Amazon Prime

Kindle

Mostrando entradas con la etiqueta 004 Articulos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta 004 Articulos. Mostrar todas las entradas

lunes, 15 de enero de 2024

¿Cuál es la magnitud del problema de los artículos falsos en la ciencia?

 

viernes, 12 de enero de 2024

Alfabetización en inteligencia artificial (IA) entre los empleados de bibliotecas universitarias

 

jueves, 11 de enero de 2024

La inteligencia artificial centrada en el humano tiene el potencial de mejorar el trabajo en las bibliotecas.

 

La inteligencia artificial centrada en el humano tiene el potencial de mejorar el trabajo en las bibliotecas.

La inteligencia artificial potenciada por la desinformación es la mayor amenaza a corto plazo para el mundo, según un informe de Davos

 

martes, 2 de enero de 2024

UN PERFIL ENCANTADO {Relatos}

 


 




Adaptado por Paya Frank

 

Hay pocas mujeres califas. Las mujeres son Scheherazadas de nacimiento, por predilección, por instinto y por disposición de las cuerdas vocales. A diario, centenares de miles de hijas de visires les narran los mil y un cuentos a sus respectivos sultanes. Pero el arco alcanzará a algunas de ellas si no se cuidan.

Sin embargo, he oído un cuento sobre una mujer califa. No es precisamente un cuento de Las mil y una noches, porque nos trae a la Cenicienta, que lució su repasador en otra época y país. De modo que, si al lector no le importa la confusión de fechas (lo cual, después de todo, parece darle al asunto un sabor oriental), seguiremos adelante.

En Nueva York hay un hotel viejo, muy viejo. El lector lo habrá visto en grabados en las revista… Lo construyeron… veamos… cuando en la calle Catorce sólo había la vieja huella india que llevaba a Boston y a la oficina de Hammerstein. Pronto demolerán la vieja posada. Y cuando derriben las resistentes paredes y los ladrillos rueden estrepitosamente por los saetines, multitudes de ciudadanos se reunirán en las esquinas próximas y llorarán la destrucción de un viejo y querido mojón. El orgullo cívico es fuerte en Nueva Bagdad: y el que más llorará y aullará contra los iconoclastas será el hombre (originariamente de Terre Haute) cuyos afectuosos recuerdos del antiguo hotel se limitan a que fue expulsado a puntapiés de su sección de almuerzos gratuitos en 1873.

En aquel hotel paraba siempre la señora Maggie Brown. La señora Brown era una mujer huesuda de sesenta años, de mohoso traje negro y cuya cartera era aparentemente del cuero del animal primitivo a quien Adán había resuelto llamar cocodrilo. La señora Brown ocupaba siempre una salta y un dormitorio en el último piso del hotel, pagando un alquiler de dos dólares diarios. Y, cuando estaba allí, siempre venían a verla a diario muchos hombres, de rostro agrio y aire ansioso, con sólo unos pocos segundos disponibles. Porque se decía que Masggie Brown ocupaba el tercer lugar entre las mujeres más ricas del mundo: y aquellos solícitos caballeros eran simplemente los corredores y hombres de negocios más ricos de la ciudad, que querían míseros préstamos de media docena de millones o algo así de la sucia dueña de la prehistórica cartera.

La taquígrafa y dactilógrafa del Acrópolis Hotel (¡bueno, ya se me ha escapado su nombre!) era la señorita Ides Bates, una sobreviviente de los clásicos griegos. Su físico era perfecto. Un hombre de otros tiempos, al rendirle homenaje a una dama, dijo: “Haberla amado era una educación liberal.” Pues bien: el solo hecho de haber mirado el negro cabello y la blanca blusa de la señorita Bates equivalía a un curso completo de una escuela por correspondencia. La señorita Bates solía hacerme algunos trabajos a máquina y como se negaba a cobrar por adelantado, llegó a considerarme algo así como un amigo y protegido suyo. Su bondad y jovialidad eran inagotables: y ni siquiera un viajante de albayalde o un importador de pieles se habrían atrevido nunca a franquear los límites de buena conducta en su presencia. Todo el personal del Acrópolis Hotel, desde el propietario, que vivía en Viena, hasta el jefe de conserjes, postrado en el lecho desde hacía dieciséis años, hubiera acudido en su defensa instantáneamente.

Cierto día yo pasaba por el pequeño santuario Remingtorium de la señorita Bates y vi en su lugar a un ser de cabello negro -una persona inequívocamente- que martillaba en el teclado con los índices de ambas manos. Meditando sobre la mutabilidad de los asuntos humanos, seguí de largo. Al día siguiente, me tomé dos semanas de vacaciones. Al volver crucé el vestíbulo de la Acrópolis y vi, envuelta en la cordial aureola de los buenos tiempos de antaño, a la señorita Bates, tan griega y bondadosa e impecable como siempre, que acababa de poner la funda sobre su máquina. Era hora de cerrar: pero la señorita Bates me pidió que me sentara durante unos minutos en la silla desde la cual le dictaba y me explicó su ausencia y regreso al Acrópolis Hotel con palabras como las siguientes, o al menos muy parecidas:

-Bueno… ¿Cómo marchan sus cuentos?

