Fiona Valeriade Pepe Velasco RomeroMarina sube a un taxi y pide que la lleven a un destino que está a dos o tres horas de camino. Durante el viaje, narra a su interlocutor —el taxista— la historia de tres generaciones: la de su abuela Teresa, la de su madre Nona y parte de la suya propia. El relato, no obstante, se centra en Fiona, apodada Nona, cuya vida acontecida de infortunios no es óbice para que ella sueñe y luche por un destino mejor. Escrita en un estilo ágil y agradable, Fiona Valeria es un homenaje a las mujeres que bregan por sobreponerse a las adversidades. Su lectura no dejará impasible a nadie, pues la trama está salpicada de adecuadas dosis de suspense, sin las manidas concesiones de desenlaces amañadamente felices.GRATIS EUR 2,99 Una ficción que tiene poco que envidiarle a la realidadHasta el 12/03DescargarBiografías y memorias |
martes, 10 de marzo de 2020
Fiona Valeria de Pepe Velasco Romero ...Gratis para Kindle
jueves, 5 de marzo de 2020
Hablemos de la neumonía por coronavirus
Nueva entrada en nuestro Taller Literario, donde aclaramos algunas palabras y frases relacionadas con la epidemia del COVID-19, más conocido como coronavirus.
Estamos hasta la coronilla del coronavirus ése, sin embargo, seguimos con muchísimas dudas en torno a su origen y su escritura. Aquí vamos con algunos consejos ortográficos que nos brinda la genial Página del Español Urgente.
Te recuerdo que estos artículos pertenecen a nuestra colección de Taller literario, donde vamos repasando algunas dudas ortográficas que seguramente todos tuvimos alguna vez en la vida.
Cómo hablar del coronavirus
En primer lugar, habría que aclarar que la enfermedad recibe el nombre de COVID-19. Se escribe todo en inicial mayúscula y con guion antes del número, según lo ha estandarizado la Organización Mundial de la Salud. En el caso de que se desee utilizar en minúscula, debe ir toda la palabra en esta tipología para dejar en evidencia que se trata del nombre común de una enfermedad. Otras formas de denominarla son «enfermedad del coronavirus» o «neumonía por coronavirus».
Es importante señalar que el sustantivo «coronavirus», se corresponde con un término común que se utiliza para referirse a cualquier virus de la familia Coronaviridae, por lo que usarlo para referirse específicamente al COVID-19 es incorrecto. Asimismo, este sustantivo se escribe en una sola palabra y es de género invariable, «el coronavirus» y «los coronavirus».
Diferencias entre epidemia y pandemia
Lo siguiente que vamos a aclarar tiene que ver con la alarma que ha despertado este extraño virus. ¿Por qué algunos dicen que es una epidemia y otros que se trata de una pandemia? ¿Cuál es el término preciso? Si nos guiamos por las definiciones de cualquier diccionario encontramos que el término «epidemia» sirve para referirse a una enfermedad que se propaga de forma indiscriminada y sin que se pueda conseguir forma de frenarlo a través de todo un país. Una «pandemia«, por su parte tiene características similares sólo que la propagación no se limita a un territorio sino que se extiende a través de diferentes países.
Teniendo en cuenta de que en este caso se trata de una enfermedad que ya ha sido detectada en más de treinta países, no podemos hablar de epidemia sino que ya es una pandemia. No obstante, según han informado los voceros de la OMS, el organismo prefiere denominarlo «epidemia» puesto que se reservan el otro término para referirse a aquellos casos en los que la enfermedad de características graves afecte a todas las zonas sanitarias del mundo. Otra forma que nos recomiendan que denominemos esta situación es «emergencia de salud pública de preocupación internacional».
Otro término relacionado con esta situación es el de «cuarentena«. Como ya lo hemos explicado en algún capítulo anterior de este ciclo, no necesariamente se trata de un aislamiento de cuarenta días. El significado del término es el siguiente
Por último es importante revisar la expresión «epicentro del foco del virus», presente en muchos medios de comunicación y muy poco recomendable. Cuando hablamos de epicentro nos referimos al punto desde el que se gesta algo antes de expandirse, por tanto, la construcción de esta frase resulta redundante. Así que, desde Fundéu nos aconsejan que hablemos de «el foco del virus» o de «el epicentro del virus», para evitar la redundancia.
