Sobre la luna inmóvil de un espejo,
celebra una redonda cofradía
de verdes pinos, tintos de oro viejo,
la transfiguración del rey del día.
La plata blanda, ayuna de reflejo,
muere ya. Del cristal -lámina fría-
dice la voz del vaho en agonía:
-Doró mi lengua el sol, ¿de qué me quejo?
Las puertas del ocaso, ya cerradas,
tapian de luto el campo. Negros perros,
a lo que nadie sabe, ocultos, gritan.
Decapitando sueños, fatigadas,
sobre el túmulo alto de los cerros
las estrellas del valle se marchitan.
Rafael Alberti, Marinero en Rierra, Poema 6
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