-Bastante bien -dije-. Vienen y se van.

-Perdón -dijo ella-. En un cuento, lo más importante es pasarlo debidamente a máquina. Usted me habrá echado de menos… ¿no es así?

-Ninguna de las muchachas que he conocido sabe distribuir tan adecuadamente como usted las hebillas de cinturón, los puntos y comas, los huéspedes de hotel y las horquillas. Pero también usted ha estado ausente. Días pasados vi en su lugar un paquete de menta- pepsina.

-Yo iba a hablarle de eso cuando usted me interrumpió -dijo la señorita Bates-. Naturalmente, usted conoce a Maggie Brown, que se hospeda aquí Bueno: pues posee 40.000.000 de dólares. Vive en Jersey, en un departamento de diez dólares. Tiene siempre más dinero a mano que media docena de candidatos a la vicepresidencia. No sé si lo guarda en la media o no, pero sí sé que es popularísima en el sector de la ciudad donde adoran al becerro de oro Pues bien: hace dos semanas, la señora Brown se detuvo ante la puerta y se burló de mí durante diez minutos. Yo estaba sentada de costado, haciendo varias copias carbónicas de un negocio de minas de cobre para un viejo ricachón de Tonopah. Pero siempre veo todo lo que pasa a mi alrededor. Cuando trabajo de firme, veo las cosas por entre mis peinetas laterales, y me basta con dejar suelto un botón de mi blusa en la espalda para ver quien está detrás de mí No miro, porque gano de dieciocho a veinte dólares semanales y no tengo por qué mirar.

“Esa tarde, a la hora de irse, la señora Brown me llamó a su departamento. Yo tenía que pasar a máquina unas dos mil palabras de pagarés, embargos y contratos, con una propina de diez centavos en vista: pero fui. Pues bien, amigo mío: ciertamente, me sentí sorprendida. La vieja Maggie Brown se había humanizado.

“-Hija mía -me dijo-. Es usted el ser humano más hermoso que yo haya visto en mi vida. Quiero que deje su trabajo y que venga a vivir conmigo. No tengo más parientes que un marido y un par de hijos, y no mantengo relaciones con ninguno de ellos. Son una carga costosísima para una mujer que trabaja tan firme. Quiero que usted sea una hija para mí. Dicen que soy mezquina y avara y los periódicos publican mentiras y afirman que yo misma me cocino la comida y me lavo la ropa. Eso es mentira. Mando a lavar la ropa afuera, salvo los pañuelos, medias, enaguas y cuellos y toda la ropa liviana como ésa. Tengo cuarenta millones en efectivo y títulos y acciones tan negociables como los de la Standard Oil. Soy una vieja solitaria y necesito compañía. Usted es el ser humano más hermoso que he visto. ¿Quiere venir a vivir conmigo? Ya verá si sé gastar dinero o no.

“Pues bien… ¿Qué habría hecho usted en mi lugar? Naturalmente, acepté. Y a decir verdad, la vieja Maggie comenzó a inspirarme simpatía. Eso no se debió solamente a los cuarenta millones y a lo que podía hacer por mí. También yo me sentía algo así como solitaria. Todos necesitan a alguien a quien poder hablarle del dolor que sienten en el hombro izquierdo y de la rapidez con que se gastan los zapatos de charol cuando se rajan. Y una no puede hablarles de esas cosas a los hombres a quienes conoce en los hoteles: ellos buscan precisamente esas oportunidades.

“De modo que dejé mi empleo del hotel y me fui con la señora Brown. Ciertamente, parecía que yo la había conquistado. Me miraba durante media hora cuando me veía sentada, leyendo u hojeando las revistas.

“En cierta ocasión le dije: «¿Le recuerdo a algún difunto pariente o amigo de su infancia, señora Brown? He notado que me hace usted un bonito examen óptico de vez en cuando.

«Su cara -me contestó ella- es idéntica a la de una amiga mía muy querida… a la mejor amiga que he tenido en mí vida. Pero también me gusta usted por usted misma, hija mía.

“¿Y sabe usted qué hizo? Se ablandó como una ondulación Marcel con la marejada de Coney Island. Me llevó a casa de una modista aristocrática y le dio carta blanca para que me pusiera en condiciones: no hacía cuestión de dinero. Hubo órdenes precipitadas y madame cerró la puerta y puso a trabajar a todo su personal.

