lunes, 1 de diciembre de 2025

Los adolescentes se lanzan a usar la inteligencia artificial para estudiar sin control de padres ni profesores

 


Una adolescente estudia en su casa con ayuda de la inteligencia artificial.© Mònica Torres (EL PAÍS)

Alberto, de 48 años, se quedó desconcertado hace unas semanas. Al abrir el ordenador de su hija Paula, de 12, alumna en un instituto público del centro de Valencia, vio que la niña le había pedido a la Inteligencia Artificial (IA) de Google que le hiciera un resumen de un cuento de Óscar Wilde que él sabía que tenía que leer para clase de Lengua. Y que, además, le pusiera los personajes principales, y preguntas como las que podrían aparecer en un examen de primero de la ESO. Alberto interrogó a su hija, y ella le aseguró que había leído el cuento hacía más de un mes, que tenía el examen al día siguiente, y que, como se había dejado el libro en el instituto, lo había buscado para repasar. “Acepté su explicación porque es muy buena estudiante, pero la verdad es que me quedé preocupado. Igual suena ingenuo, pero no lo había visto venir”, comenta.

Escenas como la que describe Alberto (cuyo nombre y el de su hija se han cambiado para proteger a la menor) se repiten en miles de hogares españoles, asegura María Sánchez, presidenta de Ceapa, la gran confederación de familias de la enseñanza pública, que aglutina a más de 12.000 asociaciones de madres y padres de alumnos (Ampas) de colegios e institutos. Empezando por su propia casa, dice. Los niños, a finales de la primaria, y sobre todo los adolescentes se han lanzado a usar en casa la IA para estudiar sin supervisión del profesorado ni de los progenitores, de una forma que en ocasiones consiste en una ayuda productiva y otras muchas en una externalización del esfuerzo intelectual. Un cambio ante el que las familias no saben cómo actuar. “Las madres y los padres nos transmiten preocupación, porque la mayoría no tienen, o mejor dicho, no tenemos, conocimientos suficientes para guiarles ni controlar su uso. Una parte ni siquiera sabe que la IA a veces se equivoca”, dice Sánchez. En respuesta a esa inquietud, su entidad acaba de terminar una guía, que presentará en diciembre, que trata de orientar a progenitores y chavales sobre los riesgos y oportunidades educativas de la nueva tecnología.

Una alumna usa un mapa mental creado por la IA para estudiar en su casa de Valencia.© Mònica Torres (EL PAÍS)

En los últimos meses se han publicado diversos sondeos, de calidad dispar y con diferencias en los rangos de edad, sobre cuánto se ha extendido el uso de la IA para estudiar entre los alumnos, que arrojan cifras que van de más del 40% a más del 80%. El dato oficial más reciente, la Encuesta sobre equipamiento y uso de tecnologías de la información y comunicación (TIC) en los hogares publicada el 20 de noviembre por el INE, señala que el 59% de la población de 16 a 24 años ya la utiliza con tal fin.

Directamente a los chavales

Uno de los principales problemas del uso escolar de la IA en niños y adolescentes, señala la presidenta de Ceapa, es que su rápida expansión no está respondiendo a un plan pensado por las administraciones educativas para mejorar el aprendizaje de los menores. Sino a una carrera de empresas privadas, “movidas por interés económico”, que no han ido a llamar a la puerta de los departamentos de enseñanza, los centros educativos, el profesorado o los progenitores, sino directamente al usuario final, los alumnos, que solo en España, entre primaria y secundaria, suman seis millones. “Nos está pasando lo mismo que con las redes sociales”, afirma Sánchez.