Con estos consejos podremos referirnos al COVID-19 con precisión. No te olvides de pasarte por nuestro Taller Literario donde podrás encontrar una gran variedad de artículos sobre consejos ortográficos y gramaticales.
Amado Nervo .- Éxtasis
Cada rosa gentil ayer nacida,
cada aurora que apunta entre sonrojos,
dejan mi alma en el éxtasis sumida...
¡Nunca se cansan de mirar mis ojos
el perpetuo milagro de la vida!
Años ha que contemplo las estrellas
en las diáfanas noches españolas
y las encuentro cada vez mas bellas.
Años ha que en el mar, conmigo a solas,
de las olas escucho las querellas,
y aun me pasma el prodigio de las olas!
Cada vez hallo la Naturaleza
más sobrenatural, más pura y santa,
Para mí, en rededor, todo es belleza;
y con la misma plenitud me encanta
la boca de la madre cuando reza
que la boca del niño cuando canta.
Quiero ser inmortal, con sed intensa,
porque es maravilloso el panorama
con que nos brinda la creación inmensa;
porque cada lucero me reclama,
diciéndome, al brillar: «Aquí se piensa,
también aquí se lucha, aquí se ama».
cada aurora que apunta entre sonrojos,
dejan mi alma en el éxtasis sumida...
¡Nunca se cansan de mirar mis ojos
el perpetuo milagro de la vida!
Años ha que contemplo las estrellas
en las diáfanas noches españolas
y las encuentro cada vez mas bellas.
Años ha que en el mar, conmigo a solas,
de las olas escucho las querellas,
y aun me pasma el prodigio de las olas!
Cada vez hallo la Naturaleza
más sobrenatural, más pura y santa,
Para mí, en rededor, todo es belleza;
y con la misma plenitud me encanta
la boca de la madre cuando reza
que la boca del niño cuando canta.
Quiero ser inmortal, con sed intensa,
porque es maravilloso el panorama
con que nos brinda la creación inmensa;
porque cada lucero me reclama,
diciéndome, al brillar: «Aquí se piensa,
también aquí se lucha, aquí se ama».
La artista
[Cuento - Texto completo.]
Patricia Highsmith
En la época en que Jane se casó, no parecía haber nada extraño en ella. Era regordeta, bonita y muy práctica: capaz de hacer la respiración artificial en un abrir y cerrar de ojos, reanimar a una persona desmayada, o detener una hemorragia nasal. Era ayudante de un dentista y no se inmutaba ante una crisis o un dolor. Pero sentía entusiasmo por las artes. ¿Qué artes? Todas. Empezó, durante el primer año de casada, con la pintura. Esto ocupaba todos sus sábados, o suficientes horas del sábado como para impedirle hacer la compra del fin de semana, pero la hacía Bob, su marido. También era él quien pagaba el enmarcado de los retratos al óleo, sucios y con los colores corridos, de sus amistades. Las sesiones de posa de los amigos también consumían buena parte del tiempo durante el fin de semana. Al fin, Jane admitió el hecho de que no lograba evitar que los colores se corriesen, y decidió abandonar la pintura por la danza.
La danza, enfundada en un leotardo negro, no mejoró mucho su maciza figura, únicamente su apetito. Luego vinieron las zapatillas especiales. Estaba aprendiendo ballet. Había descubierto una institución llamada La Escuela de las Artes. En este edificio de cinco plantas se enseñaba piano, violín y otros instrumentos, composición musical, a escribir novela o poesía, y danza y pintura.
—¿Ves, Bob?, se puede y se debe hacer que la vida sea hermosa —decía Jane con su amplia sonrisa—. Y todo el mundo quiere contribuir un poquitín, si puede, a la belleza y la poesía del mundo.
Mientras tanto, Bob vaciaba la basura y se encargaba de que no se quedaran sin papas. El ballet de Jane no progresaba más allá de cierto punto, así que lo dejó y se dedicó al canto.
—Yo creo que la vida es bastante hermosa tal y como es —dijo Bob—. Por lo menos, yo soy bastante feliz.