“Luego nos mudamos. ¿Adónde supone usted? No, píenselo bien; eso es, al hotel Bonton. Tomamos un departamento de seis habitaciones; nos costaban cien dólares diarios. Vi la menta. Empecé a cobrarle afecto a la vieja señora.

“Y luego, cuando empezaron a llegar mis vestidos… ¡oh, yo no podría describírselo!. Usted no me comprendería. Y empecé a llamarla tía Maggie. No habrá olvidado el cuento de la Cenicienta, naturalmente. Pues bien: lo que dijo Cenicienta cuando el príncipe le ajustó aquel A 3^ sobre el pie es un relato de mala suerte comparado con las cosas; que le dije yo.

“Luego, la tía Maggie anunció que ofrecería en el Bonton, para presentarme en sociedad, un brillante banquete que dejaría a todas las antiguas familias holandesas de la Quinta Avenida a la altura de unos furgones de mudanzas.

“-Por mí no hay inconveniente, tía Maggie -le dije-. ¿Pero. sabe que éste es uno de los hoteles más aristocráticos de la ciudad? ¿,Y que, con perdón de usted, cuesta mucho reunir a un grupo de gente distinguida, a menos que una tenga mucha práctica?

“-No se inquiete por eso, hija mía -dijo la tía Maggie-. Yo no mando invitaciones: doy órdenes. Tengo aquí a cincuenta invitados que no podrían ser reunidos en una recepción, a menos que la ofrecieran el rey Eduardo o Williams Travers Jerome. Son hombres, desde luego, y todos ellos me deben dinero o se proponen debérmelo. Las esposas de algunos de ellos no vendrán, pero muchas sí que lo harán.

“Bueno. Lamento que usted no haya presenciado ese banquete. Toda la vajilla era de oro y de cristal tallado. Había unos cuarenta hombres y mujeres, fuera de la tía Maggie y de mí. Usted no habría reconocido a la mujer que ocupa el tercer lugar entre las más ricas del mundo. Se había puesto un vestido nuevo de seda negra con tanta pasamanería que sonaba como el granizo que oí en cierta oportunidad, cuando pasé la noche en el cuarto de una muchacha que vivía en una buhardilla.

“¡Y mi vestido! No puedo despilfarrar palabras con usted. Era de encaje hecho a mano… y costaba 300 dólares. Vi la cuenta. Los hombres eran todos calvos o con patillas blancas y charlaban en un vivo fuego graneado de preguntas y respuestas sobre el tres por ciento y Bryan y la cosecha de algodón.

A mi izquierda había algo que hablaba como un banquero, y a mi derecha un joven que decía ser dibujante de un periódico. Era el único… Bueno, por poco se lo digo.

“Cuando terminó la cena, la señora Brown y yo subimos al departamento. Tuvimos que abrirnos paso entre la muchedumbre de reporteros que atestaba los salones. Ésa es una de las cosas que logra el dinero. A propósito… ¿Conoce por casualidad a un dibujante de los periódicos que se llama Lathrop… un hombre alto de hermosos ojos y que halla con desenvoltura? No, no recuerdo en qué periódico trabaja. Bueno, tanto da.

“Cuando subimos a nuestras habitaciones, la señora Brown telefoneó inmediatamente para pedir la cuenta. Se la mandaron y era de 600 dólares. La vi. La tía Maggie se desmayó. La acosté en un canapé y le solté el rosario.

“-Hija mía -me dijo, al volver en sí-. ¿Qué ha pasado? ¿Es un aumento del alquiler o un impuesto a la renta?

“-Sólo una cenita -dije-. No hay motivo para preocuparse: apenas una gota de agua en la Bolsa. Atención y mire lo que hace.

“¿Sabe usted qué hizo entonces la tía Maggie? ¡Se asustó! Me sacó precipitadamente del hotel Bonton a las nueve de la mañana siguiente. Nos fuimos a una casa de pensión del West Side inferior. Alquiló un cuarto que tenía el agua en el piso de abajo y la luz en el piso de arriba. Cuando nos mudamos allí sólo se veían en la habitación vestidos nuevos por valor de unos 1.500 dólares y una cocina de gas de un solo mechero.

‘La tía Maggie había sufrido un repentino ataque de tacañería. Creo que cualquiera debe permitirse una francachela una vez en su vida. Un hombre gasta lo suyo en copas y una mujer se entusiasma con los vestidos. Pero cuando hay cuarenta millones de dólares… ¡caramba! Me gustaría tener un retrato de… Pero, a propósito de retratos… ¿conoció usted alguna vez a un dibujante de los periódicos llamado Lathrop? Un hombre alto… Ah, sí… Yo se lo había preguntado ya… ¿verdad? Fue amabilísimo conmigo durante la cena. Su voz me fascinaba. Creo que me suponía heredera del dinero de tía Maggie.