La cuestión genera preocupación y también “controversia” en Affac, la mayor entidad de familias catalanas ―que no forma parte de la estatal Ceapa y reúne a otras 2.400 Ampas―, admite su directora, Lidón Gasull. “En mi opinión no se trata de oponerse a la Inteligencia Artificial, pero sí de poner límites, regular, y ser muy cuidadosos, porque hablamos de una población especialmente vulnerable, y no tenemos información ni control sobre el impacto real que su uso puede tener en su proceso de aprendizaje. Pero en estos temas la administración siempre va muy por detrás de la realidad”, afirma. Hasta el pasado diciembre, el Gobierno no publicó un informe de recomendaciones sobre el uso de pantallas en centros educativos y redes sociales en menores, y de momento, las administraciones educativas españolas no tienen una regulación de la IA en materia educativa, aunque Galicia prepara una normativa (orientada sobre todo al uso en el aula) y el Ministerio de Educación prevé abordar la cuestión en el futuro junto al Ministerio de Transformación Digital.

Uno de los principales argumentos a favor del uso profesional de la IA es que permite liberar tiempo de tareas poco relevantes para dedicarlo a otras verdaderamente importantes. El mismo razonamiento parece aplicable, hasta cierto punto, a los estudiantes de educación superior. En primaria y secundaria, en cambio, las tareas están pensadas ―o deberían estarlo― para que los chavales adquieran conocimientos y habilidades durante el proceso de hacerlas, de modo que ese ahorro productivo predicado en general sobre la IA resulta mucho menos evidente.

Tarjetas, mapas y podcast que ayudan a estudiar

Dejando de lado lo que la nueva tecnología puede hacer por los docentes, que parece bastante ―desde ayudarles con las engorrosas tareas administrativas a asistirles en la detección temprana de alumnos con dificultades de aprendizaje―, que se enmarcan en el uso profesional de la IA, los expertos señalan que los chavales pueden usarla de dos formas muy distintas. Pidiéndole que haga los trabajos o lea los libros por ellos, lo cual acabará teniendo probablemente consecuencias cognitivas perniciosas, y también será negativo para sus calificaciones, ya que, a medida que la inteligencia artificial se extienda, lo previsible es que las formas de evaluación también cambien para volverse más presenciales. O, utilizándola con un enfoque activo, que suponga aplicar técnicas que la ciencia ha mostrado que funcionan a la hora de aprender.

Este segundo tipo de uso positivo es el que destaca Ben Gomes, director de Aprendizaje y Sostenibilidad de Google, en un despacho de la sede de Google DeepMind en Londres, al término de un foro sobre IA aplicado al aprendizaje organizado a mediados de noviembre al que la compañía estadounidense invitó a asistir a EL PAÍS. Por ejemplo: introducir en la aplicación de IA un documento, digamos un tema de Historia, y pedirle que cree flashcards (tarjetas con preguntas y repuestas al estilo del Trivial) o cuestionarios, dos de las formas clásicas de ejercitar la evocación (rescatar de la memoria lo aprendido), que, según han acreditado diversas investigaciones mejora el desempeño educativo. O también, pedirle que cree mapas mentales con dicho contenido, o incluso un podcast con el tema, para que el estudiante pueda escucharlo, por ejemplo, mientras camina o hace deporte. Aplicaciones como NotebookLM, ChatGPT o Le Chat permiten algunas o todas esas cosas.

Flashcard creada por NotebookLM.© EL PAÍS

Con o sin control parental

Las compañías que se están volcando en la IA educativa tienen entre sus prioridades, prosigue Gomes, el llamado “aprendizaje guiado”, aplicaciones (o utilidades dentro de las que ya existen) que adoptan “un estilo más socrático de interacción, con más elementos visuales, y preguntas al final, que no le da al estudiante la respuesta directamente, sino que le hace esforzarse un poco primero”. El directivo de Google asegura que su compañía ha decidido no implantar en su sistema de aprendizaje guiado (Gemini) algún tipo de control parental (o docente) que impida a la aplicación dar a los estudiantes la resolución del ejercicio, sino solo pistas y ejemplos de cómo hacerlo, para evitar que “se frustren” y dejen de usar la aplicación (y quizá, aunque eso no lo dijo, se marchen a la competencia).