Esto fue en la temporada del canto, a consecuencia del cual habían tenido que meter un piano vertical en el ya abarrotado cuarto de estar.
Por alguna razón, Jane dejó sus lecciones de canto y empezó a estudiar escultura y talla en madera. El cuarto de estar quedaba hecho una pena, lleno de trocitos de barro y astillas con las que no siempre podía la aspiradora. Jane estaba demasiado cansada para hacer nada después de un día de trabajo en la consulta del dentista y de permanecer de pie luchando con el barro y la madera hasta medianoche.
Bob llegó a odiar La Escuela de las Artes. La había visto unas cuantas veces, cuando iba a recoger a Jane a eso de las once. (El barrio era peligroso para andar sola.) A Bob le parecía que todos los alumnos eran un montón de optimistas mal encaminados y los profesores un montón de mediocridades. Aquello le daba la impresión de un manicomio de esfuerzos desviados. ¿Y cuántos hogares, hijos y maridos estaban trastornados porque la mujer de la casa —la mayoría de los alumnos eran mujeres— no estaba en el hogar haciendo algunas tareas esenciales? A él le parecía que no había inspiración en La Escuela de las Artes, solamente el deseo de imitar a las personas que la habían tenido, como Chopin, Beethoven y Bach, cuyas obras oía destrozar mientras esperaba a su mujer sentado en un banco del vestíbulo. La gente llamaba locos a los artistas, pero estos alumnos parecían incapaces de esa clase de locura. Los estudiantes parecían locos, en cierto sentido de la palabra, pero no en el sentido adecuado. Considerando el tiempo que La Escuela de las Artes lo privaba de su mujer, Bob estaba dispuesto a hacer saltar el edificio en pedazos.
No tuvo que esperar mucho, pero no fue él quien voló el edificio. Alguien —más tarde se comprobó que había sido un instructor— puso una bomba debajo de La Escuela de las Artes, lista para estallar a las cuatro de la tarde. Era la víspera del Año Nuevo y, a pesar de que era media fiesta, los estudiantes de todas las artes estaban practicando laboriosamente. La Policía y algunos periódicos habían recibido aviso de la bomba. El problema era que nadie la encontraba y también que la mayoría de la gente no creía que fuese a estallar ninguna bomba. Debido al ambiente del barrio habían sufrido sustos y amenazas con anterioridad. Pero la bomba estalló, evidentemente, desde las profundidades del sótano, y debía ser de buen tamaño.
Dio la casualidad de que Bob estaba allí, porque tenía que recoger a Jane a las cinco. Había oído el rumor de la bomba, pero no sabía si creérselo o no. Por precaución, sin embargo, o por una premonición, estaba esperando al otro lado de la calle en lugar de hacerlo en el vestíbulo.
Un piano salió por el tejado, un poco separado del pianista que seguía sentado en el taburete, tecleando en el vacío. Una bailarina logró al fin dar unas pocas vueltas completas sin que sus pies tocaran el suelo, ya que se hallaba a una altura de cuatrocientos metros, y además sus pies apuntaban hacia el cielo. Un alumno de pintura fue lanzado a través de una pared, el pincel en suspenso, dispuesto a dar la pincelada maestra mientras flotaba horizontalmente camino del verdadero olvido. Un instructor, que se refugiaba tan a menudo como podía en los lavabos de La Escuela de las Artes, salió disparado junto con parte de las cañerías.
A continuación apareció Jane, volando por los aires con un mazo en una mano, un cincel en la otra, y una expresión de éxtasis en la cara. ¿Estaba pasmada, concentrada aún en su obra, o ya muerta? Bob no pudo saberlo. Las partículas fueron cayendo con un suave y decreciente estrépito, levantando una polvareda gris. Hubo unos segundos de silencio, durante los cuales Bob permaneció inmóvil. Luego, dio media vuelta y se dirigió a casa. Surgirán otras Escuelas de las Artes, de eso estaba seguro. Curiosamente, esta idea cruzó su mente antes de que se diera cuenta de que su esposa se había ido para siempre.
FIN
“The Artist”,
Little Tales of Misoginy, 1975
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