“Y bien… Con tres días de esa economía doméstica liviana me bastó. La tía Maggie estaba más afectuosa que nunca. Casi no consentía que me alejara de su lado. Pero déjeme que le cuente. Era una tacaña de Tacañeville, distrito del Tacañismo. Fijaba un límite de setenta centavos diarios. Nos preparábamos la comida en el cuarto. Y ahí me tenía usted, con vestidos de última moda por valor de mil dólares y haciendo cosas sobre una cocina de gas de un solo mechero.

“Como dije, al tercer día volé de la jaula. Me resultaba insoportable la idea de preparar un guisado de riñoncitos usando un vestido de 150 dólares, con entredós de encajes de Valenciennes. De modo que me acerqué al ropero y me puse el más barato de los vestidos que me había comprado la señora Brown, es el que llevo puesto ahora, y no está tan mal por 75 dólares… ¿verdad? Había dejado todos mis vestidos en el departamento de mi hermana, en Brooklyn.

“-Señora Brown, ex tía Maggie -le dije-. Voy a mover los pies en forma alternada, el uno después del otro, de tal modo y con tal rumbo que este departamento se aleje de mí con la mayor rapidez posible. No adoro el dinero -dije-, pero no puedo soportar ciertas cosas. Puedo soportar a ese monstruo fabuloso sobre el cual he leído cosas y que hace volar con el mismo soplo a pájaros calientes y botellas frías. Pero no puedo soportar a un tránsfuga. Dicen que usted tiene cuarenta millones… Pues bien: nunca tendrá menos. Y yo estaba empezando a cobrarle afecto.

“Entonces, la ex tía Maggie empezó a patalear hasta que le brotaron las lágrimas. Se ofreció a mudarse a una habitación distinguida, con una cocina de dos quemadores y agua corriente.

“-He gastado muchísimo dinero, hija -dijo-. Tenemos que economizar durante algún tiempo. Es usted el ser más hermoso que yo haya visto en mi vida y no quiero que me abandone.

“Bueno. Pues aquí me tiene… Fui derechito al Acrópolis y pedí que me devolvieran mi empleo y me lo devolvieron. ¿Cómo dijo que marchaban sus escritos? Sé que se le han perdido algunos porque no estaba yo para pasarlos a máquina. ¿Suele hacerlos ilustrar? Y, por lo demás… ¿Conoce a un dibujante?… ¡Oh, no me diga nada! Recuerdo que se lo he preguntado ya. No sé en qué periódico trabaja… Es curioso, pero no puedo dejar de pensar que él pensaba en el dinero que debió pensar que yo pensaba conseguir de la vieja Maggie Brown. Si yo conociera al menos a algunos de los directores de los diarios, entonces…”

De la puerta llegó el rumor de unos leves pasos e Ida Bates vio quién era en su peineta. La vi sonrojarse, a pesar de ser una estatua perfecta… un milagro que sólo comparto con Pigmalión.

¿Merezco perdón? -me dijo, adorable, solicitante-. Es… es el señor Lathrop. Me pregunto si no habrá sido en realidad el dinero… me pregunto sí, después de todo, él…

Naturalmente, me invitaron a la boda. Después de la ceremonia, arrastré a Lathrop a un aparte.

¡Usted es dibujante y no se ha dado cuenta de la razón por la cual Maggie Brown le cobró tanto afecto a la señorita Bates! … ¿No es así? Permítame que se lo muestre.

La novia lucía un sencillo vestido blanco de tan bellos pliegues como la indumentaria de las antiguas griegas. Tomé algunas hojas de una de las guirnaldas ornamentales de la salita e hice con ellas una corona, la puse, sobre el cabello castaño de la ex-señorita Bates y la obligué a volverse para que su marido la viese de perfil.

-¡Caramba! -dijo él- ¿Verdad que la cabeza de Ida es idéntica a la de esa dama del dólar de plata?

 

FIN

viernes, 15 de diciembre de 2023

Dos años de prohibición de libros en Estados Unidos

 


martes, 22 de agosto de 2023

Gonzalo Bravo: «El Imperio Romano nunca cayó»

 Roma no se fundó el 21 de abril del año 753 a. C., Rómulo y el resto de los reyes legendarios de Roma nunca existieron, el conflicto entre patricios y plebeyos no fue una lucha de clases y el cristianismo no provocó la caída del Imperio Romano… porque el Imperio Romano nunca cayó. Ninguna otra historia brinda tantos mitos y tópicos como la del pueblo que dominó el mundo conocido durante un milenio, el pueblo que inventó la política y las leyes que inspiran nuestro presente, el pueblo que, inevitablemente, aún somos. Y el mejor antídoto contra esa montaña de siglos de leyendas y lugares comunes es la lectura del último libro del historiador español del mundo antiguo más original e iconoclasta: Roma antigua: Una historia realista (Alianza, 2023), de Gonzalo Bravo, profesor emérito de la Universidad Complutense de Madrid. Se trata de un resumen tan breve como deslumbrante que despeja sesgos y conjeturas rescatando de las tinieblas del mito la verdad de la historia.