La idea de la IA como mentor del alumnado sin pin parental tiene, sin embargo, un obstáculo de partida, advierte Dennis Mizne, director general de la Fundación Lemann, una entidad sin ánimo de lucro que ofrece apoyo educativo a más de 600.000 estudiantes brasileños al mes. “La cuestión es: ¿Quién ha dicho que los alumnos quieren un tutor o un profesor particular? Porque, en la práctica, el gran problema que vemos a la hora de aplicar muchas tecnologías educativas es el bajísimo compromiso de los estudiantes. La inmensa mayoría no busca constantemente formas de aprender más, ni tiene una motivación intrínseca alta. Los que sí la tienen son, de hecho, la excepción”.

Mizne, que se formó en las universidades de Sao Paulo, y ha pasó más tarde por las de Columbia y Yale, cree que el tipo de estudiantes muy motivados por aprender más están, ya de adultos, sobrerrepresentados en las empresas punteras que están desarrollando la IA educativa, y eso les lleva a pensar que el grueso de los estudiantes aprovecharán la oportunidad de tener un tutor personal. “Pero no es así. La mayoría no le pedirá al chatbot que les explique algo, o le ayude a entenderlo paso a paso. Lo que harán será intentar acelerar el proceso. Decirle: Haz mi tarea, escribe mi redacción, resuelve este ejercicio… Y eso no va a generar niños mejor educados y preparados”.

Resistencia de la escuela

Mizne, como las presidentas de las confederaciones de Ampas españolas, cree por ello que los gobiernos deberían regular las aplicaciones de IA educativas, y que estas deben desarrollarse de la mano de expertos en educación, incluidos directores de centros educativos, docentes, y también familias. Para reducir los riesgos que acompañan a estas aplicaciones, y también para conseguir que se adapte a la escuela, una institución que ha demostrado ser capaz de resistirse con éxito a la incorporación de otras tecnologías que en su día también parecieron llamadas a revolucionar la enseñanza, como los ordenadores personales, internet y los dispositivos móviles.

Las aplicaciones de la inteligencia artificial en educación plantean, por otro lado, un riesgo de naturaleza muy distinta, apunta la profesora de Ciencia Política de la Universidad de California, en San Diego, Agustina Paglayán, autora de Raised to Obey: The Rise and Spread of Mass Education (Criados para obedecer: el ascenso y la expansión de la educación de masas, publicado este año en EE UU, sin traducción al castellano). Paglayán muestra en su investigación que la creación de los sistemas educativos de masas, sobre todo a lo largo del siglo XIX, de los que los actuales son herederos directos, no respondió a “ideales democráticos, a la industrialización, ni a la meta de promover el conocimiento o erradicar la pobreza”, sino que se implantaron con “un objetivo político de formar ciudadanos obedientes como parte de un proyecto más amplio de formación y consolidación del Estado nacional”. Empezó haciéndolo Prusia en el siglo XVIII, y lo fueron siguiendo a lo largo de los siglos siguientes el resto de países europeos, americanos, asiáticos y africanos. Las herramientas con las que el Estado ha contado históricamente a la hora de adoctrinar ―en el sentido de enseñarle a alguien a aceptar un conjunto de creencias sin cuestionarlas, al margen del contenido de dichas ideas―, eran, sin embargo, mucho más limitadas que lo que ahora dibuja la IA, señala la profesora.

Actores poderosos

Los medios con los que han contado hasta ahora los gobiernos han sido básicamente los libros de texto y su capacidad para influir en la formación y contratación de los docentes. Pero estos siempre han retenido, en mayor o menor medida, cierto grado de autonomía, dice Paglayán, nunca han sido un calco de lo que el Estado quería que fueran. “Incluso en sistemas autoritarios, los maestros muchas veces han cuestionado los libros de texto, exponiendo a los alumnos a perspectivas diferentes. La IA les da, en cambio, una herramienta mucho más directa de llegar a los estudiantes, con un software que no solo expone al estudiante a determinado conjunto de creencias sino que, si el estudiante hace preguntas cuestionándolas, una y otra vez puede volver a reiterarlas y enfatizarlas”. El peligro potencial de reducción del pensamiento crítico, añade Paglayán, no procede ahora solo de los Estados, sino de otros actores poderosos, como los dueños de aplicaciones privadas de IA.

