeó profundamente y se
lanzó hacia delante para saltar sobre la mesa, con el propósito de hacer caer
al suelo todo cuanto hubiera sobre ella. No había nada que pudiera romperse -la
larga y amarga experiencia había enseñado a los Patterson a comprar únicamente
utensilios de plástico flexibles e irrompibles-, pero derramar la leche, el
azúcar, el zumo de frutas y todo lo demás podía significar un buen jaleo, y
bastante trabajo.
Cuando estaba a apenas un
milímetro de saltar sobre la mesa y derramar el objeto más próximo, la botella
de leche, Tim se encontró frenado por un brazo que le agarraba, suave pero
inflexiblemente.
-Me parece que es hora de
empezar las clases de hoy -dijo Buddy-. Perdone, señora Patterson. Me llevaré a
Tim al patio de atrás; allí tendremos más espacio.
-¿Empezar las lecciones? -
repitió Lorna-. Pero si…, ¡si todavía no ha desayunado!
-Si me perdona por decirlo,
sí que ha desayunado. Y ha escogido no comer. Tim está un poco sobrado de kilos
y cabe presumir que el almuerzo se servirá a la hora de costumbre. Entre ahora
y el mediodía es improbable que la desnutrición se apodere de él. Además, esto
ofrece una admirable oportunidad para una demostración práctica sobre la
naturaleza de la masa, la inercia y la fricción.
Sin más comentarios, Buddy se
levantó y, transportando a Tim sin esfuerzo aparente, se encaminó hacia la
puerta que daba acceso al patio.
-Bien, ¿qué tal se ha portado
hoy esa repugnante bestia verde? - preguntó Jack.
-¡Oh, es fantástico! Estoy
empezando a comprender cómo está programado para actuar.
Lorna se recostó en un
sillón, con expresión complacida.
-¿Ah, sí? - El rostro de
Jack, en contraste, era avinagrado-. ¿Y cómo?
-Bueno, soporta todo cuanto
Tim pueda hacer, y eso no es fácil porque puede saltarse todos los límites que
le pongas, y lo interpreta del modo más favorable que se puede. No deja de
insistir en que es el amigo de Tim, así que hace lo que haría un amigo.
Jack parpadeó de asombro.
-¿De qué diablos estás
hablando? - dijo con voz áspera.
-¡Si me escucharas, lo
sabrías! - respondió ella-. Esta mañana le lanzó el plato del desayuno a Buddy,
y Buddy se lo comió y le dio las gracias. Después, como tenía hambre, Tim se
subió a la alacena y cogió el bote de los caramelos, pero Buddy se lo quitó y
se los comió todos, mientras le daba otra vez las gracias, y… Es todo parte de
un sistema; de un sistema muy interesante.
-¿Estás chiflada? No sólo
dejas que esa monstruosidad se coma el desayuno de Tim, sino también sus
caramelos… ¿No intentaste impedirlo?
-Me parece que no has leído
las instrucciones… -dijo Lorna.
-Deja de pincharme, ¿quieres?
¡Claro que las he leído!
-Entonces sabrás que si
interfieres en lo que haga un Amigo, el contrato queda automáticamente anulado
y tienes que abonar el importe del alquiler en un solo pago…
-¿Y es interferir darle a tu
propio hijo un poco de desayuno en lugar del que se ha comido esa cosa
horrible?
-Pero si Tim le tiró el
plato…
-Si le dieras una
alimentación decente, seguro que…
La discusión continuó.
Arriba, en el rellano frente a la puerta de Tim, Buddy seguía con sus peludas
orejas verdes muy tiesas, absorbiendo cada palabra.
-¡Tim!
-¡Calla, asquerosa pesadilla
horrible!
-Tim, si subes más arriba de
donde el tronco de ese árbol se divide en dos, la rama no será lo bastante
fuerte para sostener tu peso. Caerás al suelo desde más de tres metros, y el
suelo está duro porque este año el verano es muy seco.
-¡Calla, bocazas! ¡Lo único
que quiero es estar lejos de ti!
Crac…
-Lo que tienes es un morado,
técnicamente llamado hemorragia subcutánea. Eso significa un derrame de sangre
bajo la piel. También parece que tienes una ligera ruptura fibrilar del tendón
de Aquiles izquierdo. Aquí está la sinovia, que es…
-En vista de tu limitada
capacidad natatoria, no es aconsejable alejarse a más de dos metros del borde
de esta piscina. Más allá de esa distancia, el fondo se hunde muy rápidamente.