 

A Gonzalo Bravo le sorprende que hoy sigan publicándose novedades historiográficas que dan por buenas la fecha mítica de la fundación o la existencia reyes legendarios como Rómulo que ni existieron ni pudieron existir. Tres tendencias indagan en los orígenes de Roma. La primera sería la hipocrítica, es decir, aquella que da por buena una fuente literaria por el hecho de que procede de la época, aunque no sea coetánea de los hechos sino, como Livio o Casio, de los últimos signos de la República. La segunda o hipercrítica, que encarnarían los arqueólogos, sería la contraria: no aceptar nada que llegue por la vía literaria, por estar viciado por una intencionalidad de origen. Para combinar ambas surge una tercera tendencia, la más actual, de «convergencia de datos», a saber, que los datos procedentes tanto de fuentes literarias como de fuentes arqueológicas pueden ser coincidentes y, de hecho, en algunos casos lo son. En definitiva, si ambas fuentes convergen, tenemos una realidad histórica. Y es a esa historia «realista» de Roma a la que se adscribe el profesor Bravo.

***

 

—»¡Si las piedras hablasen… y hablaron!», titula su introducción al libro. ¿La historia de la Roma Antigua, que arrancaría con Rómulo, ha dependido durante demasiado tiempo de las fuentes escritas y hacía falta un cotejo profundo con la arqueología?

 

—¡Rómulo es una leyenda! ¡No existió nunca! ¿Cómo alguien puede seguir afirmando hoy algo semejante? ¡Búsquense otro responsable, pero ese no! Rómulo es el más mitológico de todos los reyes romanos y no puede servir como referente para explicar algo tan importante como el nacimiento, y no fundación, de Roma. Eso no significa que no sea interesante saber quién se inventa esto: seguramente a finales del periodo republicano, cuando Varrón, para coincidir con una fiesta religiosa, fija definitivamente el 21 de abril del 753 como el día en que se fundó Roma. Le faltó decir que ocurrió a la hora tercia… Roma acabaría por convertirse en una gran ciudad… pero empezó siendo una muy pequeñita que, por no tener, no tenía ni mujeres, y de ahí el famoso rapto de las sabinas.

 

—La influencia de la historia antigua de Roma en el imaginario político de la modernidad es enorme. Y uno de los motivos inspiradores principales es el conflicto republicano entre patricios y plebeyos. ¿Podemos hablar de una «lucha de clases»?

 

—El conflicto patricio-plebeyo será un paradigma durante siglos e incluso milenios, en los que servirá de modelo o patrón de análisis de cualquier otro conflicto sociopolítico. Incluso los marxistas, como usted señala, vieron en él nada menos que la forma por excelencia de la lucha de clases. Y, sin embargo, la clave para entender la sociedad romana antigua no eran las clases, sino el estatus. En las llamadas «revoluciones» romanas lo que está en juego es mucho más la lucha por el estatus de un nuevo grupo social ascendente que cuestiones de explotación o de antagonismo de clases.

 

—Explica en su libro que el giro imperialista tuvo lugar en la segunda mitad del siglo II a. C., entre la Primera y la Segunda Guerra Púnica. Desde entonces, Roma iba a convertirse muy rápido en uno de los mayores y más longevos imperios de la historia. ¿Qué hecho decisivo condujo a ese giro? ¿Y por qué Roma y no Cartago?

 

—Nada ocurre por generación espontánea en la historia, y el imperialismo romano se va gestando poco a poco. ¿Qué lleva a Roma a cambiar su visión del mundo y a iniciar sus conquistas? La respuesta es relativamente sencilla. Durante la Primera Guerra Púnica en Sicilia, los romanos se dan cuenta de que están combatiendo con la mayor potencia naval del Mediterráneo… ¡y no tienen flota! ¿Qué hicieron? Mandaron construir una flota de trescientas naves que pudiera batirse con la cartaginesa, utilizando como modelo los trirremes y quinquerremes griegos y lo lograron en solo diez años. Así, unos romanos que no sabían nada del mar se convirtieron de la noche a la mañana en una potencia marítima. Pero con una peculiaridad: como su fuerte era la lucha cuerpo a cuerpo, los legionarios romanos buscaban siempre acercar sus naves a las de los enemigos para propiciar una lucha que hoy podríamos llamar anfibia. Y vencieron. Aquello cambió su mentalidad. Y el segundo momento, y definitivo, que decidió el destino imperialista de Roma fue la conquista de las potencias helenísticas. Pero Roma no siempre fue vencedora, y eso es crucial: ninguna potencia aprendió de sus derrotas mejor que Roma.