Los entrevistados para este artículo coinciden en que el alumnado debe recibir formación escolar sobre un uso adecuado y crítico de la inteligencia artificial. Se trata, apuntan, de una tecnología con gran capacidad tanto para potenciar el aprendizaje como para socavarlo, y si la escuela se limita a darle la espalda se abrirá otra brecha entre aquellos cuyos familias puedan guiarlos y los que no. En tanto se consigue o no aprobar una regulación basada en lo que más beneficie a niños y adolescentes, Rebecca Winthrop, directora del Centro de Educación Universal de la estadounidense Institución Brookings ―que, como Dennis Mizne y Agustina Paglayán, participó en el foro sobre la IA organizado por Google―, propone adoptar un “uso minimalista de la IA”. Un decálogo que apuesta por decantarse por soluciones no digitales en todos aquellos casos en que no haya pruebas claras de que es mejor recurrir a la tecnología. Por optar, en caso de que sí sean útiles, por las tecnologías menos invasivas. Y por tener en cuenta, a la hora de elegir entre varias opciones, aquellas que impliquen menos coste y menos impacto ambiental, un terreno en el que la IA tiene mucho margen de mejora.

Fuente: El País


Rage bait “contenido que provoca indignación” palabra del año para Oxford 2025

 

martes, 25 de noviembre de 2025

OLAS DE MAR Andrés Galindo


Ondas do mar de Vigo,

se vistes meu amigo?

E ai Deus!, se verra cedo?

Ondas do mar levado,

se vistes meu amado?

E ai Deus!, se verra cedo?

Se vistes meu amigo,

o por que eu sospiro?

E ai Deus!, se verra cedo?

Se vistes meu amado

por que ei gran cuidado?

E ai Deus!, se verra cedo?

Martin Codax (trovador gallego, siglo XIII)

 

Encendió el dispositivo, escribió “Nathan Adler” en el destinatario y luego quedó en pausa unos segundos. Después de un suspiro tecleó las primeras palabras.

¿Cuánto más debo esperarte, Nathan?

Inevitablemente, volvió a suspirar y no supo si aquellas palabras sonarían como un reproche o como un lamento de esperanza. De ninguna manera podía sonar a reproche; era el último mensaje que le escribía.

Se quedó mirando a las olas del mar, ese viejo mar que pronto se la tragaría, mientras recordaba aquella tarde en que se conocieron. Era un día soleado y en la calle la gente paseaba alegre y despreocupada. Nada parecía presagiar lo que pasaría hoy, treinta años más tarde. Recordaba también aquella mañana en la plaza del Sol cuando fueron felices compartiendo un crème brûlée mientras las prostitutas y los ladronzuelos daban vueltas por ahí, esperando cazar una presa. A ellos no les importaba nada, sólo la felicidad del instante. ¿Y qué tal la noche en que entraron a esa terrible obra de teatro en donde una mujer era ultrajada con unas tijeras al rojo vivo? Nathan recordó: esa podría ser Santa Teresa.

Pero yo salí corriendo, esperando que todo eso sólo fuera una pesadilla. Tú me alcanzaste y secaste mi llanto. Nos fuimos a casa y a los pocos días te subiste a esa estúpida nave para no volver. Todavía en el hangar te dije que no me dejaras, que no me sacrificaras, pero eran más grandes tus sueños de ver las estrellas, las estrellas y el Mar de la tranquilidad. Dijiste que volverías y yo lo he querido creer todos estos años. Por eso te escribo ahora que este mundo esta por hacerse añicos.

No podía dejar que las palabras sonaran agresivas, que fueran un reproche o un lamento. Alguna vez él había sentenciado que lo último que le queda al ser humano es la dignidad y con ella debe morir. De una manera honorable, pensó Alfonsina, como los samuráis, aquellos guerreros mitológicos que tanto te gustaban.