-¡Cállate! Sólo intento
alejarme de ti, así que…
Glu, glu…
-En el agua no se encuentra
disuelto suficiente oxígeno para sostener a una criatura que respira aire, como
los humanos. El pez, en cambio, puede utilizar el oxígeno disuelto en el agua
porque tiene branquias, no pulmones. Tus antepasados…
-¡Vaya, ahí está ese cerdo de
Tim Patterson! ¡Y mira eso que viene detrás de él! ¡Eh, Tim! ¿Es que tendrás
que vivir con ese simpático osito de peluche verde toda la vida? ¿No te funciona
bien la cabeza?
Una decena de niños y niñas
del vecindario, de edades comprendidas entre los nueve y los catorce años, se
arremolinó alrededor de Tim y su acompañante.
-La cabeza de Tim funciona
perfectamente, de eso no tengáis la menor duda. Yo he sido asignado a él; soy
su Amigo.
-¡Bah, no nos vengas con
tonterías! ¿Quién querría ser amigo de Tim? ¡Hace poco le pegó a mi hermano y
se burló de él!
-¡Y prendió fuego al gimnasio
de la escuela!
-¡Y mató a mi perro! ¡Mató a
mi Towser!
-Según entiendo -dijo entonces
Buddy-, ahí tienes la oportunidad para decir que lo sientes, ¿no te parece,
Tim?
-¡Bah! - respondió el
pequeño-. Ese perro apestoso se pasaba el día ladrando como si estuviera loco…
-¡Cerdo! ¡Te cargaste a mi
perro!
-¡Buddy! - exclamó entonces
Tim-. ¡Socorro, ayúdame!
-Bien, Tim, repito que ésta
es una excelente oportunidad para que digas cuánto lo lamentas… No, pequeña,
eso no: haz el favor de dejar esa piedra. Es absolutamente incivilizado, además
de peligroso, ir arrojando cosas así a la gente.
-¡Cállate!
-¡Vamos a sacarle el mal a
golpes! ¡Hagamos que vuelva a su casa llorando y diciendo que esos terribles
chicos del vecindario le han pegado! ¡Veamos si le gusta su propia medicina!
-Haced el favor de olvidar
vuestras intenciones de causar daño al muchachito que tengo a mi cargo.
-¡He dicho que te calles,
bicho verde!
-Ya te lo había advertido,
¿recuerdas? Te dije que era incivilizado y peligroso lanzar piedras contra los
demás. Creo que tendré que informar a tus padres. ¡Vamos, Tim!
-¡No!
-Está bien, como quieras. Voy
a liberar a esta jovencita para que siga lanzándote más piedras.
-¡No!
-Escucha, Tim, esas dos
decisiones son incompatibles. O me acompañas a informar a los padres de esa
niña de que te estaba lanzando piedras, o voy a tener que soltarla y,
probablemente, se pondrá a lanzarte más… Probablemente, más de las que yo pueda
detener antes de que te golpeen.
-Yo…, hum… Lamento haberle
hecho eso a tu perro. Es que me ponía nervioso oírle ladrar y ladrar
continuamente, sin parar un solo instante…
-No es cierto que se pasara
el día ladrando. Se había hecho daño, tenía un corte en una pata y pedía ayuda…
-¡Sí, señor! ¡Se pasaba el
día ladrando!
-¡No es cierto! ¡Tú te
pusiste furioso sólo porque un día le oíste hacer ruido!
-Bueno, yo… Está bien, quizás…
-Para ser exacto -intervino
Buddy-, ha habido tres quejas distintas porque tu perrito hacía demasiado
ruido. Y en cada una de las ocasiones resultó que tú te habías ido y le habías
dejado solo durante varias horas.
-¡Exacto! - dijo Tim-.
Gracias, Buddy. ¿Lo ves? - añadió volviéndose hacia la niña.
-¡Pero no tenías que matarlo
por eso! - replicó ella.
-Tiene razón, Tim. No tenías
que haberlo hecho. Tendrías que haberte hecho amigo suyo y cuidarle cuando le
dejaban solo -comentó Buddy.