 

 

—Idus de marzo del año 44 a. C. ¿Fue el asesinato de César para evitar que se convirtiera en rey lo que paradójicamente liquidó la República e impuso el Imperio, o se trataba de un proceso que ya estaba en marcha?

 

—El contexto en que ocurre el asesinato de César es el de las guerras civiles que ya habían empezado en el año 91 a. C., y esas guerras civiles debemos entenderlas como una especie de selección natural de los poderosos frente a los débiles. Se va formando así una nueva élite aristocrática que será el germen del Imperio y, en el contexto de esa lucha, casi todos mueren asesinados por el rival. Tal es el caso de César.

 

—¿Por qué la de emperador era una profesión de tan alto riesgo, por qué tenían tantas posibilidades de morir asesinados?

 

—Para empezar, el emperador romano no se consideraba un personaje divino, como ocurría en otros lugares. Era un hombre, esto es importantísimo, hasta el punto de que, cuando celebraba sus victorias por las calles de la capital, un esclavo le acompañaba para decirle cada tanto: «No olvides que eres mortal». ¿Por qué duraban tan poco? Démosle la vuelta. ¿Cómo duraron tanto los pocos que lo lograron? Augusto, Diocleciano, Marco Aurelio, Constantino, Teodosio… duraron más por una de estas dos razones: La primera es que supieron elegir muy bien su consilium, aquellas personas que les asesoraban, pero que también les protegían, indicándoles las precauciones que debían tomar, especialmente controlando sus impulsos. Los emperadores impetuosos nunca duraron mucho, y en el siglo III, en unos 40 años, se suceden 57 emperadores. La segunda razón de la pervivencia de un emperador pasaba por reformar el sistema inicial de tal manera que les protegiera, como hace Adriano, el primero que dice que la ley no se dicta en el Senado sino en palacio.

 

—El último gran conflicto que sacude el imperio es la pugna entre el paganismo derrotado y el cristianismo vencedor. ¿Por qué triunfa el cristianismo?

 

—La clave está en el siglo III, es la llave que cierra una puerta en la evolución del Imperio Romano y abre otra diferente. Ya hacia el 260 la persecución de los cristianos, que había empezado unos años antes, se frena con la llamada paz del emperador Galieno y no vuelve a ponerse en marcha en todo el Imperio hasta el 303, con Diocleciano. Esos cuarenta años son precisamente los años en los que se planta el germen de la iglesia cristiana, primero de forma tímida y más adelante a toda velocidad, no sin ayuda de Constantino. ¿Qué comprende Constantino a principios del siglo IV y le servirá como la mejor propaganda de su gobierno? Comprende que los romanos ya no eran paganos, que habían dejado de creer en sus dioses. Y se da cuenta observando a sus propios soldados, que van abandonando el paganismo para adherirse a esa nueva religión que flota en el ambiente y que, sin persecuciones, crece como la espuma. El conflicto, o mejor dicho, la crisis, viene después de Constantino, cuando los primeros emperadores cristianos comienzan a legislar contra los paganos. ¿Por qué triunfa el cristianismo? Sin duda por su universalismo, pero también por su monoteísmo, que no se disuelve en un panteón inacabable de dioses.

 

—Recientemente se ha publicado una nueva edición resumida del clásico de Gibbon Decadencia y caída del Imperio Romano, pero los historiadores actuales son cada vez más críticos con esa imagen que hemos asumido acríticamente de la decadencia y caída, ¿no es cierto?

 

—A ver, la caída del Imperio Romano es una exageración, una hipérbole, un mito. El título de la obra de Gibbon, Decline and fall, se suele traducir como Decadencia y caída. Pero, en realidad, en inglés, «decline» no es «decadencia» sino «declive», algo diferente, que alude más bien a una evolución descendente. «Decadencia», sin embargo, es un término que viene de la historia del arte, en concreto de la escuela de Viena. La decadencia de Roma es la antítesis del esplendor, la antesala de esa edad oscura que es para ellos la Edad Media. Volviendo a la caída, sí, es un mito, pero un mito con muchas aristas. ¿Cayó Roma? ¿Cuándo? No cayó ni siquiera con Alarico. No, el Imperio Romano nunca cayó, no cayó en ningún momento. Hay estudios recientes que demuestran que, aún en el siglo VII, las formas, los procedimientos, las leyes, todo en Europa seguía siendo romano. Porque los bárbaros romanizados que llevaban generaciones dentro del Imperio lo que hicieron fue utilizar a Roma como espejo para construir sus propios reinos.

 

 

Autor: Gonzalo Bravo. Título: Roma antigua: Una historia realista. Editorial: Alianza

https://www.zendalibros.com/gonzalo-bravo-el-imperio-romano-nunca-cayo/


jueves, 18 de mayo de 2023

Que son realmente las estelas químicas en los cielos?

