Luz y sombra.
Autor: Ricardo Buenamar.
País: Puerto Rico.
Con la expresión de los ojos,
Más dulce que las palabras,
Me dijo una noche triste:
Tú eres dueño de mi alma.
Y al penetrar su secreto
Le dijeron mis miradas
Que su amor casto sería,
De mi vida la esperanza.
De aquella muda entrevista
De dos seres que se aman
Y que destino contrario
Eternamente separa.
La memoria bendecida
Llevo en mi mente grabada,
Sin que jamás la disipen
El tiempo ni la constancia.
De la vida en el ocaso
Falto de fe en el mañana,
Sin ilusiones que animen
El corazón que se gasta.
Al tender sobre mi cielo
La noche eterna su gasa,
Aún ilumina mis sombras
El fulgor de su mirada.
Poema de la despedida.
Autor: José Ángel Buesa.
País: Cuba.
Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.
Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste… No sé si te quería…
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.
Este cariño triste, y apasionado, y loco,
Me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No sé si te amé mucho… No sé si te amé poco;
Pero si sé que nunca volveré a amar así.
Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo,
Y el corazón me dice que no te olvidaré,
Pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,
Tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.
Te digo adiós, y acaso, con esta despedida,
Mi más hermoso sueño duerme dentro de mí…
Pero te digo adiós, para toda la vida,
Aunque toda la vida siga pensando en ti.
Canción del amor lejano.
Autor: José Ángel Buesa.
País: Cuba.
Ella no fue, entre todas, la más bella,
Pero me dio el amor más hondo y largo.
Otras me amaron más; y, sin embargo,
A ninguna la quise como a ella.
Acaso fue porque la amé de lejos,
Como a una estrella desde mi ventana…
Y la estrella que brilla más lejana
Nos parece que tiene más reflejos.
Tuve su amor como una cosa ajena,
Como a una playa cada vez más sola,
Que únicamente guarda de la ola,
Una humedad de sal sobre la arena.
Ella estuvo en mis brazos, sin ser mía,
Como el agua en un cántaro sediento,
Como un perfume que se fue en el viento
Y que vuelve en el viento todavía…
Me penetró su sed insatisfecha
Como un arado sobre la llanura,
Abriendo en su fugaz desgarradura
La esperanza feliz de la cosecha.
Ella fue lo cercano en lo remoto,
Pero llenaba todo lo vacío,
Como el viento en las velas del navío,
Como la luz en el espejo roto.
Por eso aún pienso en la mujer aquella,
La que me dio el amor más hondo y largo.
Nunca fue mía. No era la más bella.
Otras me amaron más… y, sin embargo,
A ninguna la quise como a ella.
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