-¡Bah!, ¿quién querría cuidar
a un perro como esa bestia feroz?
-¿Quizás alguien a quien
nunca le han dejado tener su propio perro?
-¡Está bien, está bien!
¡Claro que me gustaría tener un perro, pero nunca me han dejado! Siempre dicen
que…, que le torturaría o algo así. Por eso me dije: «De acuerdo, si eso es lo
que piensan de mí, les demostraré que tienen razón». ¡A todo el mundo le gusta
que se demuestre que tenían razón!
-Todo parece muy tranquilo
esta noche -dijo Jack Patterson-. ¿Qué ha sucedido?
-Es todo gracias a Buddy
-respondió Lorna.
-¿Ah, sí? ¿Qué ha hecho ahora
que yo no pueda hacer?
-¡Convencer a Tim para que se
acostara a su hora, y sin gritos, eso es lo que ha hecho!
-¡No me vengas con esas!
¡«Convencerle»! ¡Di mejor «intimidarle»!
-Lo único que puedo decir es
que esta noche es la primera vez que Tim ha dejado dormir a Buddy dentro de su
habitación, en lugar de en el rellano de la escalera.
-¡Siempre diciéndome que no
leo las instrucciones y ahora resulta que tú tampoco! Los Amigos no duermen, al
menos no del modo que lo hacemos nosotros. Se supone que están alerta las
veinticuatro horas del día.
-¡Oh, basta! La primera noche
pacífica que tenemos desde Dios sabe cuándo, y tú pareces dispuesto a echarla a
perder.
-¿Yo?
-Entonces, ¿por qué diablos
no te callas?
En el piso de arriba, al otro
lado de la puerta del dormitorio que, como siempre, estaba entreabierta, las
orejas de Buddy permanecían alertas, con sus puntas enroscadas para hacerlas
acústicamente ultrasensibles.
-¿Quién…? ¡Ah, ya sé quién
eres! Tim Patterson, ¿verdad? Bien, ¿qué quieres, Tim?
-Yo…
-Tim desea saber si su hijo
querría jugar a la pelota con él, señora -dijo Buddy.
-¡Debe de estar de broma! ¡No
voy a dejar que Teddy juegue con Tim después de que le rompiera el codo con un
bate de béisbol!
-Eso sucedió hace mucho
tiempo, señora, y…
-¡No! ¡Definitivamente, no!
Slam…
-Bueno, gracias por
intentarlo, Buddy. Habría sido divertido… ¡Ah, está bien!
-A esa niña no le advirtieron
que no jugara tan cerca de una calle en la que hay tanto tráfico… Tim, querido,
necesitaré ayuda para resolver esta emergencia. Haz el favor de quitarte el
cinturón y pasarlo alrededor de su pierna por aquí… Muy bien. Ahora aprieta
fuerte. ¿Ves como se reduce la salida de sangre? Acabas de aplicar un
torniquete en el punto de presión adecuado, es decir en el punto por donde pasa
una gran arteria próxima a la piel. Si se pierde mucha sangre, puede resultar
fatal. Veo que la niña lleva una pluma en el bolsillo del vestido. Por favor,
escribe una letra «T» en su frente y añade la hora exacta; por ahí hay un
reloj, ¿lo ves? Cuando llegue al hospital, el médico sabrá cuánto tiempo ha
estado interrumpido el flujo sanguíneo de la pierna. No debe mantenerse un
torniquete más de veinte minutos.
-Esto…, Buddy, no sé escribir
la «T». Y tampoco sé decir la hora.
-¿Y cuántos años dices que
tienes?
-Pues… ocho. Y medio.
-Sí, Tim. Sé perfectamente
que edad tienes, y me doy cuenta de lo borrico que eres. Dame la pluma, por
favor… Eso es. Ahora corre a la casa más próxima y pídele a alguien que llame a
una ambulancia por teléfono. A no ser que el conductor, que está haciendo
marcha atrás, por lo que veo, tenga un teléfono en el coche.
-¿Sí? ¿Qué desean?
Jack Patterson contempló a la
pareja que había llegado a la puerta de la casa sin previa advertencia.
-¿El señor Patterson? Soy
William Vickers, del bloque del 1100, y ésta es mi esposa, Judy. Creímos que
teníamos que pasar por aquí después de lo que su hijo Tim ha hecho hoy. Louise,
nuestra hija, ¿sabe?, todavía está en el hospital, por supuesto, pero… Bueno,
dicen que se recuperará muy pronto.