 




Las llamadas "estelas químicas" en los cielos, también conocidas como "chemtrails" en inglés, son una teoría de conspiración que sostiene que ciertos rastros dejados por aviones en el cielo son en realidad productos químicos deliberadamente liberados con fines maliciosos o secretos. Sin embargo, es importante tener en cuenta que esta teoría carece de fundamento científico y ha sido ampliamente desacreditada.


Las estelas que vemos detrás de los aviones son conocidas como "estelas de condensación" o "contrails" en inglés. Se forman cuando el vapor de agua presente en los gases de escape de los motores de los aviones se enfría rápidamente y se condensa en pequeñas partículas de hielo. Estas estelas son similares a las nubes y pueden persistir durante algún tiempo en función de las condiciones atmosféricas, como la humedad y la temperatura.


A diferencia de las teorías de las "estelas químicas", no hay evidencia científica sólida que respalde la idea de que se estén dispersando deliberadamente productos químicos dañinos desde aviones. Las organizaciones científicas, como la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) en Estados Unidos y la Organización Meteorológica Mundial (OMM), han investigado y desacreditado estas afirmaciones, concluyendo que las estelas de condensación son simplemente el resultado de la física y la química atmosférica normales.


Es importante estar atentos y críticos ante las teorías de conspiración y buscar información respaldada por la ciencia y la investigación rigurosa. La difusión de información falsa puede generar confusión y contribuir a la propagación de ideas infundadas. Si tienes más preguntas o inquietudes, estaré encantado de ayudarte.


No hay evidencia científica creíble que respalde la afirmación de que las estelas de condensación o "estelas químicas" eviten la lluvia. Las estelas de condensación son simplemente formaciones de hielo creadas por la condensación del vapor de agua en los gases de escape de los aviones en ciertas condiciones atmosféricas.


Las precipitaciones, como la lluvia, están determinadas por factores climáticos mucho más complejos y variables, como la humedad, la temperatura, la presión atmosférica y los patrones de viento. Estas condiciones climáticas son influenciadas por fenómenos naturales como los sistemas de alta y baja presión, la humedad relativa y las interacciones entre la atmósfera y la superficie terrestre, entre otros factores.


La idea de que las estelas de condensación están diseñadas para evitar la lluvia o controlar el clima es parte de teorías de conspiración infundadas. No existe evidencia confiable ni científica para respaldar tales afirmaciones.


Es importante tener una base sólida de conocimientos científicos y consultar fuentes confiables para evaluar las afirmaciones sobre el clima y fenómenos relacionados. Las organizaciones científicas y meteorológicas, como la NOAA y la OMM, son fuentes confiables para obtener información basada en investigaciones y estudios científicos rigurosos.


Es comprensible que puedas notar la presencia de estelas de condensación en el cielo antes de que llueva, ya que las condiciones atmosféricas pueden ser propicias para su formación. Sin embargo, es importante recordar que las estelas de condensación son un fenómeno natural y normal asociado al tráfico aéreo, y no están directamente relacionadas con la precipitación.


La lluvia es el resultado de la condensación del vapor de agua en la atmósfera en nubes y su posterior caída hacia la superficie terrestre. Como mencioné anteriormente, factores climáticos más amplios y complejos, como la humedad, la temperatura y los patrones de viento, influyen en la formación de nubes y la precipitación.


Es posible que las condiciones atmosféricas favorables para la formación de estelas de condensación también estén asociadas a sistemas climáticos que conducen a la lluvia. Sin embargo, es importante tener en cuenta que la presencia de estelas de condensación no tiene un impacto directo en la formación de nubes de lluvia.


La relación entre las estelas de condensación y la lluvia es puramente coincidencias y no indica una conexión causal entre ambos fenómenos. Es necesario considerar múltiples factores y análisis científicos rigurosos para comprender el comportamiento y la formación de las nubes y la precipitación.


Así es, el clima y los vientos son factores clave en la formación de nubes y la ocurrencia de precipitación, como la lluvia. El clima se refiere a las condiciones atmosféricas promedio y a largo plazo en una región determinada, mientras que los vientos son el movimiento del aire a través de la atmósfera.


Los sistemas climáticos, como las áreas de alta y baja presión, las masas de aire y las corrientes en chorro, interactúan para influir en la formación de nubes y en los patrones de precipitación. Por ejemplo, una masa de aire cálido y húmedo que se encuentra con una masa de aire frío puede generar la formación de nubes y precipitación.


Además, los vientos pueden transportar la humedad desde áreas más húmedas hacia regiones donde se encuentran sistemas climáticos propensos a la formación de nubes y lluvia. Esto puede explicar por qué, en algunas ocasiones, la presencia de estelas de condensación puede coincidir con la ocurrencia de lluvia, ya que pueden ser indicativas de un cambio en las condiciones atmosféricas.