Tenía que ser breve y no dejar que el llanto le ganara en la última hora. Así que borró las primeras líneas y comenzó de nuevo, aún sin saber bien a bien si las palabras serían las correctas o si acaso alguna vez le llegarían a Nathan.

“Querido Nath, no sé si este mensaje te llegará algún día. Desde hace diez años he estado mirando al cielo todas las noches, por si alguna vez aparecía tu nave en el firmamento. Ayer ha sido la última. No creas que ya no te quiero. Claro que me he vuelto a casar y he vuelto a quedarme sola y sé que nada de eso me reclamarías porque siempre dijiste que tenía derecho a hacer lo que me diera la gana y, bueno, sabes que realmente nunca necesité la aprobación de nadie, ni de ti ni de nadie. Pero el corazón se manda solo y… Pero las pequeñeces de una sola persona ahora no vienen a cuento, no ahora que la Tierra se quiebra. Algo he sido feliz este tiempo; aquí, yo conmigo, yo con él; yo pensando que aún estás en alguna parte. Me gusta soñar que cumpliste tu meta y que llegaste al Mar de la tranquilidad, esa zona inhóspita de la Luna en la que pocos se atreven y, hasta ahora, de la que nadie ha vuelto. Sé que estás ahí porque te pienso y te siento.

“Siempre pensé que todo esto de la tercera guerra sería una broma o un cuento de ciencia ficción. Todo esto parecía tan remoto hace treinta años, Nath, treinta años. Y mira ahora, hace un par de meses, escondida debajo de los escombros de mi propia casa, vi cómo se llevaban a mi marido a un campo de concentración. ¿Podrías creer eso? Un maldito campo de concentración en estos tiempos. La humanidad es así, supongo, renovando sus viejas costumbres, sus viejos miedos y sus más profundos instintos. Ayer las redes anunciaron el infierno tan temido: después de todo, alguien al fin ha apretado el botón.

“Nath, cuando vuelvas, porque sé que algún día estarás de vuelta, el planeta que dejaste ya no existirá; acaso será un montón de piedras flotando en el espacio. Y, bueno, ya sabes, los gobiernos de todo el mundo anunciaron que protegerán a su población. Vemos videos de gente subiendo en masa a las naves salvavidas. Pero tenías razón, a esos no les importamos, todo es una ficción y los únicos que se salvan en realidad son los ricos y poderosos. Yo estos días he visto desaparecer o suicidarse a amigos y seres queridos, pero no he sabido de ninguno que llegue a una de esas míticas naves que nos llevarán a mundos mejores. ¿Existen los finales felices, Nath?

“Al frente ya sólo me quedan las olas del mar, este mar; y algo me alegra saber que, al fin, volveremos a estar juntos; porque me gusta imaginar que el vasto universo apenas es un punto en la mano de un dios cruel y misterioso, y el espacio entre mi desierto y tu mar apenas es un árbol floreciente”.

***

Capitán Nathan Adler llamando a la Tierra. Repito, capitán Nathan Adler llamando a la Tierra. Del otro lado sólo se escucha ruido, un ruido ensordecedor. ¿Alguien reconocerá mi voz todavía? ¿Alguien podrá escucharme?

Envió el mensaje por tercera vez y en seguida guardó silencio. En su viejo dispositivo apareció una notificación de mensaje, el primero después de todos estos años de naufragio, sobreviviendo en las colonias salvajes del lado oscuro de la Luna. No te preocupes, querida Alfonsina, ya voy de regreso a casa. Pronto volveremos a estar juntos.

 

FIN


Texto en Ingles por medio de IA

SEA WAVES

 

Andrés Galindo

 

Ondas do mar de Vigo,

Have you seen my friend?

Hey God!, will you see him early?

Waves of the sea carried away,

if you have seen my beloved?

Hey God!, will you see him early?

If you have seen my friend,

Why do I sospiro?

Hey God!, will you see him early?

If you saw my beloved

Why Hey Gran Care?

Hey God!, will you see him early?