-¿Qué diablos están diciendo
de Tim? - Lorna apareció desde la sala de estar, con los ojos brillantes y
apestando a ginebra-. ¿Dicen ustedes que Tim ha enviado a su hija al hospital?
¡Bueno, esto es el final! ¡Jack Patterson, estás loco si piensas que voy a
desperdiciar un día más de mi vida cuidando a ese maldito hijo tuyo! ¡He
terminado con él y contigo! ¡Al diablo los dos! ¿Me oyes? ¡Al diablo!
-¡Nos han entendido mal! -
protestó débilmente Vickers-. Gracias a su rápida intervención y a la de ese
Amigo suyo que le acompaña a todas partes, Louise llegó al hospital con una
rapidez sorprendente. Sólo tiene unos cortes y ha perdido un poco de sangre…
Nada grave. Ninguna herida grave como podría esperarse cuando un coche
atropella a un niño.
Lorna se quedó con la boca
abierta, como un pez varado en la arena. Hubo un silencio y, a continuación,
Judy Vickers tiró de la manga a su esposo.
-Querido, hum…, creo que
hemos venido en mal momento. Nos vamos a casa. Sin embargo… Bien, ustedes
entienden lo agradecidos que les estamos, ¿verdad?
La mujer se volvió y lo mismo
hizo su esposo después de lanzar una mirada de perplejidad a los Patterson.
-¡Estúpida! - rugió Jack-.
¿Por qué diablos tenías que saltar con una conclusión tan idiota? Vienen dos
personas a darle las gracias a Tim por…, por lo que ha hecho, sea lo que sea,
¡y tú piensas de inmediato en lo peor! ¡No sientes por tu propio hijo el menor
respeto…, ni el menor amor!
-¡Naturalmente que le quiero!
¡Soy su madre! ¡Me importa mucho! - Lorna se encaminaba de nuevo hacia la sala
de estar, retrocediendo como los cangrejos, con la cara vuelta hacia Jack para
seguir gritándole-. En cambio, para ti no es más que una posesión, un símbolo
de estatus social, un…
-Una pequeña corrección,
señora Patterson -dijo una voz con firmeza.
Lorna emitió un jadeo y se
volvió. En medio de la alfombra más grande de la sala de estar se encontraba
Buddy, cuya piel verde marcaba un contraste chocante con el azul de la
alfombra.
-¡Eh!, ¿qué estás haciendo
aquí abajo? - estalló Jack-. Deberías estar arriba, con Tim.
-Tim duerme profundamente y
seguirá haciéndolo durante un buen rato -respondió con calma el Amigo-. De
todos modos, sugiero que no levanten la voz.
-¡Sólo faltaba esto! No
pienso aceptar órdenes de ningún…
-Señor Patterson, no se trata
de una cuestión de órdenes. Sencillamente, deseo aclarar un error de concepto
por parte de su esposa. En tanto ha diagnosticado con precisión la actitud de
usted hacia su hijo, tal como ha afirmado, usted no lo ha considerado nunca
como una persona, sino sólo como un atributo más a añadir al conjunto de su
imagen, que es la de un ejecutivo de empresa con éxito; su esposa sigue todavía
bajo la falsa convicción de que, cito sus propias palabras, «quiere» a su hijo.
Sería más acertado decir que se alegra del carácter intratable de Tim porque le
ofrece a ella la oportunidad de liberar sus celos contra usted. Está resentida…
No, señora Patterson, yo no le recomendaría el uso de la fuerza física. Estoy
preparado para un nivel de respuesta nerviosa mucho más rápido que el de los
seres humanos.
Lorna, con un brazo levantado
y un pesado vaso de cristal tallado en la mano, a punto de arrojarlo, titubeó,
suspiró y, finalmente, se arrepintió de hacerlo.
-Sí, está bien. Te he visto
coger todo lo que Tim te tiraba… Pero cierra la boca, ¿me oyes? - Lorna notó
que volvía a enfurecerse y añadió-: ¡No es asunto tuyo! ¡Guárdate tus críticas!
¡Y deja en paz también a Jack!
-¡Eso! - intervino éste-. ¡En
mi vida me habían insultado así!
