El mayor estudio hasta la fecha confirma la “singularidad genética” de los vascos
La investigación ratifica que los vascos se distanciaron del resto de pueblos de la península Ibérica desde hace unos 2.500 años, mucho después de lo que afirman las leyendas nacionalistas
El mayor estudio realizado hasta la fecha, con muestras de ADN de casi 2.000 individuos actuales y de épocas antiguas, ha confirmado “la singularidad genética de los vascos” en Europa, según sus autores. La investigación, encabezada por el biólogo David Comas, ratifica que esa singularidad no se debe a un origen extraordinario, sino simplemente a un mayor aislamiento desde la Edad del Hierro, hace unos 2.500 años. “Los vascos no son marcianos”, subraya Comas, del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona.
El origen de los vascos apasiona a la comunidad científica desde el siglo XIX. El antropólogo francés Paul Broca se coló una noche de 1862 en el cementerio de Zarautz para robar cráneos con los que estudiar las presuntas peculiaridades de lo que entonces se consideraba una raza primitiva. Juan José Ibarretxe, presidente del Gobierno vasco hasta 2009, proclamaba que el pueblo vasco “tiene 7.000 años de existencia” para impulsar su proyecto separatista. Y el entonces presidente del Partido Nacionalista Vasco (PNV), Xabier Arzalluz, afirmaba en 2000 que los vascos eran “los más antiguos habitantes de Europa”, con “raíces propias” desde la prehistoria.
La lectura del genoma humano pinta un escenario muy diferente, según detalla el genetista vasco Íñigo Olalde. Hace unos 7.000 años, grupos muy parecidos genéticamente a las poblaciones de agricultores y ganaderos neolíticos de Anatolia llegaron a la península Ibérica y se mezclaron con sus habitantes, cazadores y recolectores del Mesolítico, la etapa anterior al Neolítico. Quedó una población con una ancestralidad que era un 80% neolítica y un 20% local mesolítica, según explica Olalde, cuyo equipo de la Universidad de Harvard (EE UU) reconstruyó en 2019 la historia genómica de la península Ibérica. Posteriormente, hace unos 4.500 años, empezaron a llegar grupos descendientes de la cultura yamnaya, los nómadas que abandonaron las estepas de la actual Rusia hace unos cinco milenios. Tras esa mezcla, la población resultante presentaba un 40% de esa ascendencia foránea y un 60% de lo que ya había. Ese es el sustrato genético común de todos los pueblos de la península Ibérica, incluidos los vascos.
Olalde cree que el nuevo estudio, en el que no ha participado, confirma que los vascos son “distintos genéticamente” del resto de la península Ibérica, pero no tanto. “Hace décadas se decía que los vascos eran la continuación de los cazadores-recolectores y luego se vio que era totalmente mentira. Luego se dijo que eran continuación de los neolíticos que vinieron después y también se ha visto que es falso”, explica el genetista.
El nuevo estudio, publicado este jueves en la revista especializada Current Biology, sugiere que el lenguaje pudo actuar como una “barrera cultural” que facilitó el aislamiento de los vascos desde la Edad del Hierro —hace unos 2.500 años—, por ejemplo, durante las etapas de dominio romano o musulmán. El grupo de David Comas ha analizado el ADN de 190 personas cuyos cuatro abuelos nacieron en la misma zona. Los resultados muestran diferentes repertorios genéticos incluso dentro del propio País Vasco, concentrados en pequeñas regiones que coinciden con la distribución histórica de los diversos dialectos del euskera. La hipótesis del equipo de Comas es que el lenguaje supuso una barrera para el contacto con los pueblos circundantes, pero también fue un obstáculo interno por la existencia de dialectos con “menor inteligibilidad mutua”. El actual euskera estándar, denominado batúa, no se estableció hasta 1968.
La historia de la genética vasca está plagada de resultados contradictorios. Uno de los coautores del nuevo estudio, Jaume Bertranpetit, ya dirigió en 2010 otra investigación que llegó a la conclusión contraria: que los vascos no presentaban una singularidad genética. “Sin duda, nuestro trabajo anterior no está bien”, admite Bertranpetit, también del Instituto de Biología Evolutiva. Su grupo utilizó entonces técnicas de análisis genético que hoy son rudimentarias. “Hemos visto que la aproximación era demasiado poco fina para detectar diferencias pequeñas entre poblaciones”, explica.
La bióloga Ana María Aransay lamenta la utilización política de los estudios genéticos. “A mí me interesan las poblaciones aisladas históricamente porque, por la endogamia, tienen variantes únicas de enfermedades. Hay un tipo de párkinson que, de hecho, tiene un nombre en euskera: el dardarín. La política me interesa cero”, señala Aransay, del centro de investigación biomédica CIC bioGUNE, en Derio (Bizkaia). El equipo de la bióloga respondió en 2010 a Bertranpetit con otro estudio que aseguraba que sí había una singularidad genética vasca.
La bióloga mexicana Cristina Valdiosera, de la Universidad de Burgos, ya mostró en 2015 que los vascos no son tan antiguos como se pensaba. Su investigación rebajó su presunta antigüedad a unos 5.000 años. El equipo de Íñigo Olalde en Harvard la disminuyó todavía más en 2019, hasta llegar a esos 2.000 o 2.500 años que ahora confirma el estudio de David Comas. Valdiosera lo resume así: “El resto de poblaciones ibéricas comienzan a diferenciarse de las poblaciones vascas a partir de la Edad de Hierro porque empiezan a tener influencias genéticas de otras poblaciones, como las musulmanas o las romanas. Son los vascos los que se congelan en el tiempo”.
David Comas, nacido en Barcelona en 1969, ya dedicó parte de su tesis doctoral en los años 90 a la genética de los vascos. Lleva más de dos décadas viendo cómo sus investigaciones se utilizan políticamente, desde todos los bandos. “Las diferencias que observamos se pueden magnificar o minimizar. El titular de la noticia puede ser que hay una singularidad genética de los vascos, que los vascos son distintos, pero también se puede destacar que el sustrato genético es el mismo que el del resto de la península Ibérica, que los vascos son iguales”, bromea Comas.
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FE DE ERRORES
En una primera versión de este artículo se afirmaba que la hipótesis de los investigadores es que el lenguaje fue un obstáculo interno por la existencia de dialectos "incomprensibles para los mismos vecinos". La frase se ha matizado para reflejar la expresión literal de los autores, que hablan de dialectos con "menor inteligibilidad mutua".
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