Martin Codax (Galician troubadour, thirteenth century)

 

He turned on the device, wrote "Nathan Adler" on the recipient, and then paused for a few seconds. After a sigh he typed the first words.

How much longer should I wait for you, Nathan?

Inevitably, he sighed again and did not know if those words would sound like a reproach or a lament of hope. In no way could it sound like a reproach; it was the last message I wrote to him.

She stared at the waves of the sea, that old sea that would soon swallow her, as she remembered that afternoon when they met. It was a sunny day and people were walking happily and carefree on the street. Nothing seemed to foreshadow what would happen today, thirty years later. He also remembered that morning in the Plaza del Sol when they were happy sharing a crème brûlée while prostitutes and petty thieves circled around, waiting to hunt for prey. They didn't care about anything, only the happiness of the moment. And what about the night they entered that terrible play where a woman was outraged with red-hot scissors? Nathan remembered: that could be Saint Teresa.

But I ran away, hoping that all this was just a nightmare. You reached out to me and dried my tears. We went home and a few days later you got on that stupid ship never to return. Still in the hangar I told you not to leave me, not to sacrifice me, but your dreams of seeing the stars, the stars and the Sea of tranquility were bigger. You said you would come back and I've wanted to believe it all these years. That is why I am writing to you now that this world is about to be shattered.

I couldn't let the words sound aggressive, reproach or lament. He had once said that the last thing left to the human being is dignity and with it he must die. In an honorable way, Alfonsina thought, like the samurai, those mythological warriors you liked so much.

He had to be brief and not let the tears get the better of him in the last hour. So he erased the first lines and started again, still not sure if the words would be the right ones or if they would ever reach Nathan.

"Dear Nath, I don't know if this message will ever reach you. For ten years I have been looking at the sky every night, in case your ship ever appeared in the sky. Yesterday was the last. Don't think I don't love you anymore. Of course I've remarried and I've been left alone again and I know that none of that would claim me because you always said that I had the right to do whatever I wanted and, well, you know that I never really needed anyone's approval, not from you or anyone else. But the heart commands itself and... But the trifles of a single person are not relevant now, not now that the Earth is breaking up. I have been somewhat happy this time; here, I with me, I with him; Me thinking you're still somewhere. I like to dream that you have fulfilled your goal and that you have reached the Sea of Tranquility, that inhospitable area of the Moon where few dare and, until now, from which no one has returned. I know you're there because I think about you and feel you.

"I always thought that this whole World War III thing would be a joke or a science fiction story. All this seemed so remote thirty years ago, Nath, thirty years ago. And look now, a couple of months ago, hiding under the rubble of my own house, I saw my husband being taken to a concentration camp. Could you believe that? A damn concentration camp in these times. Humanity is like that, I suppose, renewing its old ways, its old fears and its deepest instincts. Yesterday the networks announced the much-feared hell: after all, someone has finally pressed the button.

"Nath, when you come back, because I know that one day you will be back, the planet you left will no longer exist; perhaps it will be a pile of stones floating in space. And, well, you know, governments around the world announced that they will protect their population. We see videos of people boarding lifeships en masse. But you were right, they don't care about us, it's all fiction and the only ones who are really saved are the rich and powerful. These days I have seen friends and loved ones disappear or commit suicide, but I have not heard of any who arrive on one of those mythical ships that will take us to better worlds. Are there happy endings, Nath?

"In front of me I only have the waves of the sea, this sea; and I am somewhat glad to know that, at last, we will be together again; for I like to imagine that the vast universe is scarcely a dot in the hand of a cruel and mysterious god, and the space between my desert and thy sea is scarcely a flourishing tree."

***

Captain Nathan Adler calling Earth. I repeat, Captain Nathan Adler calling Earth. On the other side you can only hear noise, a deafening noise. Will anyone recognize my voice yet? Will anyone be able to hear me?

He sent the message a third time and then fell silent. On his old device a message notification appeared, the first after all these years of shipwreck, surviving in the wild colonies of the dark side of the Moon. Don't worry, dear Alfonsina, I'm on my way home. Soon we will be together again.

 

The end