-Quizás habría sido muy
conveniente para ambos que hace tiempo alguien les hubiera dicho unas cuantas
verdades desagradables -dijo Buddy-. Mi misión consiste en ayudar a convertir
en reales las posibilidades que, se lo recuerdo, ustedes mismos decidieron
potenciar en la herencia genética de Tim. Él no pidió nacer como es. No pidió
venir al mundo como hijo de unos padres tan presuntuosos que no se contentaban
con un hijo normal, sino que exigían el último modelo de lujo. Entre los dos
han hecho que sistemáticamente desperdiciara su talento. Ningún niño de ocho
años y medio con un CI de entre ciento sesenta y ciento setenta y cinco debería
ser incapaz de leer, escribir, decir la hora, contar y muchas otras cosas. Ésa
es la situación en la que han puesto a Tim.
-¡Si no te callas te voy a…!
-Señor Patterson, repito el
consejo de no levantar mucho la voz.
-¡No pienso seguir los
consejos de ningún bicho extraño como tú, monstruo verde!
-¡Yo tampoco! - gritó Lorna-.
¡Decirme que no quiero a mi propio hijo y que sólo le uso como un arma para
agredir a Jack…!
-Exacto, exacto. ¡Y a mí no
me echa nadie a la cara que le trato como una especie de adorno, un…! ¿Cómo
dijiste?
-Un atributo a añadir al
conjunto de su imagen -repitió inmediatamente Buddy.
-Eso es… ¡Un momento! - Jack
dio unos pasos hacia el Amigo-. No te estarás burlando de mí, ¿verdad?
-¡Y de mí! - gritó Lorna.
-Ya tengo bastante -continuó
Jack Patterson-. Mañana por la mañana, a primera hora, llamaré a la compañía de
alquiler y les diré que vengan a retirarte. Estoy harto de que nos gobiernes la
vida como si fuéramos retrasados mentales incapaces de cuidar de nosotros
mismos. Y, sobre todo, estoy harto de tener a mi hijo a cargo de… ¡Tim! ¿Qué
diablos haces fuera de la cama?
-Ya les aconsejé que hablaran
en voz más baja -murmuró Buddy.
-¡Vuelve a tu habitación en
seguida! - gritó furiosa Lorna a la figurilla de cabellos revueltos que bajaba
la escalera con su pijama azul.
Por sus mejillas corrían dos
lagrimones que brillaban bajo la luz de las lámparas de la sala de estar.
-¿No has oído a tu madre? -
aulló Jack-. ¡A la cama inmediatamente!
Pero Tim continuó bajando con
pasos firmes y tensos. Llegó a la planta baja y avanzó directamente hacia
Buddy; finalmente, unió sus deditos rosados con los verdes y peludos de Buddy.
Sólo entonces empezó a hablar.
-¡No vais a llevaros a Buddy
a ninguna parte! ¡Es mi amigo!
-¡No utilices ese tono con tu
padre! ¡Haré con esa cosa lo que se me pase por las narices!
-No, no lo harás. - Las
palabras de Tim eran una rotunda afirmación-. No tienes autoridad para hacerlo.
He leído el contrato y dice que no puedes.
-¿Qué quiere decir eso de que
«has leído el contrato»? - rugió Lorna-. Tú no sabes leer, pequeño estúpido.
-En realidad -dijo Buddy con
voz suave-, le he enseñado a leer esta tarde.
-¿Le has… qué?
-Le he enseñado a leer esta
tarde. La capacidad ya estaba presente en su mente pero ha permanecido latente
artificialmente, problema que ya he rectificado. Aparte de ciertas relaciones
incongruentes entre sonido y símbolo, Tim estará en condiciones de leer
absolutamente cualquier cosa en un par de días.
-Así pues, es cierto que he
leído el contrato -declaró Tim-. ¡Por eso sé que Buddy puede quedarse conmigo
para siempre!
-Exageras -murmuró Buddy.
-Desde luego -asintió Tim-,
pero diez años son mucho tiempo. - Tim apretó con más fuerza sus dedos contra
los de Buddy y prosiguió-: Por lo tanto, vamos a dejarnos de más palabras
estúpidas, ¿de acuerdo? Y no más gritos, por favor. Buddy me ha explicado por
que los niños como yo necesitan dormir mucho, y supongo que tengo que volver a
la cama. ¿Vienes, Buddy?