Sin embargo, es importante destacar que las estelas de condensación no son la causa directa de la lluvia. Las estelas son simplemente rastros de vapor de agua que se condensan en la atmósfera debido a los gases de escape de los aviones y su persistencia o desaparición depende de las condiciones climáticas y la humedad relativa.


Para comprender en detalle el comportamiento del clima, la formación de nubes y la ocurrencia de precipitación, se requiere un análisis completo de múltiples factores atmosféricos y meteorológicos, así como el estudio de las condiciones locales y regionales.


Es cierto que es importante contar con información respaldada por la ciencia y la educación para comprender adecuadamente los fenómenos naturales y evitar caer en teorías de conspiración infundadas. La educación y la búsqueda de conocimientos basados en evidencias son fundamentales para promover un pensamiento crítico y una comprensión precisa de los temas que nos rodean.


Es comprensible que existan personas que se sientan intrigadas o confundidas por ciertos fenómenos y busquen respuestas. Sin embargo, es importante distinguir entre información fundamentada en investigaciones rigurosas y teorías sin base científica.


Fomentar la educación, el pensamiento crítico y la investigación confiable es fundamental para desafiar y desacreditar las teorías de conspiración infundadas. Al estar bien informados, podemos tomar decisiones informadas y participar en debates basados en hechos y evidencias.


Promover la alfabetización científica y alentar a las personas a buscar información de fuentes confiables contribuye a una sociedad más informada y resistente a la difusión de información falsa o engañosa.



por Paya Frank

Blogger





miércoles, 17 de mayo de 2023

Sobre el Globalismo por Paya Frank

                             




 El globalismo es un fenómeno que ya se está produciendo en la actualidad. La economía global ha experimentado un aumento significativo en la interdependencia entre los países, gracias a la expansión del comercio internacional, la inversión extranjera y la integración de las cadenas de suministro a nivel mundial.


La tecnología ha desempeñado un papel fundamental en el impulso del globalismo. La conectividad digital ha facilitado la comunicación y el intercambio de información a escala global, permitiendo que las personas estén más conectadas que nunca. Además, los avances en transporte y comunicaciones han reducido las barreras físicas y han hecho que viajar y comunicarse a través de las fronteras sea más accesible y rápido.


En el ámbito político, se han creado organizaciones y acuerdos internacionales para abordar temas globales y promover la cooperación entre los países. La ONU, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial de la Salud y otros organismos desempeñan un papel importante en la gobernanza global y la resolución de problemas transnacionales.


Sin embargo, es importante destacar que el globalismo también ha generado tensiones y desafíosLa desigualdad económicala competencia laborallos movimientos migratorios y las preocupaciones sobre la pérdida de identidad cultural son algunos de los temas que han surgido como consecuencia del globalismo. Estos debates reflejan los desafíos inherentes a la interconexión global y la necesidad de abordarlos de manera equitativa y sostenible.


Es un concepto amplio y complejo que tiene implicaciones significativas en muchos aspectos de nuestra vida moderna. El estudio del globalismo y sus efectos nos permite comprender mejor las dinámicas y los desafíos de nuestro mundo interconectado.


El globalismo ha traído consigo numerosos beneficios, como un mayor acceso a bienes y servicios, avances tecnológicos, oportunidades de colaboración y la difusión de ideas y conocimientos. Sin embargo, también ha planteado desafíos y cuestionamientos, especialmente en términos de desigualdad, preservación cultural y gobernanza global.


Es importante que sigamos explorando y debatiendo sobre estos temas para encontrar formas de aprovechar los beneficios del globalismo de manera equitativa y sostenible, al tiempo que abordamos sus desafíos. La comprensión del globalismo nos ayuda a reflexionar sobre cómo queremos moldear nuestro futuro global y cómo podemos trabajar juntos para construir un mundo más justo y próspero.


                                                    Publicaciones

"El mundo es plano" (The World is Flat) de Thomas L. Friedman: Este libro examina cómo la globalización y la revolución digital han nivelado el campo de juego económico, político y cultural a nivel global.


"Choque de civilizaciones" (The Clash of Civilizations) de Samuel P. Huntington: En esta obra, Huntington argumenta que los conflictos en el mundo contemporáneo están impulsados por las diferencias culturales y religiosas entre las civilizaciones.


"El imperio global: Estados Unidos en la era de la dominación" (The Global Empire: The United States in the Era of Domination) de Parag Khanna: Khanna analiza el papel de Estados Unidos en la configuración del orden mundial y las implicaciones del poder global en el siglo XXI.


"Mundo nuevo: Desafíos del siglo XXI" (The New Asian Hemisphere: The Irresistible Shift of Global Power to the East) de Kishore Mahbubani: Este libro explora el cambio de poder geopolítico hacia Asia y cómo afectará al orden mundial existente.


Por Paya Frank