Yo soy malo. ¿Recuerdas cuando Gina
me lo llamaba -Malo-, no con esa
complicidad coqueta tras mi típica broma
cruel a costa de alguien, sino en serio
y con la gravedad de lo que es cierto
y muy triste (ya estábamos
a punto de dejarlo).
Es curioso: de niños somos malos
sin más; después ser malo
se llena de matices: eres cínico
(malo), rebelde (malo), contestón
(malo).
Llegas a adulto y las palabras
recuperan su antigua contundencia:
te miran con sorpresa y rebuscado
espanto y ¡Tú eres malo!, dice alguien
resumiéndolo todo, tus traiciones
cotidianas, tus infidelidades,
tu vicio: causar daño.
Vicios: Bichos.
Ninguna casa está libre de bichos.
En cada grieta, bajo tu colchón.
Huyen de ti, te pican, te dan miedo.
Se alimentan de ti.
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