-Sí, claro. Buenas noches,
señor y señora Patterson. Por favor, mediten sobre mis observaciones. Y también
sobre las de Tim, porque él les conoce mucho mejor que yo.
Tim se volvió desde la
escalera, con Buddy a su lado, y miró a sus padres con una expresión seria y
unos ojos graves en los que ya se habían secado las lágrimas.
-No os preocupéis -dijo
finalmente-. Desde ahora no voy a ser tan insoportable. Comprendo que no podéis
evitar comportaros como lo hacéis.
-Siempre tiene un aire tan
condescendiente… -estalló Jack Patterson la siguiente vez que él y Lorna
acudieron a la consulta del doctor Hend.
Como parte del acuerdo
privado, sin tribunales, sobre el asunto del perro muerto, los Patterson
estaban obligados a llevar a Tim a la consulta una vez al mes. Eso era
ligeramente más barato que alquilar el tipo de ordenador legal que pudiera
salvar al pequeño de ser recluido en una institución.
-Sí, imagino que debe de
tenerlo -suspiró el doctor Hend-. Pero comprendan que un biofacto como Buddy
está diseñado para maximizar las características que los mejores antropólogos
de Proción, Régulo, Sigma Draconis y otros planetas han diagnosticado como
beneficiosas para la sociedad humana, pero peligrosamente escasas en la misma.
Y la principal entre ellas es la empatía, naturalmente. El compañerismo, la
compasión y ese tipo de cosas. Y para estimular su desarrollo, debe empezarse
por inculcar paciencia, lo que significa tener que establecer un ejemplo.
-¿Paciencia? ¡No hay nada de
paciente en Tim! - replicó Lorna-. Es cierto que solía mostrarse perverso,
destructivo y malhablado, y ahora eso ha terminado, pero jamás nos deja un
momento de paz. Todo el rato está «dame esto», «dame aquello», «quiero hacer un
barco», «quiero hacer una nave espacial a escala», «quiero un bote de cristal
para hacer un como-se-llame y ver cómo viven las hormigas». «¡Quiero!»,
«¡quiero!» Eso es igual de malo, o aún peor.
-¡Exacto! - asintió Jack,
malhumorado-. Lo que ha hecho Buddy es volver a nuestro hijo contra nosotros.
-Al contrario. Le ha vuelto
hacia ustedes, no en contra. Aunque con retraso, Tim está haciendo cuanto puede
por adecuarse a los ideales que ustedes soñaban para él desde el primer
momento. Querían ustedes un hijo con la mente despierta y un CI elevado. Pues
bien, ahí lo tienen. - La voz del doctor Hend traicionaba el hecho de que su
ánimo estaba muy irritado-. Tim ha vuelto a una escuela normal, está
consiguiendo unas notas magníficas, se desenvuelve bien en el gimnasio de caída
libre, e incontables cosas más. Buddy le ha convertido precisamente en el tipo
de hijo que ustedes solicitaron.
-¡Le digo que no! - gritó
Jack-. Tim parece…, parece mirarnos con desprecio, y eso no puedo soportarlo.
-Señor Patterson, si de vez
en cuando se detuviera a pensarlo, se daría cuenta de por qué eso era
inevitable que sucediera.
-¡Yo digo que podría y
debería haberse evitado!
-Imposible. Para romper el
aislamiento de Tim en el plazo más breve posible, y para curar su incapacidad
de relacionarse y comprender los sentimientos de los demás, Buddy ha utilizado
los medios más prácticos que tenía a mano. Le ha enseñado a Tim un sentimiento
de lástima, un truco que muchas veces me gustaría que funcionara con algunos
pacientes, pero que me resulta imposible porque yo también soy humano. No ha
sido culpa de Buddy, ni tampoco de Tim, que las primeras personas a las que ha
aprendido a compadecer hayan sido ustedes.
»Por tanto, si desean que
vuelva a sentir respeto por ustedes, será mejor que le pidan consejo a Buddy.
Él les explicará cómo hacer frente al tema. Después de todo, para esto están
los Amigos, para hacernos mejores como seres humanos.
»Ahora tendrán que
perdonarme. Tengo otros pacientes esperando. Buenas tardes.
FIN
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